-¿¡Pero qué ha pasado aquí!?
-...
-¿¡Rocío!?
-¡Yo no he hecho nada!
-¿¡De dónde han salido tantas cartas!? ¡¡Está toda la casa cubierta!!
<<¿Cubierta? Que vá. Simplemente hay alguna que otra. ¡Nada fuera de lo normal!>>
Me apresuro a contarle a mis padres, como he abierto la ventana de mi habitación y al rato han aparecido de la nada miles de cartas, como luego han empezado a entrar por debajo de la puerta de la entrada y por último, como las cartas entraban al salón.
-¡Y cuando grité que parasen, lo hicieron!
-¿¡Y qué nos quieres decir con eso, Rocío!? ¿¡Qué han parado las cartas por amor y gracia de, no sé, tu supuesta magia!? -me dice mi madre.
-¡Claro, porque esto es algo tan normal, vamos, le pasa a cualquiera! -me dice mi padre con ironía.
-¡Pensadlo! ¡Las cartas tienen que venir de algún lado, ¿no?! ¡Venían volando por las escaleras del edificio, papá! ¡Por las escaleras!
Madre mía, yo intentando convecer a mis padres de que esto no tiene ninguna explicación, y que por lo tanto, todo esto es gracias a la magia. Sí, estoy completamente loca.
-¡Claro que sí, subían con sus dos patitas que les crecieron de la nada!
-¡No papá, volando! ¡Miré por la ventana y venían voland...!
-¡Mira, no tengo ni idea de que ha pasado aquí, pero hay que solucionarlo!
-Pero yo...
-Señor Pérez, cálmese.
-...
-...
-...
-¡Mami, mira que señor! ¿Es Papá Nöel?
Como no, mi hermano rompiendo el silencio, cosa que se agradece. Nos damos mis padres y yo la vuelta y nos encontramos a un señor con pinta de ser muy mayor. Llevaba ropas extrañas, y su larga barba blanca atada con una especie de cordel. Através de sus gafas de media luna, se podían apreciar unos pequeños ojillos con un brillo especial, como si le causara risa esta situación, a pesar de su seriedad.
-Oiga, ¿¡quién es usted!? -en cualquier momento, mi madre explotaría con toda está situación. Por si no lo ha hecho ya.
-Mi nombre es Albus Percival Walfric Brian Dumbledore, y soy director del colegio Hogwarts de magia y hechicería. Pero pueden llamarme Albus, si lo prefieren.
-Mire usted, señor Dumbledore... -dice mi padre ignorando el consejo de aquel hombre.- A pesar de estar profanando mi casa, me gustaría decirle cuatro cosas: -ay, pobre señor Dumbledore, no sabe el rapapolvos que le va a caer encima. Cuando mi padre se pone en ese plan, significa que va a echar una regañina de las grandes y las largas. Sí, de esas que duran como 2 horas.- ¿¡Es usted quién ha hecho este desastre!? Porque si es así, ¡ya me lo está recogiendo todo! ¿¡Y qué es eso de la magia!? ¿¡Y por qué le manda estas cosas a mi niña!? ¿¡Y ...!?
-Por favor, cálmese. -Dumbledore, que hasta ahora escuchaba con atención lo que le decía mi padre, saca un palo de madera extraño y decorado. Pronuncia unas palabras, extrañas también, y hace que todas las cartas desaparezcan. Mi familia y yo nos quedamos pasmados.
-Usted...Usted... -tartamudeo.
-¡Ah, ya sé! ¡Un mago ambulante! -dice mi padre con una sonrisa tonta, pero en seguida vuelve a ponerse serio.- ¡Salga de mi casa!
-¿Cree que entro en una casa cualquiera a hacer desaparecer un montón de cartas gracias a unos "trucos de salón"? Como mínimo tendría que tener preparados algunos artilugios en su casa, y no los hay. No señor, no. Eso que ha visto, señor Pérez es magia.
-¿Magia? ¿¡Magia!? ¡Mire usted, no nací ayer!
-Wingardium Leviosa. -con su palo mágico, que digo yo que será una varita, apunta a una caja decorativa que tenemos encima del mueble de la entrada y nos lo acerca. Levitando. Claro que sí, porque el señor puede.- Adelante. Toquénlo. Mírenlo. No hay trucos.
Todos revisamos la caja, y hemos llegado a la conclusión de que... No hay explicación científica. Lo que el señor Dumbledore decía. Magia. Incluso ha tenido la amabilidad de bajar la cajita para que mi hermano también la revisara. Y no se ha quedado atrás, incluso la ha cogido y se la ha devuelto al señor, que la ha colocado en su sitio. Levitando.
-¿Lo ven? No les miento. Su hija, si aprende y acepta venir a la escuela de Hogwarts, sabrá hacer lo mismo con su varita, que tendrá que comprar junto con el resto de materiales que aparecen en la carta.
Mi familia y yo nos quedamos callados, mirando al señor Dumbledore, el señor de larga baraba blanca y gafas de media luna que nos ha demostrado que la magia existe y que ha aparecido de la nada en mi casa.
-Espere... -se me ocurre decir.- ¿Entonces yo puedo hacer eso?
<<Pregunta tonta que se me ocurre formular, ¿sabes? Por si acaso>>
-Si no hubieramos cometido el error garrafal de no haberte mandado la carta tus once años, ya sabrías hacerlo. Y para compensarlo, estoy dispuesto a comprarte todo el material que necesitas.
-Pero... ¿Por qué mi hija?
Dumbledore sonríe, como diciendo "Ya era hora de que me lo preguntaran"
-Se lo explicaré. Ustedes, junto con su hijo menor, son muggles. Es un término que utilizamos los magos y las brujas para llamar a la gente que no puede hacer magia. Y ustedes no pueden hacerla porque no tienen la capacidad necesaria para hacerla. Su hija Rocío sí la tiene, al igual que su pariente José Antonio que, si no me equivoco, es su bisabuelo para ella. Él y su hija, son los únicos que poseen esta característica en su árbol genealógico. Hasta ahora, claro, quién sabe si algún día puede haber más magos o brujas.
-¿Antonio? -pregunta mi madre, con notable sorpresa y desconcierto en su cara.- No volvimos a saber de él hasta cumplidos los sesenta y cinco años. Pero nunca nos habló de que tuviera esa "capacidad"
-Porque les está prohíbido a los magos y a las brujas hablarle a los muggles de nuestra existencia y hacer magia delante de ellos. Se armaría un caos que preferimos ahorrarnos. Pero yo estoy cometiendo esta excepción con ustedes por su hija. Pero retomando el tema de Antonio... Nunca volvieron a saber de él a esa edad porque quiso seguir haciendo su vida como mago que es. Él estudió en Hogwarts, así que en el mundo muggle no tendría futuro ninguno. Estuvo trabajando en el Ministerio de Magia hasta que se jubiló a los setenta.
-¿Ministerio de Magia...?
-Es muy largo de contar, y no necesitan esa información. Estuvo una larga estancia en este mundo, el mundo muggle durante bastante tiempo para conocer a lo que es hoy su bisnieta, Rocío, que por aquel entonces no tenía más que unas semanas. Hasta que la pequeña cumplió cinco años. Entonces se fue. ¿Nunca les contó anécdotas de su vida joven? ¿Como por ejemplo, que estuvo viviendo y estudiando en un internado?
-¡Sí! -exclama mi madre.- Hasta que cumplió los dieciocho y se fue a hacer la mili.
-¿Y no tendrán una foto de aquellas, no?
-¡Sí, de hecho sí!
Fue mi madre al salón, ahora libre de cartas, y cogio un albúm gigante que dejó caer pesadamente en la mesa de la cocina. Todos nos pusimos alrededor de ella, incluído el señor Dumbledore.
-Aquí está. -mi bisabuelo, que todavía recuerdo con mucho cariño, a pesar de ser yo muy pequeñita, estaba en esa foto con dieciocho años y el uniforme militar.
-Bien. Ahora observen esta foto. -el mago hizo aparecer una foto algo grande dónde salían un grupo de alumnos enorme sonríendo ante la cámara con varios profesores a ambos lados y un Dumbledore más joven.- Miren a este chico. ¿Se les parece?
Nos acercamos mis padres y yo a mirar y abrimos la boca del asombro. Es el mismo. Es mi abuelo, solo que en esa foto iba vestido con una túnica con un jersey y una corbata.- Antonio, en esta foto, tenía diecisiete años. Había acabado su último curso en Hogwarts. Y había sido un gran Gryffindor, sí, aún me acuerdo de él. Que buen chico.
-¿Gryffindor? -pregunto, sin entender nada.
-Es una de las casas de Hogwarts.
-¿Casas?
-En Hogwarts hay cuatro casas. Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Se agrupan a los alumnos según su forma de ser, actuar y personalidad.
-¿Y quién decide a quién pertenece a cada casa?
-El sombrero seleccionador.
-¿Y eso es...?
-Lo descubrirás si acpetas estudiar allí. -me dice con una gran sonrisa.- Es muy curiosa, como su abuelo. Ese afán de querer saberlo todo... Me recuerdas mucho a él, pequeña.- se pone un poco más serio y se dirige a mis padres.- Si su hija quiere cursar en Hogwarts, se quedará todo el curso allí junto con los demás alumnos. Todos tienen una habitación y la comparten con otros alumnos. Y durante las vacaciones podrá volver a casa. Aunque si prefiere quedarse, podrá hacerlo, si así lo quiere ella. Aunque te aconsejo, pequeña -se dirige a mí- que lo hagas de vez en cuando para recuperar más facilmente todos los cursos. Recuerda que tú deberías estar en quinto curso, y lo estarás, pero debes recuperar los anteriores.
Asiento. Mi padre, que llevaba todo este tiempo callado, le habla a Dumbledore.
-Entonces... ¿Mi hija puede hacer magia?
-Sí, pero solamente en la escuela. A la edad de los diecisiete años podrá hacerla fuera de ella, pero no con la presencia de un muggel.
Mis padres se miran entre ellos algo desconcertados y luego miran al señor Dumbledore. La verdad, no parece que esté mintiendo. Es una mentira demasiado larga y colosal como para contarla así porque sí.
-¿Están ocupados ahora mismo? -pregunta el mago.
-¿Como?
-¿Tienen algo que hacer un período de 2 o 3 horas?
-Pues... No, la verdad es que no.
El hombre pronuncia unas palabras y mueve su varita. Cuando me quiero dar cuenta, ya no estamos en casa, estamos en otro sitio, en una calle.
El señor Dumbledore nos acaba de "teletransportar", si se puede decir así.¿Que hay chicos? Soy Sue y os traigo los tres primeros capítulos de mi primer fanfic. Espero que os guste y que lo disfrutéis tanto leyéndolos como yo escribiéndolos <3
Decidme si os parecen muy largos los capítulos o muy cortos, todo consejo será bienvenido^.^

ESTÁS LEYENDO
¿Y si fueras a Hogwarts...?
FanficEstás aburrida en casa sin nada que hacer, y como de costumbre, tu madre necesita que le hagas unos recados. Cuando vuelves a casa, decides coger también el poco correo que puede haber en tu buzón. Lo revisas y... ¿Qué tenemos aquí? Vaya, tienes una...