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He llevado a mi hermana de vuelta casa esta mañana y me he quedado a Bruno en casa porque ellos van a no sé donde. Sorprendentemente él y Chanel siempre se han llevado muy bien, así que no hay problema porque sean perro y gato.
Después de comer, cuando estoy en el sofá viendo una serie, mi móvil empieza a sonar y veo que es Pimp Flaco, que no tiene ninguna razón para llamarme pero por algún motivo lo está haciendo.

—¿Qué?— contesto bastante seca, porque sinceramente no quiero hablar con ninguno.

—Soy Kinder— bufo bien fuerte para que lo escuche —Gracias por ese sonido tan agradable—

—¿Qué es lo que quieres?—

—Mi móvil se ha apagado y quiero saber a que hora nos vamos a ver—

—Mira, lo de ayer era un farol— me miro las uñas mientras hablo con él —Estaba con mi hermana y no quería que vinieras, no tenemos nada que hablar, Kinder—

—Venga ya, ¿En serio estás tan enfadada? Tú dijiste que eramos amigos, no me gusta estar enfadado con mis amigos—

—Sabes perfectamente qué somos— paro la serie porque me la estoy perdiendo toda —Hacemos como si no nos conocemos, no va a suponer nada en nuestras vidas—

—No seas tonta— se ríe un poco y suspiro

—Te veo en ese kiosko que está cerca de mi casa a las siete— le digo y justo después le cuelgo. Lo que hay que aguantar.

* * *

A las siete menos cuarto más o menos voy a dónde hemos quedado, porque voy paseando a Bruno y aprovecho para sacarlo antes. Fumando un cigarro sentada en el banco, subo la mirada de mi móvil y veo a un tío que rezo por que no sea el que yo pienso.
Cuando mira hacia mí se confirma que es Albert y mantengo la mirada en él cinco segundos para volver a mirar el móvil. Dios quiera que no se acerque ni me hable como si fueramos amigos, porque sería común en él.

—¿Arabia?— se está acercando a mí y hago como si no lo escuchase, por si cuela. Pero no, se queda en frente mía y lo miro. Es guapísimo y es por eso que me fijé en él.

—Hola— digo con la voz casi temblorosa. El valor que tengo con él se me va, y lo sabe.

—Hace mucho que no nos vemos— se sienta a mi lado con toda la libertad y me sonríe haciendo que casi me desmaye. Ahora me arrepiento de haber venido antes —¿Cómo estás?—

—Muy bien— guardo mi móvil y lo miro. Está más guapo por años por dios.

—Estás muy cambiada— me mira de arriba a abajo y sólo quiero arrancarle los ojos.

—Es lo que tienen los años— le doy una sonrisa falsa —Tú no has cambiado nada— le digo. Sigue teniendo la misma labia y la misma pinta de chulo.

—Vaya, gracias— se ríe —¿Qué haces aquí sola?—

—No estoy sola, estoy con mi perro y esperando a alguien— asiente y de verdad que solo quiero partirle la cara, y antes de que hable la rabia acumulada se me viene como veneno —Ni se te ocurra quedarte aquí, tío. No me puedo creer que seas tan rastrero como para venir aquí y saludarme como si fuesemos amigos y no me hubieses hecho nada. Ya soy mayor y he cambiado también personalmente, no soy como antes y puedo decirte que eres gilipollas sólo por venir a saludar—

Su cara es un cuadro. No pensaba que fuese a decirle esto simplemente porque jamás habría dicho algo así cuando estaba con él.

—¿Me sigues teniendo rencor en serio?— niega burlándose —En lo infantil no has cambiado nada, Ara—

—No quiero pelear aquí. No quiero tener ninguna discusión contigo, eso ya pasó hace mucho— sonrío mientras me enciendo un cigarro y miro a otro lado. Él no se levanta.

—Sólo quería saber como te iba, no creo que eso sea malo—

—Bueno, es malo viniendo de un exnovio cabrón— me río irónicamente y le doy una calada al cigarro —Si quieres saber cómo me va, de puta madre. Me dejaste por darme cuenta de cómo eras y a partir de ahí fue todo a mejor, y en el amor, mira, no quiero amor. No tengo novios pero follo prácticamente todos los días— sonrío y él también, no sé muy bien por qué.

—Ya veo que te va bien— me quita el cigarro y se levanta del banco, haciendo que yo me levante a cogerlo. Le da una calada y deja que se lo quite.

—Eres un imbécil de categoría— tiro el cigarro y lo aplasto —Por si me pegas algo— me río de él.

—Venga ya, sabes que no— me saca un corte de manga —Yo fui el primero— me guiña un ojo y de nuevo quiero arrancarselos.

—Ojalá no hubiese sido así— lo miro con asco y detrás suya veo que Kinder viene hacia donde estamos —Mira, mi amigo está aquí y no quiero que me vea contigo. Sinceramente no quiero que nadie me vea contigo, la gente tiene la lengua muy larga y tus putas envidiosas se van a enfadar— me río, le palmeo el hombro y me gustaría tener una foto de su cara, antes de poder hablar, cuando ve a Kinder llegar.

—¿Kinder Malo?— me mira con una ceja levantada y bufo.

—¿No te vas a ir?— aprieto los dientes mirándolo —Que te follen, Albert— digo ya cansada, y a Kinder que mira la escena extrañado lo cojo de la muñeca y prácticamente los arrastro a él y a mi perro, por fin quitándome de encima a ese engendro maligno, habiendo soltado lo que tenía guardado desde hace dos años. 

ñoco ñocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora