Capítulo ocho.

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Había despertado después de un largo rato. Su cuerpo se sentía muy liviano, pero sentía muy seca su garganta y una sed interminable, al igual que el hambre.

Los golpes ya casi no dolían, solo estaban aquellas horribles marcas en su cuerpo.

— Despertaste.
Una voz captó su atención, era Ron. Nada había sido un sueño, él lo había sacado de ese horrible lugar.
— El doctor Williams te dio una poción repara huesos, y una poción para el dolor y los golpes.

¿Doctor? ¿Qué significaba eso? Aunque, aquello se lo cuestionaría después, ahora solo necesitaba algo esencial.

— Agua.

El rubio balbuceó sentándose en la cama. Y es que en verdad necesitaba hidratarse.

El pelirrojo conjuró un hechizo poco audible en donde una jarra y un vaso hicieron aparición. Estaba sorprendido, pues el rubio casi había vaciado la jarra.

— ¿Hace cuánto no bebes agua?

No respondió. Solo se encogió de hombros y volvió a su antigua posición; no gustaba en hablar con nadie.

— Novak. Trae la comida para Malfoy.

El elfo había aparecido, también, asintiendo a la orden de Ron. Por alguna extraña razón aquella criatura pequeña le recordaba demasiado a Dobby.

— Luces mal, Malfoy —Habló ron y él intentó no rodar los ojos; ¿era en serio lo que había dicho? Como si no lo supiera—.Me gustaría quedarme, pero, tengo que ir con Hermione.

Hermione Granger. Hace muchísimo que no oía sobre ella, y por lo que escuchó (Entre las conversaciones de Weasley menor y Weasley mayor), la sangre sucia estaba comprometida con la comadreja; bueno, solo un ciego no se daría cuenta del amor que sentía la sangre sucia hacia ron.

Precisamente. Ronald Weasley solía ser ese ciego.

[♣]

Un nerviosismo con ímpetu, recorrió por el cuerpo de Harry. Estar en ese lugar, tan de mala muerte, le parecía tedioso. Había acordado con Finnigan ir ese día, a la subasta anual. Después de todos, habían pasado tres meses desde que el primogénito de los Malfoy, había sido subastado.

— Harry. Si no llevaras la capucha, juraría que estás nervioso o tenso —Murmuró Seamus observando a su al rededor, todo se encontraba perfectamente ordenado. La luz era tenue, de un azul oscuro. Las mesas ordenadas en fila. Harry miró por cada rincón en busca de alguien— Te lo digo, hombre. Ese sujeto, el que compró a Malfoy, no creo que se aparezca este día, este mes. Nunca lo hará.

Seamus habló como si hubiera leído sus pensamientos.

— ¿Cómo lo sabes? —Pregunta. Su estado neutral, ahora lo delata.

— No es necesario ser un investigador profesional para darse cuenta, —Dice Seamus— simplemente, ha sido un señuelo.

— ¿Señuelo? —Ahora la curiosidad aborda abruptamente el cuerpo de Harry— ¿A qué te refieres?

— Es fácil de deducir, —continúa— Alguien lo contrató para que lo hiciera por él. Para que comprara a Malfoy.

Harry relame sus labios frustrado. Pero, simplemente, encuentra la respuesta como si fuera el peor problema de matemáticas muggles, sin resolver.

— ¡Eso es! —Exclama con total libertad. Llamando la atención de varios sujetos, el muchacho, ruborizado por haber logrado aquello; se sienta en un taburete, frente a la barra de bebidas— Sólo debo encontrar al sujeto. Él me revelará la ubicación de Malfoy.

— Quizás el veritaserum te ayude un poco —vuelve a hablar Seamus como si fuera lo más obvio, — además, ¿Cómo planeas encontrarlo? Es como buscar una aguja en un pajar.

Encontrar al hombre que compró a Malfoy.

— Hermione puede ayudar. Digo, ella es experta en varias cosas y muy inteligente.

Seamus sonrió ladino y asintió.

— Espero que mione tenga la respuesta a todas tus preguntas, Harry.

— Espero lo mismo. Seamus.

Harry tensó su mandíbula al ver a tantos jóvenes en fila, esperando a ser subastados a diversos pervertidos.

— Son muggles y uno que otro de Slytherin, Harry—Susurró Seamus— Están subastando a muggles.

— Merlín. ¿Qué acaso nunca habrá paz? —susurra Harry levantándose de su asiento. Seamus notó que había sacado su varita.

— ¡No! Harry. No vayas a hacer lo que estoy pensando, es una locura —Murmuró el joven mirando a su exaltado amigo— Por favor. Será una catástrofe, el ministro haría que vayas a Azkaban antes de siquiera pronunciar tu primer bombarda máxima.

— Pero, Seamus.

— Harry, así no podrás ayudar a los Malfoy y mucho menos salvar a su hijo.

— Maldición—Balbuceó el azabache volviendo a tomar asiento. Frustrado— Tienes razón.

— Es difícil, también he sentido esas ganas de salvar a todos. Digo, después de todo somos Gryffindor.

— Gryffindor o no—Continuó Harry— No puedo ver tanta injusticia aquí.

— Salvarás a Malfoy, así tardes muchísimo. Lo harás.

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora