–Tranquila, ¿bien? Encontraré una forma de ayudarte. Encontraré una solución, te lo prometo.– Dijo la chica de ojos esmeraldas una vez que llegaron a la entrada de la enorme casa de Camila.
Camila solo pudo asentir creyendo fervientemente en la palabra de aquella chica que hasta hace unas horas no conocía más que de vista, ahora sabía que sí, su nombre es Lauren Jauregui como lo mencionaron sus amigas la noche del baile de graduación y, también sabía, que sus padres son profesores de medicina en la facultad de la universidad del Pacífico. Por lo que sí, tienen una muy buena posición económica y, según lo que comento Lauren, también ejercen su profesión por las tardes.
Lauren al ver la mirada gacha de Camila no pudo evitar tomarla de ambas mejillas para que la mirará y se sorprendió al no tener un rechazo de parte de Camila. Aún así, aquel amor platónico quedaba atrás al ver su mirada llena de esperanza.
–Créeme Camila, yo te ayudaré, no estás sola en esto.–La chica de ojos marrones sintió como escapaba una lágrima y está vez era de felicidad, esperanza, o tal vez ambas. Ella estaba tan aturdida que no cuestionó las palabras de Lauren, simplemente quería creer, después de todo, es la única persona que le estaba brindando su apoyo y ella lo tomaría.
Camila recordaba la última conversación que tuvo con Lauren hace cinco días. Y le decepcionaba no haber vuelto a saber de ella pero, ¿Quién se iba a querer echar encima aquel paquete? Ni siquiera Austin que era el padre lo hizo, ¿Cómo pudo creerle de aquella ciega manera? Y la respuesta estaba más que clara y Camila lo sabía, simplemente porque cualquier apoyo lo tomaría y lo creería.
Pensó en la voz convincente de Lauren al decirle aquello y se tacho de estúpida al solo asentir sin cuestionarle nada. Así que, en resumidas cuentas, volvía a estar sola, si es que alguna vez dejo de estarlo.
Camila por lo pronto solo se encerraba en su cuarto para encontrarse lo menos posible a sus padres, no podía con la culpa de verlos a la cara con una noticia de la cual ellos no sabían nada. Sin embargo su madre algunas veces se ponía muy insistente para que saliera como justo ahora.
–Señorita Camila, su madre la espera en el patio trasero.–Hablo la voz de una de las empleadas de la casa después de haber tocado la puerta un par de veces.
Camila rodó los ojos en fastidio, su madre había mandado a la misma chica a tocar su puerta tantas veces que no le quedaba más remedio que bajar. La latina reemplazo su pijama por unos jeans de mezclilla, una blusa blanca y unos tennis del mismo color, no se esmeró en peinarse por lo que solo se agarro de forma descuidada el cabello.
Camila vio a su madre tomando limonada sentada en su mesa de desayuno de verano blanca. Le sonrío un poco sentándose frente a ella.
–Vaya hija, pensé que ibas a bajar aún con el pajama puesto.–Sinu insinuó a su hija su rutina descuidada que se había vuelto frecuente en Camila.
–No, madre, ya vez que no es así.–Respondió la chica de manera seria sirviéndose algo de limonada. Quería ocupar su mente en algo más y omitir el rostro de interrogación de su madre que últimamente llevaba cada que se dirigía a ella.
–Bien, tenemos que hablar de lo que te ocurre.
Camila dejo el vaso lleno de limonada en la mesa al escuchar las palabras de su madre. Mantuvo la mirada en el vaso como si fuera lo más interesante de ver. Por la cabeza de la chica pasaba el como se había enterado su madre pero ¡vamos! Se trataba de Sinu Cabello nada pasaba desapercibido para ella y si es así utilizaba su influencia para averiguar lo que sea.
Para Sinu no pasó desapercibida la actitud nerviosa de Camila, por lo que pensó que esto era más importante de lo que se imaginaba, pero haría lo que fuera para sacarle la información.
–No sé de que hablas, madre.– La chica de ojos marrones decidió darle la vuelta a la situación, no pensaba ni de broma revelarle su estado a su madre, al menos no ahora, no se sentía preparada para ello. Ni para los reproches que se venían junto con la confesión y ni pensar del enfado de su padre.
No sabía el que sería capaz de hacer su padre con toda la influencia que tenía y también no pensaba darles un peso más encima del que ya tenían con el problema de la empresa y el fraude era más que suficiente.
–Camila, deja de mentirme.–Sinu hablo impaciente. Estaba harta de los secretos de su hija.
Para Camila el tono de voz que utilizó su madre no pasó desapercibido y se encontró subiendo la mirada para verla a los ojos.–Mamá... yo te juro que no es mi culpa y te quiero pedir que lo tomes con calma...
El sonido de alerta de llamada del móvil de Camila dejo a ambas a medias en la conversación. Camila tomo el móvil y al ver que se trataba de un número desconocido pensó en no responder pero lo hizo, pues al menos le daría tiempo para pensar el como le diría a su madre sobre su embarazo.
–¿Diga?–Respondió Camila dudosa.
–¡Tengo la solución! ¡Camila, tengo todo pensado!.–Ella escucho la voz del otro lado de la línea y frunció el ceño al no saber de quién se trataba.
–¿De que habla? ¿Quién es?–Preguntó tratando de entender.
–Soy Lauren, y ya tengo la solución.
Camila al fin pudo reconocer aquella ronca voz que le hablaba, aunque no sabía cómo rayos había conseguido su número no le importo porque eso pasaba a segundo plano al escuchar y darse cuenta de lo que ella decía.
–¿De verdad?–Camila preguntó sin llegar a creérselo del todo, con una voz llena de esperanza y aunque Lauren no podía ver los ojos de Camila con aquella chispa, lo pudo notar en su voz.
–De verdad. Te prometí que lo pensaría, te llamé tan pronto como la tuve. Confía en mi Camila, no te dejaré sola, lo que te dije aquella tarde es verdad.
–Está bien.–Susurró Camila.
–Ok. Tenemos que vernos lo antes posible para hablarlo y llevarlo a cabo.–Camila asintió como si Lauren fuera capaz de verla por lo que la chica de ojos esmeraldas tras unos minutos sin escuchar a Camila habló:—¿Camila?
–¿Qué? Perdón, si, si, nos vemos en la cafetería del otro día en una hora.
–Muy bien, allí te veo. Hasta entonces, Camila.
Y la chica de ojos marrones se encontró asintiendo de nuevo escuchando como perdía la voz aquella llamada. Bajo el móvil y se incorporó rápidamente para salir lo antes posible al encuentro con Lauren.
–Camila, ¿A dónde vas?–Se escucho la voz de Sinu preguntar.–Tenemos una conversación pendiente.
–Ahora no madre, ahora no.–Respondió Camila saliendo a grandes zancadas tomando las llaves de su auto, ese que casi no usaba porque Austin la llevaba a todos lados antes de que cambiara y antes de que la dejara.
Camila se metió al coche encendiéndolo y negó al comenzar a salir de su casa pensando en el que casi le revela su estado a su madre y se obligó a recordar agradecerle a Lauren también por aquello.