Capítulo once.

19K 2.1K 437
                                    

Como Ron le había prometido esa noche George siquiera llegó. O tal vez, había dormido en otra habitación, sin embargo sonaba patético, a George Weasley no había algo que le importaba más que la empresa que dirigía y su familia.

George Weasley no necesitaba de la opinión de alguien, mucho menos necesitaría dormir en otra habitación para otorgarle al chico (que al parecer, más odiaba en el planeta) tranquilidad.

—… Detente —sollozó, la capa de sudor cubría su cuerpo, su flequillo se impregnaba en su frente a consecuencia de eso. No podía dejar de moverse en la cama, nuevamente esa pesadilla le atormentaba— ¡no lo mates! ¡no! ¡Harry!

Despertó. Miedo, el miedo se ceñía en esa habitación y le otorgaba un desolador aliento de desesperación: ¿Por qué aquella pesadilla insistía en torturarle? ¿No era suficiente con todo aquello que Weasley le hacía?

Ni siquiera podía satisfacer esa duda que se debatía en sus pensamientos, ¿Por qué Potter era el protagonista de su sueño? Siendo más preciso, ¿Por qué asesinaban a Potter tras un intento de defenderlo?

Definitivamente, algo debía estar mal. Potter no podía sacrificar su vida por la suya. Talló sus ojos para volver a tirarse de espalda hacia la cama dejando un largo suspiro en proceso, había regulado su respiración pero no el tiriteo y la angustia.

Pesadilla. Su vida misma era una pesadilla ante el punto de vista de cualquier persona. Ante su punto vista.
¿Cómo cambiar la realidad de todas formas? No había algún mérito, su parámetro, su medida, era esa. Nuevamente no tenía opción, nunca la tuvo. Nunca tuvo la posibilidad de la libertad, nunca fue libre, siempre le ha pertenecido a alguien.

Su padre, Voldemort, George: ¿Cuál era la diferencia? Los tres arruinaron su vida por igual. Quizás, los dos últimos de una manera tan macabra y horrible.

Suspiró en un desbastador intento de acotar sus penas, sus orbes grises absorbían el tono desvaído de quién pierde el brillo en ellos. Sus manos cubrían su boca, acallando los sollozos tras un llanto agotador.

— Malfoy —La voz del auror hizo que se perdiera de sus incontables pensamientos— ¿Qué sucede?

Weasley se encontraba ubicado justo al frente de la puerta, observándolo, a pesar de la oscuridad que atrapaba al ambiente de esa habitación.

— Malfoy.

Repitió, su voz se oía distinta; gravemente angustiada. El pelirrojo no dudó en acercarse a pasos firmes al rubio joven el cual desbordadamente lloraba en la cama.

Se sorprendió al descubrir lo liviano que era tras un intento de sentarlo en aquella enorme cama, el rubio no cedía, el llanto seguía ahí; firme, demandante.

— Nunca he sido bueno consolando—masculló recordando su sexto año— ¿Y si te lavas el rostro?

Pero Draco Malfoy continuó formando surcos en sus pómulos sonrosados a causa de la situación. Ron hizo un gesto de desesperación y limpió sus mejillas con su mano, aún no podía entender el momento. Le era difícil ver al gran unigénito de Lucius Malfoy tan destrozado.

— Draco —Aquella fue su primera vez en mencionar su nombre. Se aclaró la garganta y dijo—. Calma, todo está bien ¿Si? Sea lo que sea, solo fue una pesadilla.

Había pasado horas desde que el rubio, se rindió a los brazos de Morfeo. Weasley descansaba en el sofá a unas pocas distancia de la cama, analizando al muchacho con neutralidad, como si su concentración dependiera de aquello.

— Ron.

Pero mayormente, su concentración se veía interrumpida. Un agudo y gélido dolor en su espalda citó un gesto de incomodidad en su rostro.

— Esto se ha extralimitado —Masculló George— será una pérdida terrible.

— ¿Pérdida terrible? ¿Eso es para ti esta situación? Tú mismo tienes a Malfoy en tus manos apresado.

— Básicamente, —George continuó— representa una pérdida: dinero y tiempo ¿Cuál es la diferencia entre algo monetareo y temporal? Ambos son igual de importante.

Ron gruñó— No puedo creer que te hayas convertido en esto.

— No puedo creer que el inútil de Malfoy te importe.

— ¿Quiere eso decir que te deshaceras de él? —Preguntó; su tono se oía para nada amigable.

— Con el debido tiempo.

Ron se debatía mentalmente donde había quedado George Weasley, quizás había muerto. No, lo había hecho, George Weasley falleció ante la falta de esencia de Fred Weasley.

— George, debes razonar. No puedes asesinar a Draco.

— ¿Ahora es Draco para tí, hermanito? —George sonrió, cínicamente, sosteniendo su varita— Conozco el conjuro, creo que él también: ¿No? Después de todo no es más que un sucio mortífago.

— La gran mayoría lo sabe —reafirmó su hermano— y la gran mayoría no son mortífagos.

— Dumbledore, Dumbledore nos dio a elegir lo que es bueno y lo que es fácil. Harry lo dijo, Malfoy a…

— ¿Malfoy qué? ¡Por favor George, se sensato, lo único que tenía Malfoy de matón se le fue cuando Moody lo convirtió en hurón! Ni siquiera fue capaz de matar a Dumbledore o revelar la identidad de Harry en la mansión.

Ron recordó aquellos tiempos oscuros, aquel tiempo donde reinaba y se repartía el caos. Donde sólo quedaba una sólida neblina brumosa: ¿Hágase la luz a pesar de las muertes?

— Me importa un bledo su supuesta inocencia; —bramó— de todas formas.

— ¿Por qué no aceptas que estás obsesionado con él y que eres un maldito ninfómana?

— ¿Y si lo fuera qué? Malfoy seguirá siendo mi víctima. ¿No? Me temo que su inocencia en la guerra no cambiará su situación.

Ron volvió a gruñir y suspiró— Estoy cansando, ya debo irme. Hermione debe estar preocupada y por favor, no lo lastimes. No al menos este día.

— Tendré en cuenta tu palabra, hermanito. No lo dudes.

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora