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Ha pasado un día y mi primo y Nacho están en mi casa, porque yo lo he llamado. Quería estar acompañada con alguien, porque no quiero irme de fiesta y quiero alguien para hablar, mis amigas están de fiesta o con sus novios, y no quiero interrumpir. Sé que Raúl viene en cualquier momento, así que siempre recurro a él.

—¿Así que solo por eso os habéis peleado?— levanta las cejas incrédulo y Nacho niega bufando.

—Es un paranoico. Entenderme, yo soy extraña desde que dejé a Albert y un tío que conozco de hace menos de un mes empieza a gustarme, ahora resulta que este es un loco y se cree que estamos casados o yo que sé qué y—

—Yo creo que la paranoica eres tú. Pensaba que tenías superado a Albert— dice Nacho y lo miro muy mal.

—Y lo tengo, lo sabéis. Pero no estoy acostumbrada a que alguien me guste, joder— le doy una calada a un cigarro.

—Han pasado dos años, ya era hora. Mucho te quitó para que lo siga haciendo— dice Raúl y yo suspiro.

—No estamos hablando de él—

—Para de ser gilipollas. Kinder te habló mal porque no es normal que le digas esas cosas porque sí— me tira una bola de papel Nacho y se lo tiro de vuelta.

—¿Pero que mierda dices? Él se fue con tías delante mía— vuelvo a fumar y niego con la cabeza —Mirad, paso. Ya no tengo nada con él ni voy a tener porque le dije claro lo que quería— ruedo los ojos y ellos me dan un beso. Por lo menos los tengo como apoyo.

ñoco ñocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora