El fantasma del ático

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Desayunamos unos ricos huevos con beacon, que nunca antes había desayunado, por cierto, de esta manera, y al saberlo, Molly me hizo no sé cuantas tiras de bacon y dos suculentos y enormes huevos fritos, junto con un par de tostadas.
-Ala. -digo, sorprendida por el mega plato que me han puesto. George, todavía despeinado, se sienta a mi lado y se echa a reír.
-¿Vas a poder con todo eso?
-Claro. ¿Por quién me tomas?
-Él no sé, pero yo te tomo por la novia de mi hermano, que le gusta zamparse unos buenos huevos por las mañanas. -ríe Fred y yo escondo la cabeza entre mi pelo, que me ha crecido un poquitín.
-¡Oh, buena esa Fred!
-Antes te quejabas, ¡pero ahora no! ¡Choca! -chocan los cinco y ríen. Menudos estos... Fred se sirve otras tiras de beacon y se sienta a mi derecha.- ¡Uy, uy, uy! Que bonito color violeta, Rosie... -me toca el cuello y yo me aparto. Aún estoy un poco... En trance por lo de ayer, pero aún así, decido seguirle el juego. Él lucha porque esto no sea incómodo, así que... Sería feo por mi parte quedarme callada o algo.
-¿Verdad? Me favorece.
-¿Ahora podré llamarte ciruela también?
-Llámala "mora". Cambia de violeta a rojo. -ríe George y Fred casi atraganta con su zumo de naranja, pero ríe igualmente, bastante fuerte. No paran hasta que Molly llega y les da una colleja a los dos, para que se callen y me dejen desayunar tranquila. Cuando Molly se va, soy yo quién ríe, junto con Ginny y Ron.
-No te rías. -me dice George, algo avergonzado.
-Eso. No es justo, ¿por qué mamá siempre nos trata peor cuando hay chicas alrededor? -Fred se frota la cabeza y hace una mueca.
-Y sobre todo chicas guapas... -George también hace una mueca, la misma.
-Creo que se refieren a ti. -susurro a Ginny y ella ríe. Sin embargo George me oye, y me pasa un brazo por los hombros para acercarme a él y abrazarme todo lo fuerte que puede y yo me atraganto con el beacon.
-¿Decías, amor?
Toso, no solo por su fuerza, no pensaba que tuviera tanta en realidad (ignorando esos brazos...), sino por su repentina muestra de afecto, llamándome "amor". Y me ha encantado.
-George, que la ahogas... -le dice Fred, serio.
-No, claro que no. La pobre se ha sorprendido porque no se esperaba que la llamase "amor". Pues vete acostumbrándote. -me dice a mí ahora.
<<Yo me acostumbro a lo que tú quieras, mi amor...>>
Tardo en parar de toser, aún bebiéndome dos litros de agua, pero al final paro. Dios...
-¿Le hago el boca a boca? ¿Vosotros qué decís? -pregunta George, jugando con un mechón mío, y yo no puedo más que ponerme roja.
-¡Menuda pregunta! ¡Hazlo! -dice Fred.
-Qué asco... -dice Ron, levantándose.
-¡Sí, hazlo! -Ginny exclama, ansiosa, y yo la miro indignada.
-¡Ginny!
-Por voto mayoritario queda aprobada la decisión de hacerle el boca a boca a mi novia con la excusa de darle semejante beso que le quite e aliento. Y así poder volver a besarla.
Todos ríen excepto yo. No salgo perdiendo, ¡pero como nos pille alguno de los padres...!
-¿Y yo no tengo nada que ver en esto?
-No. Tú me besas y ya.
-Osea, no puedo objetar.
-Mm... Vale, ¿pero qué quieres objetar?
-Que el boca a boca solo se hace si la persona cae desmayada o no tiene el pulso, y se le hace dos veces después de apretarle treinta veces el sitio exacto donde está el corazón, en el pecho. Se llama maniobra de reanimación cardiopulmonar. Y que yo sepa... ¡No estoy muerta!
-¿Y cómo es que sabes tanto de eso? -pregunta Ginny. Yo me encojo de hombros.
-Ala, ya he objetado.
-¿Así que no te puedo dar ningún beso?
-No uno que me impida respirar durante los próximos tres días. -Fred y Ginny ríen, solo George resopla y chasquea la lengua.
-No seas exagerada...
-No lo soy, solamente soy realista. -digo, inocentemente.
-Bueno, pues muy bien, tú verás. ¿Ahora no? Pues dentro de un rato, pero como te pille sola, verás.
-Ginny, ¿qué tal si nos vamos a la habitación, charlamos de cosas infinitas y...?
-¡Ah no, de eso nada monada! ¡Te veo venir! -me dice George, interrumpiéndome.
-Que raro, ¿no?
George ríe y mira a los demás.
-¿Y si jugamos un partido de quidditch? -propone.
-¡Sí! Venga, ¡me apunto! -digo, levantándome de la silla como si tuviera un resorte en el culo.
-Uff... Es que Rosie nos va a machacar... -suspira Fred, acostándose encima de la mesa.
-Rosie es demasiado buena.
-¡Mentira! Y para que lo veáis... Yo no seré cazadora. Quiero ser... ¡Guardiana!
-¡Y yo voy en su equipo! -grita George.
-¡Ah no, si vamos a jugar un partido, no va a ser con vosotros dos en el mismo equipo! Rosie, yo y Fred. Y Ginny, con George.
-Nos falta a alguien más para jugar... -dice Ginny.
-¡No importa! Somos demasiado buenos, hermanita. -le dice George, chocando los cinco con su hermana.
-Y... Como a mí no me apetece mucho jugar, para que los equipos sean equivalentes, haré de árbitro. -cambia de idea Ron.- Haremos unos tiros a los aros. Ginny y Rosie de guardianes. Fred y George de...
-¡Pero es que así es muy aburrido!
-Hagamos una cosa. -propongo.- Hagamos todos, tú también Ron, una fila. Uno de nosotros que se ponga en los aros a modo de guardián. Tiramos, y si el guardián ligra parar, se va al final de la cola, y el que tiró antes, se pone de guardián. Si no se logra pararlo, está de guardián hasta qje logre parar, yendo así cada "cazador" al final de la cola. ¿Qué os parece?
-¡Muy buena idea, Rosie! -dice Ginny.- ¡Venga, vayamos a coger nuestras escobas al desván!
-¡Vooooooy, voy, voy, voooy! -canturrea Fred, todo alegre.
-Yo la mía la tengo en la habitación, ¡pero aparezco en nada! -nos vamos todos corriendo, sin antes recoger la cocina, claro, y yo subo los escalones de dos en dos. Me meto en la habitación de Ginny y empiezo a rebuscar. Sé que la he dejado en algún lado... ¡No puede ser tan difícil de encontrar, ni que fuera un colgante, o un alfiler!
-¿Luego me dejas dar un vuelta?
Me giro, encontrándome con George con mi escoba en las manos, admirándola. Tengo entendido que, a pesar de no ser la mejot de todas, es muy buena.
-Claro que sí... ¿George? -ríe y se gira. Asiente y me coge de la mano para irnos abajo, con mi escoba en la otra.-Claro que puedes dar una vuelta. ¿Por qué no ibas a poder?
-No sé, es una escoba muy buena. De tenerla yo, no la dejaría así como así.
-Pero yo sé que tú no la vas a romper ni estropear... ¿Verdad?
-Eso espero. -sonríe.- No es que nos sobre el dinero como para andar comprando cometas 280.
Sonrío. Sé que, al estar residiendo aquí, tienen otra boca que alimentar, y lo están pasando peor por mi culpa, pues al haber otra racción, tocan a menos comida. No he decidido conpartir con nadie mi sentimiento de culpabilidad ya que, aunque sea por respeto, me dirían "¡No mujer, eso no es verdad!".
-No te obligaría a comprarme otra escoba. Si la rompieses, sería un accidente.
-¿Sabes lo que cuestan estas escobas? Mucha gente no puede permitirse una. La tuya de la compró Dumbledore, ¿verdad? -asiento.- ¿Qué serías tú en un partido de quidditch?
-Me pueden prestar una escoba.
-Pero no sería lo mismo. De una  cometa 280 a una barredora 9... No digo que no juegues bien en una... Pero hazme caso, yo tengo una barredora 5 y... No es que sea fácil de manejar, por lo viejas que son, digo. Se te hace el juego mucho más difícil.
Lo miro y puedo ver en su cara una expresión de preocupación. Suelto nuestro agarre y le paso un brazo por la espalda, intentando rodearlo mientras camino, pero es tan ancha que me conformo con acariciársela.
-¿Por qué te preocupas por algo que no va a suceder? ¡Anima esa cara, hombre!
Él me sonríe y me da un pequeño beso en la mejilla.
-Te voy a machacar.
-Ya veremos, Weasley, ya veremos...

¿Y si fueras a Hogwarts...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora