Capítulo 15: La audiencia con el Rey

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Un frío gélido hizo que me estremeciera, no sabía dónde estaba;  todo era oscuridad a mi alrededor.  Di unos pasos y tropecé con unas ramas. Me di cuenta que tenía mis ojos cerrados; y  entonces los abrí.  Me encontraba en una especie de bosque.  Había ocurrido una tormenta y aún se podía percibir la humedad en el aire.  Muchos árboles habían caído; y otros tenían  doblados sus troncos o sus raíces habían quedado espuestas.  El suelo estaba agrietado.  “La tormenta que afectó este lugar debió ser escalofriante...” 

Continué adentrándome a la espesura. Estaba tiritando, únicamente  vestía mis ropas para dormir: un camisón de seda y unos calzones.  Sabía que debía estar en una de mis visiones, así era siempre, me recostaba a dormir y despertaba en otro lugar.  Aunque, descubrí muy pronto que estas visiones sólo son en mi imaginación. Ahora mismo  debo estar recostado en mi  cálida cama, mientras aquí siento que moriré congelado. 

Caminé hasta encontrarme en un gran claro.  “Extraño  muy extraño…” No quedaba ni un árbol en pie; y  el suelo se dividía en unos surcos que parecían abismos. Debía tener cuidado, pues podría caer en una de esas grandes grietas.  “¿Qué pudo haber causado tanta destrucción?” Aún, cuando era evidente que una tormenta azotó el lugar, las grietas en el suelo y la forma en que la vegetación había sido removida, no era normal.

Atravesé saltando  el lugar.
Mantenerme en movimiento era lo mejor para evitar que el frío entrara a mis huesos. No pasó mucho tiempo, cuando la vi tirada en el suelo.  Sin duda era ella, la chica de mis continuas visiones. Corrí hasta alcanzarla y me acerqué para corroborar si estaba viva.  Su pecho se levantaba agitadamente, "aún  respira".  Me sentí aliviado al darme cuenta que sólo estaba inconsciente.  “¿Qué te ocurrió?” mi mente se llenó de preguntas mientras la observaba . Recorrí su cuerpo en busca de alguna herida, pero el color subió a mi rostro, cuando vi su ligero traje blanco completamente mojado.  La tela del vestido se había pegado a su piel dejando muy poco a la imaginación. 

Mi corazón se agitó en mi pecho, mientras un deseo incontrolable por acariciarla me dominaba. Intenté tocarla pero mi mano la traspasó como si ella no estuviera allí y entonces recordé  que esto es sólo una visión.  Repentinamente llegué a escuchar las voces de unas personas a lo lejos. Me levanté apresuradamente para ver a los desconocidos.  “Esto no es bueno.”    

Un grupo de hombres grandes, con semblante fiero, comenzó a aproximarse.  Llevaban con ellos bestias enjauladas y lo que me pareció una fila de pricioneros.  Escuche que uno gritaba <<¡Aquí debe haberse originado!>>

Miré aterrado a la chica, era necesario sacarla de aquí lo antes posible.  Esos hombres lucían peligrosos. No me quiero imaginar lo que le harían a la joven si la encuentran de esta manera. Intenté llamarla, pero era imposible que me escuchara, esto es una visión.  Me di cuenta de mi impotencia y desperté agitado en la cama de mi habitación. 

Me levanté precipitadamente y toqué el reloj que colgaba en mi cuello.  Mientras duermo me lo coloco al cuello como una especie de medallón, siento que sólo conmigo estará seguro, así que nunca lo desprendo de mí.   Lo tomé en mi mano, halando con este acto la cadena que me colgaba del cuello; y sin dudarlo, lo accioné con el único deseo de llegar a tiempo junto a la chica.  Fui transportado y por unos segundos sentí el frío del bosque. Busqué  con la mirada a la chica y la encontré  tirada, pero tan pronto me aproximé a ella, volví a la calidez de mi alcoba.

—¡No!—exclamé impotente.

Volví  a accionar mi reloj pero ya no funcionaba. Comencé a  dar vueltas en la habitación como león enjaulado.  Necesitaba ayudar a esa chica, algo me decía que debía protegerla.  Sin embargo, sin la ayuda del reloj no podría hacer nada.  Me sentía tan molesto, tan impotente. 

Los Zetlyc: Primavera MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora