Capítulo diecinueve.

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Like parallel lines.

Harry se removió incómodo en la cama; la semana había pasado rápido y no solo cargaba con ser el niño que vivió: había traicionado a la familia Weasley pese a que ellos le dijeran lo contrario y ahora, una Ginny Weasley dormía en su cama.
Pudo centrarse en el perfil de la muchacha bajo la socegadora luz de la luna. Su mata de cabello pelirrojo caía de forma rebelde por la almohada, sus ojos cerrados y una cálida expresión de relajo. En cambio, el muchacho lucía exhausto, exhausto por aquellos pensamientos que lo atormentaban. Recogió sus gafas y miró hacia el blanco techo de su habitación.

- como si no tuviera suficiente - pensó el muchacho. Pronto Malfoy le dedicó una sonrisa, una sonrisa en sus pensamientos. - ¿Por qué no puedo dejar mi complejo de héroe para otro día?

Reñido por sus sentimientos, había decidido cerrar los ojos. Sin embargo, a pesar de haberlo hecho los pensamientos continuaban y las preguntas lo atormentaba, quizás era en realidad aquel futuro incierto, aquel que lograba carcomerlo.

- ¿Lograrás ser feliz, Draco?

De inmediato, pensó en George Weasley y en los caídos de guerra. Pensó en Dumbledore y sus palabras sabias, de algo estaba seguro, Dumbledore hallaría las respuestas para aquella duda que seguía presente. Pensó en Remus y en sus maravillosas clases, y en como su hijo crecía ante la ausencia de sus padres. Pensó en Sirius... en aquella persona que seguía necesitando, como a sus propios padres.
Pensó en Fred Weasley y se detuvo de inmediato; la situación era bastante complicada.
No creía poder presentarse al juicio contra George Weasley, porque pese a sus malas decisiones, sus malos actos; el muchacho solo se había desviado. Desviado ante la muerte de su gemelo.

·

Pss, Harry! Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

-¿Qué hacen? -preguntó Harry con curiosidad-. ¿Cómo es que no están camino de Hogsmeade?

-Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos -le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente-. Entra aquí...

Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de Fred y George. George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.

-Un regalo navideño por adelantado, Harry -dijo. Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de Fred y George, lo miró con detenimiento.

-¿Qué es?

-Esto, Harry, es el secreto de nuestro éxito -dijo George, acariciando el pergamino.

·

Harry removió en un gesto inquietante su cabeza ante ese alegre recuerdo. ¡Merlín! Al parecer, Voldemort seguía ahí: destruyendo a las personas a través del tiempo.
Y para su mala suerte, su ya esposa despertaba tallando sus ojos.

- Harry -Masculló la chica, la voz somnolienta relucía sin algún mérito- ¿Qué hora es?

Harry suspiró.
- Aún es muy tarde, creo que deberías descansar... dentro de unas horas será un mártir.
Ginny afirmó con la cabeza regalando un pequeño bostezo y volviendo a cerrar los ojos. No le fue difícil conciliar el sueño, pero para el niño que vivió y venció lo fue.

El sueño se vio interrumpido por un irritante sonido. Harry aún con cierto desdén apagó aquel aparato muggle, frotó sus ojos con levedad y volvió a tomar sus gafas, su esposa se encontraba frente suyo. Ceño arrugado en una clara señal de intriga, sumando a la molestia que le producía ir al Wizengamot.

- se nos hace tarde.

Fue lo que único que pronunció aquella muchacha antes de salir de la habitación. ¿Ginny le guardaría rencor por enviar a su hermano a Azkaban? Se sintió tan estúpido. La respuesta era obvia.

Poco después de haber bebido café, la pareja se encontraba en aquel tétrico lugar o quizás, solo sombrío. Buscó con la mirada a Draco, él estaba en el estrado, tenso y sobre todo asustado. Sus gestos lo decían todo y Harry se dio cuenta cuando ambas miradas se conectaron. Ni siquiera lo pensó, le había sonreído tratando de transmitirle todo su apoyo posible.

Y como si Draco lo entendiera, se relajó.

- Bien... daremos inicio a la acusación del los señores Malfoy. En primer lugar al ministro Rogers, por haber realizado un acto ilícito subyacente a la trata de personas.

»Queda sentenciado Edward Rogers Norton al beso del dementor por haberse tomado el derecho de retener a jóvenes pertenecientes de la casa Slytherin y... venderlos a la trata de personas.

Lucius y Narcissa lucían erguidos dando a entender que un Malfoy, pese a las dificultades jamás declinan. A su derecha, se encontraban los Weasley con un gesto desalentador mirando con cierta pena al muchacho Malfoy.

- Solicito la presencia de George Weasley.

Harry guió su vista hacia la puerta de entrada, George era escoltado por dos aurores muy bien entrenados. Tragó inmediatamente saliva y volvió su vista a Draco Malfoy a quien al parecer le estaba dando un ataque de pánico.

- Hola, Draco.
Y Harry supo entonces que aquella persona maníaca no era George Weasley.

- ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que nos vimos? ¿Una semana? ¡Sí!

- Señor Weasley- interrumpió el hombre, bastante corpulento y unos amenazadores ojos avellanas; Angelo Corrington. - Guarde silencio.

Pronto le dieron a beber aquella poción; Veritaserum.

- Señor Weasley. ¿Es cierto que usted mantenía en cautiverio a Draco Malfoy?

George sonrió ladino- Sí, y disfrutaba el tenerlo en todos los ámbitos posibles.

El hombre guardó silencio por un momento y volvió a hablar.

- Señor Weasley, en vista a los delitos que ha cometido se lo condena a una vida en Azkaban para finalizar con el beso del dementor.

En el momento que había dicho aquello, Molly Weasley se encogió en su lugar y fue arrullada por su esposa en un gélido intento de consuelo. Draco no creía que el juicio saldría todo bien, que George no lo haya atacado.

No pudo cantar victoria, pronto vio al pelirrojo levantarse estrepitosamente de su asiento y los aurores sosteniendo al joven con fuerza.

- Y tú Malfoy, no pienses que esto ha acabado. Pronto nos volveremos a ver y sabrás que nunca has dejado de ser mío. ¡Me perteneces, tú y tu maldito cuerpo!

Draco se había exaltado demasiado ante aquella amenaza, su respiración se volvió errática y sentía un sinfín de calor emanar de su cuerpo.

Los aurores lo llevaron a arrastras del lugar. Draco se había puesto más pálido de lo normal, mientras Harry Potter corría de nuevo a socorrer al muchacho.

Ginny observó con recelo la escena. Le pareció injusto, ella había perdido a su hermano por aquel rubio.

- cretino.
Pensó la chica al ver al rubio esconderse entre los brazos de su esposo.

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora