Capítulo 29: Vientos de tormenta

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— ¡Impresionante! El cielo parece estar lleno de diamantes. Es muy hermoso—dije deslumbrada a Sebastián mientras contemplábamos  el cielo nocturno.

—Para mí tú eres mucho más hermosa.

—No seas tonto, no existe nada más hermoso que las estrellas, deja de decir bobadas.  

—Es la verdad, para mí tu piel morena es como una noche despejada, tus ojos son más brillantes que las estrellas y cuando sonríes resplandeces como la luna.

—Me harás vomitar con tanta cursilería—respondía avergonzada intentando ocultar una sonrisa estúpida que no pude borrar de mi cara.

Sebastián y yo habíamos acordado tener nuestra primera cita como novios oficiales. Esperamos a que la mayoría se hubiera ido a dormir para hablar mientras observábamos las estrellas. Tenía mucho que decirle pero desde que me encontré con él no he podido contarle lo que deseaba.  Tal vez, únicamente quiero disfrutar de su compañía un poco más.    

—Lo siento, no quise ser cursi es sólo que cuando te tengo cerca mi corazón se agita sin control; y nunca sé que decir para que entiendas lo mucho que me gustas—La afirmación de Sebastián hizo que un nudo se formara en la boca de mi estómago,  incluso mi voz me abandonó cuando el chico tomó un riso que caía en mi rostro y lo colocó tras mi oreja.

—Renacuajo tonto…—musité un segundo antes que mis ojos fueran atrapados por la transparente mirada del muchacho que brillaba con una intensidad abrazadora. Quedé presa de su ternura y mi corazón se aceleró con la proximidad de su rostro.

— ¿Puedo besarte? —“¡Pues claro idiota!”, grité mentalmente a su pregunta y sin darle tiempo de reaccionar me adelanté a su beso deseosa de volver a sentir sus labios.

En el momento en que lo besé sentí como si un rayo me hubiera impactado. Una corriente me recorrió dejándome el cuerpo como gelatina.  Si no estuviéramos sentados me habría desvanecido. Abrumada intenté sepárame pero Sebastián no me lo permitió.  Me acercó más a él y comenzó deslizar sus labios sobres los míos de una manera que reclamaba más que un rose. Era como si mi boca estuviera hecha de miel y el quisiera catar con placer su sabor.  Un torbellino de sensaciones nuevas  me robó el aliento. Dejé salir un suspiro involuntario cuando el chico se separó de mí con parsimonia.

Me había quedado sin palabras por lo que le miré sorprendida. Unimos nuestras frentes y nos quedamos mirándonos un rato en donde me pareció que el tiempo se detuvo.  El aroma de Sebastián era embriagador. Estar a su lado me llena de una paz inmensa.  Ya no creo poder o querer apartarme de él.

—Naira…—susurró—nunca me dejes.

—Eres mi novio tonto, claro que nunca te dejaría, al menos que tú lo hagas primero y ni se te ocurra, porque te mataré si lo haces—El chico se carcajeó divertido por mi ultimátum.  

—Si tus amenazas fueran dinero ya sería rico.

—No te rías, soy mujer de palabras así que será mejor que te andes con cuidado. Tengo bastantes espías vigilando lo que haces—“y si te atreves ser me infiel haré que tengas una muerte lenta dolorosa”, pensé mirándole ceñuda.  

—A veces das miedo—alegó Sebastián tragando hondo. Sonreí por su expresión asustada y me acurruqué en su costado, dejando caer mi cabeza sobre su hombro—.Eres como la luna azul de la leyenda.

—Enserio y como es esa supuesta luna azul—Sebastián era experto contando historias y aunque decía que eran leyendas, a mí me parece que la mayoría de sus cuentos eran inventados.

—La luna estaba comprometida con el radiante sol. Pero el sol era arrogante y vanidoso; y ella lo detestaba. La luna era hermosa y luminosa pero también era testaruda y rebelde, nunca se casaría con ese sol tan prepotente.

Los Zetlyc: Primavera MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora