Al día siguiente, a eso de las 9 de la mañana, me levanto para desayunar y me encuentro a mi padre trabajando en el ordenador.
-Buenos días, papá.
-Buenos días. ¿Cómo dormiste?
-Bastante bien, ¿y tú?
-La vecina ha vuelto a la carga con su periquito. -dice fastidiado. Cualquier día aparece degollado el pajarraco de las narices...- Pero en fin, me tenía que levantar igual, no importa.
Sonrío y caliento el desayuno. Es cuando se me da por mirar al suelo del pasillo, justo donde está la puerta de la entrada y veo algo tirado en él. Me acerco y puedo ver con claridad lo que es. Una carta. La misma carta de ayer, amarillenta, cerrada con un sello de cera. La misma carta que nos ha dejado a todos muy desconcertados. Exactamente la misma carta.
-Papá.
-Dime, Rocío.
-¿No tiraste la carta, esa rara, ayer?
-Sí, ¿por qué?
-Porque estaba tirada al lado de la puerta de la entrada.
-Pero eso es imposible, he tirado hace nada la tapa de un yogurt y la carta sigue ahí.
Me acerco a mirar la basura y ahí está, arrugada y algo manchada. Pero yo tengo otra en la mano. La abro con rapidez, y tras leerla descubro que es la misma.
-Papá, es la misma.
-¿Qué dices? -se levanta con rápidez y viene hacia mí.
-¡Que es la misma carta, nos la acaban de deslizar por la puerta otra exactamente igual!
Mi padre la coge y la examina lentamente. Veo que abre los ojos sorprendido.
-Pero... ¿Cómo?
-¿Qué hago, papá?
-¿Qué vas a hacer? Pasar. Pasar del tema y se acabó. -tira la carta a la basura junto con la otra y vuelve a su sitio. ¿Qué está pasando y qué son esas cartas?A la tarde, mis padres se van a la piscina con mi hermano, dejándome quedar en casa a mí sola. Una hora después voy hacia el salón para mirar un poco la tele. Me aburría el móvil, y pensé que, aunque sea por una vez, podrían echar algo interesante, así que, después de haber abierto la ventana de mi habitación aprobechando que había refrescado un poco afuera, pasé por delante la puerta de la entrada para ir al salón, si embargo... Un montón de cartas amarillentas con un sello de cera me lo impedía.
-No puede ser... -abro la boca, que facilmente me podía llegar hasta el suelo, y me arrodillo. Abro una de las muchas cartas del montón y... - ¡Vaya! ¡Qué sorpresa! ¡Pero si es... Es la misma! ¡A-anda! -digo, con una mueca de miedo en mi cara.
Me levanto y miro el montón fijamente. Tras unos minutos de observarlo, llego a la conclusión de que es mejor llevarlas a mi habitación.
<<Ya las tiraré luego. Cuando mi padres las vean y me digan que hacer...>> pienso.
Las dejo encima de la alfombra y me voy de allí lo antes posible.
-A ver si con un poco de suerte vuelan afuera. -digo, mientras pienso en la ventana que dejé abierta.- Se me quitaría um peso de encima...
Os seré sincera, algo parecido pasó, pero no me deshice de las cartas. Os cuento:
Cuando empezó a ocultarse el sol tras los edificios decidí ir a mi habitación para cerrar la ventana de mi habitación, pues no quería que me estuviesen fastidiando luego los mosquitos e hicieran "fórmula 1" en mis orejas. Abro la puerta de mi habitación y palidezco.
-¡La madre que me parió...!
¡En mi habitación entraban cartas volando a mi habitación por la ventana! ¡Había cientos en el suelo! ¿¡Qué digo!? ¡¡Miles!!
-¡Ay la virgen, ay la virgen! -fui hacia la ventana como pude y, no preguntéis como, pero logré cerrar la ventana, impidiendo así que entren más cartas.- ¡Fiu...! -suspiro.
Me dejo caer en el suelo de golpe, acolchado gracias a las malditas cartas. Veamos... ¿¡Qué está pasando!?
-Bien. Vale. Estupendo. -miro las cartas como cualquiera mira, que sé yo, una mesa por ejemplo, como si fuera algo corriente que hubiera miles de cartas que entraran ellas solas hasta mi habitación y vengan de un sitio que al buscarlo en Google no aparece absolutamente nada relacciomado con el lugar. Normal. Claro que sí.- Seguro que todo esto tiene una explicación científica...
Pero por más que pienso e intento buscarle una explicación, no encuentro ninguna. Solo sé que pasó y ya está. Eso sí, en lo que empiezo a pensar ahora es que estar aquí rodeada de tanta carta no me hace ningún bien, y que lo mejor será estar en otro sitio, como... El salón, que en un principio era adonde tenía pensado ir. Salgo de mi habitación como puedo, casi a patadas con las cartas y me dirijo, ahora sí, al salón. Pero claro, siempre tiene que haber algún inconveniente... ¡Cómo no, relaccionado con las cartas!
-¿¡Pero qué cojones!?
Más cartas idénticas, digo yo, se meten por debajo de la puerta de la entrada.
-¡Bueno, ya está bien! ¡Voy a llegar al fondo de esto...!
Cabreada como estoy, abro la puerta y una avalancha de cartas me tira al suelo. Genial. Enterrada bajo una montaña de cartas. Saco la cabeza y tomo una bocanada de aire enorme, me quedaba sin aire ahi dentro. Las cartas vienen de las escaleras del edificio, subiendo piso a piso.
<<Si suben por aquí... Entonces...>>
Cierro la puerta, ignorando que más cartas siguen metiéndose por debajo de la puerta. Vuelvo a mi habitación y miro por la ventana sin abrirla. Vienen de afuera. Del... ¿Cielo? Es extraño, es como si no se viesen caer, pero luego, en el último momento, antes de meterse en el portal, se pudieran ver. O al menos yo las veo. Y digo esto porque ya no sé que pensar, a lo mejor estoy loca o algo. Corro ahora sí, por fin, al salón, cierro la puerta y me refugio allí. Suspiro de alivio al tirarme en el sofá.
-¡Sí, menos mal, por Dios! Aquí no pueden entrar, estoy a salvo en mi saloncito. Sí.
Oyes, es decirlo y empezar a entrar por debajo de la puerta del salón más cartas.
-¡¡No!! -chillo.
Una ola de cartas me baña y vuelvo a quedar enterrada. Saco la cabeza y vuelvo a respirar como si fuera la última vez que lo fuera a hacer. Tengo un cabreo de tres mil pares de narices, así que no se me ocurre nada mejor que hacer que gritar a los cuatro vientos:
-¡¡Esto es surrealista!! ¡Quién quiera que esté haciendo esto, que pare ya! ¡Dame un respiro!
Y para mi sorpresa... Funciona.
Al acabar de soltar mis súplicas dejan de llegar cartas, como si yo tuviese el control sobre ellas.
-¿Qué...? Han parado cuando... Cuando yo... Casualidad, sí, casualidad. Eso, sí... Casualidad. Sólo eso. -salgo del montón de cartas y decido sentarme en el sofá, contemplando el salón con miedo.
Ya puedo oír a mi padre...
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¿Y si fueras a Hogwarts...?
FanficEstás aburrida en casa sin nada que hacer, y como de costumbre, tu madre necesita que le hagas unos recados. Cuando vuelves a casa, decides coger también el poco correo que puede haber en tu buzón. Lo revisas y... ¿Qué tenemos aquí? Vaya, tienes una...