Capítulo cuatro.

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Su cuerpo temblaba ante aquellas fugaces caricias. Trató de tallar sus ojos con cuidado, aún el derecho se mantenía con una leve hinchazón, en el cual abarcaba un morado verdoso: dolía demasiado. Su secuestrador se negaba a otorgarle algún medicamento mágico, ya sea ungüento. Si no fuera por el elfo, estaría perdido por el dolor.

—Relájate.
Demandó el sujeto antes de sentarse en la cama y darle la espalda. Al parecer, todavía era temprano. Trataba de recordar hace cuanto estaba ahí. Quizás ya una semana.

Una semana de torturas y abusos tanto físico como verbales.

—Hoy es un gran día, —Nuevamente habló— No iré a trabajar. Por cierto, ¿hace cuánto estás despierto?

No le apetecía hablar, no ese día.

Weasley notó su sistemático silencio y bufo girando en dirección al muchacho; mantenía el semblante serio, con su ceño fruncido.

—He hecho una pregunta —Gruñó—.  Más te vale que respondas.

—Hace unos momentos—Murmuró.
Torció una mueca y con la mirada buscó sus interiores.

—¿Qué quieres? —Volvió a indagar ya con una ceja levantada.

—Estoy buscando mis interiores.
Replica soltando un suspiro de resignación, cubriendo su pálido cuerpo con las sábado de un color carmín.

El mayor de aquella habitación levantó una ceja y sonrió de forma altanera.
—¿Estás desnudo bajo las sábanas?

El rubio jadeó asustado y se sonrojó de inmediato negando. No de nuevo. Pensó.

—Sabes que las erecciones matutinas aglomeran de un ejercicio peculiar, querido. Y yo, yo puedo hacer cualquier cosa que se me antoja contigo y tu cuerpo.

—Pero hoy no — Imploró—. Hoy no quiero.

—¿Acaso eso lo decides tú?

—S-sí — tragó su miedo para continuar hablando— porque es mi cuer-cuerpo. Y-yo decido c-con quien acostarme.

El mayor relamió sus labios y negó.

—Te tiembla la voz para hablar. Mocoso.
Se acercó al rubio y con cuidado sostuvo su mentón. Logró notar cómo brillaban aquellos ojos grises por el pánico que le acredita el panorama en esos momentos
—Que bonitas facciones posees y no necesito levantarte el ego porque de seguro que de allí abajo no volverá a salir.

El rubio interpuso su mano tratando de soltarse, pero fue en vano. El mayor parecía no ceder y solo rió ante el acto del niño.

Nuevamente sostenía sus dos muñecas. Nuevamente sentía esas caricias y la suciedad crecer en su cuerpo, nuevamente sería abusado sexualmente y ni siquiera sus padres estarían para defenderlo.

La mano del mayor apretaba con fuerza su brazo. En especial, aquella zona en donde se encontraba esa marca y los moretones eran más notables. Conjuró unas cuerdas que sostuvieron las muñecas de su indefensa víctima y depositó un, tétrico beso en su coronilla.

—Siendo sincero, desde que cruzamos mirada, allí en Hogwarts, me habías parecido alguien sumamente precioso —Comentaba mientras bajaba las sábanas con cierta delicadeza aterradora— Sin embargo, tu estúpida sorna, tu estúpido aire presuntuoso arruinaron realmente todo y solo creó un irremediable deseo sexual. Deseo sexual que hoy puedo cumplir.
Al finalizar aquella oración, lanzó con brusquedad aquella sábana. El rubio sollozó, no quería sentirse tan expuesto y mucho menos tan humillado. Intentó con todas sus fuerzas soltarse, lanzarle aquel imperdonable que tantas vidas quitaba.

Tan solo quería que esa pesadilla desapareciera y por más que lo intentara, era algo que al parecer; no funcionaba.

Esas manos continuaron en su abdomen y subieron a sus caderas trazando aquellas líneas imaginarias con su dedo índice.

—Me gusta los retos. Tú eres un reto, Malfoy.
Relamió sus labios y acercó su rostro al cuello del menor, donde pudo deleitarse besando y succionando este. Y claro, no podían faltar los gemidos lastimados del menor: en verdad le lastimaba demasiado.

—N-no me toques  —imploró tratando de apartarse, pero fue como si aquel miedo nuevamente se haya tragado su fuerza.

—¿Qué creías? Eres solo un estúpido objeto sexual. Una puta. Para eso naciste, y recién ahora te das cuenta, ¿no? —Continuó—. No puedes negarte. Tal vez si, hace esto más difícil y más entretenido; ver como súplicas.

—Imbécil.
Replicó con todo el odio posible. Aún manteniendo algunas facetas de su actitud Slytherin.

—Sabes. Aún no te he explicado.
Dijo inhalando el dulce aroma que destilaba el rubio. Pese a todo, seguía siendo alguien a desear
—Aquí, Malfoy. Tú no tienes palabras, ¿entiendes? —recorrió parte de su pecho a base de castos besos— Y creo que debes aceptar la idea de estar aquí para siempre.

Draco tragó notoriamente y dejó salir un jadeo lastimero. Tan solo esas manos le llenaban de suciedad, suciedad, que él sabía; -aunque lo intentara- jamás se irían.

El mayor gruñó, nuevamente, al solo saber que el rubio le había ignorado
—Tienes que comenzar a obedecer—dijo dejando que sus grandes manos hicieran paso dentro de las piernas del más pequeño— Seré tan brusco contigo y te haré recordar cada cosa que tú le hiciste a Potter.

Potter, ignoró aquella amenaza propinada por su raptor y se concentró en el salvador del mundo mágico, el salvador de toda la población: sin embargo, él no fue salvado. Él no sería salvado.

Y de pronto, todos sus pensamientos se vieron extintos, dejando su mente en blanca y que de su garganta, saliera un desastroso grito por aquella fuerte embestida. Apretó sus manos y ojos: dejando que diversas lágrimas se escaparan.

El dolor era, sencillamente, insoportable.

—¿Recuerdas el primer año, Malfoy?
Preguntó George clavando sus afiliados ojos a causa del odio, hacia el rostro de su indefensa víctima
—Desde niño trataste de intimidar y molestar a Harry y Ron. Mi hermano.

En vista a ese agudo dolor, Draco solo podía asentir, tratando de ya no enojar a su agresor. Recordaba todo, incluso cuando conoció a Potter en la tienda de Madame Malkin. Incluso cuando decidió hacer una excepción con Potter respecto a su status de sangre mestiza y a los principios de su padre al ofrecerle su amistad.

Incluso recordó su niñez, su niñez profanada por su propio progenitor al adentrarle al mundo de los mortífagos a mitad de año.

Todo por poder.

Sintió esa estocada, brusca, seca, y otro grito salir de su garganta. Su rostro a ese paso se encontraba hecho un desastre mientras sentía un inmenso dolor en sus entrañas.

—¿Recuerdas el segundo año, Malfoy? —Preguntó: dejando de moverse y ocasionándole aún más dolor. La verdad era que aquello, le volvía loco al joven pelirrojo— Insultaste a la prometida de mi hermano. Te burlaste de muchos magos llamándoles sangre sucia. Provocaste que mi hermano esté en la enfermería.
»Dime algo, ¿De qué te sirvió burlarte de ellos? ¿Acaso tu estatus de sangre te ha hecho mejor? ¿Te ha salvado? No. Eres un asco. Un asco que no merece existir, alguien a quien cualquiera podría desechar, ahora no eres nadie. Ni siquiera alguien a quien pudiéramos llamar bohemio. En Hogwarts eras solo un grano en el culo para muchas personas, incluso para Potter. Ahora solo eres una puta, una zorrita.

El autoestima de Draco dejó de existir al oír esas hirientes palabras. Al sentir esas horribles manos sobre su piel. Al ser violado, al ser lastimado tanto física como emocionalmente.

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora