Cuando abro los ojos, lo único que veo son paredes blancas... ¿acaso estoy en el cielo? ¿Dónde estoy? Ah sí, en el hospital. Empiezo a recordar lo que hice, como la defendí, como la protegí. No sé porque hago esto, pero no puedo evitarlo. Estaba por irme y dejarla, pero cuando vi que estaba en peligro, lo único que quería hacer es ir a ayudarla, ¿quizás porque es mujer? No, no solo es eso, es algo más, algo que ni yo lo puedo entender. Ese algo en mí me hizo retroceder y gracias a esa parte de mí, recibí un fuerte golpe en la cabeza, la cual esta...vendada.
Trato de levantarme de la cama, pero empieza a dolerme la cabeza. Emito un pequeño grito. Me llevo las manos a la cabeza.
— ¿Te duele mucho?—volteo a verla, me mira con una expresión apenada y un puchero.
— A ti que te importa—respondo cortante.
¿Por qué no solo se subió al auto cuando le dije? Me molesta verla, me molesta que no me haya hecho caso pero lo que me pone furioso es que estuvo a punto de pasarle algo malo.
— Lo siento...—dice mientras coloca su expresión de niña arrepentida, la miro asombrado, no pensé que diría eso. Pensé que se molestaría y se iría— es mi culpa, debí irme contigo.
— La próxima vez hazme caso y no me desobedezcas—está a punto de reclamarme algo pero se aguanta y asiente a mi comentario.
Eso de estar enfermo, tiene sus ventajas.
— Te pusieron algunos puntos pero estarás bien —dice, mientras acaricia mi cabeza y se acerca a ver mi cabello, para luego señalar con su dedo índice una curita que está en mi frente— esa curita te la puse yo —saca la lengua y sonríe.
Solo me limito a mirarla descansado, no tengo fuerzas como para reclamarle sus tocamientos, pero la fulmino con la mirada por el último comentario. Sonríe al ver mi mirada.
— Ok, Ok, no te tocaré—camina hacia atrás y se sienta, recostando su cabeza en la cabecera en el sillón— si estas mal, eso significa que retrasaremos el viaje de hermandad, ¡cierto? —¡Oww! Sí que su cerebro funciona rápido. Se levanta de golpe y vuelve a acercarse a mí— ¿verdad? —emboca una enorme sonrisa.
— Me supongo—digo restándole importancia.
— ¡Fantástico!—grita levantando las manos hacia el cielo para luego rodearme con ellas, ¡me está abrazando! Voy a matarla— ¡Gracias! —grita en un susurro, me suelta, ni siquiera le importa mi expresión furiosa y solo se va.
¿Por qué no le dije nada? Debí gritarle...¡Maldición!, ¿qué me está pasando?
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