Capitulo siete.

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Harry frunció levemente el ceño, al oír hablar a Hagrid de esa forma. Tenía más que claro, que no haber vuelto a Hogwarts, fue una de las mejores decisiones que había tomado; sin embargo, debía visitar a su viejo y confiable amigo.

— Te lo digo, Harry— el hombre barbudo reafirmó su opinión— Eso de las subastas de magos o mortífagos, es una de las peores cosas que le pudo haber ocurrido al mundo mágico. Es decir, el nuevo ministro.

— Es más que obvio— dijo ya el azabache— Estoy entrenando para auror, sin embargo, estaré metido en la parte de investigación.

— Me alegra saber eso, querido Harry. El otro día, se perdieron dos alumnos: uno de tercero Slytherin y otro de cuarto Hufflepuff.

Harry tragó en seco. Slytherin: Malfoy, Draco Malfoy.

Tan solo pedía un solo día para pensar en el rubio Slytherin. Pero le resultaba imposible. Muy imposible.

— Harry, ¿Sigues ahí?
Hagrid preguntó bebiendo del té que él mismo había preparado.

— ¿E-eh? —El azabache lo miró dubitativo, pronto reaccionó: — Eh, digo sí. ¿Decías?

— Te comentaba que Mcgonagall ha prohibido, nuevamente, la entrada al bosque prohibido. Los niños son más frecuentes a perderse ahí, nada como tu generación, Harry—El mayor del lugar soltó un agotador suspiro y se levantó de aquel asiento—. Y como ves, ahora imparto clases a los de tercero.

— Es comprensible — Responde el azabache; — Es decir, después de la guerra no creo que Mcgonagall acepte perder más estudiantes.

— Faltaba unos meses para que termines, Hogwarts, legítimamente. Harry —Murmuró el hombre soltando un devastador suspiro— Pero, supongo que te han ayudado muchísimo.

— Supongo.

Fue su única y seca respuesta. Necesitaba seguir con su búsqueda, había hecho su dicotomía respecto al plan.

1·Hablar con Finnigan.

— Creo que ya es tiempo de marcharme. Ha sido un gusto pasar esta mañana contigo, Hagrid.

— Lo mismo pienso, Harry. Lo mismo pienso.
Después de haberle dedicado una sonrisa sincera, el de orbes verdes caminó hacia la salida: centrado en sus pensamientos. Le era tan difícil asumir el cómo cambió drásticamente su vida, ahora no se trataba de un lunático queriendo ser superior a cualquier ser viviente.

Ahora se trataba, más bien, de personas perversas subastando inocentes.

A pesar de todo, sentía que sólo habían cambiado el protagonismo de los villanos, pero la obra seguía siendo la misma.

La misma vida era injusta, sin lugar a a duda.

[♣]

Draco gimoteó en protesta. El lugar era demasiado pequeño para su gusto. Había estado encerrado desde el día en el que nuevamente intentó huir.

George era un lunático y él no deseaba estar más tiempo en ese lugar. Prefería estar en Azkaban, sin duda alguna. Incluso, prefería la muerte.

Tenía hambre y sed. Necesitaba agua, por Merlín hace tres o cuatro días que no bebía siquiera un trago, trataba de no perder la poca cordura aferrándose a sus pocos recuerdos felices que poseía. (1)

Oh, claro que ese día George lo golpeó hasta cansarse. Hasta saciar su enojo, hasta dejarlo, prácticamente, inconsciente. Cuando despertó, lo hizo en ese cuartito tétrico y oscuro.

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora