Capítulo 24: La Visión

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La espada que Rodolfo sostenía estaba alzada en mi dirección, apuntando con ella sus intenciones de inicial un nuevo duelo.  Incluso cuando mi hermano es un guerrero temible, había perdido los estribos, algo que fácilmente podría usar a mi favor; más aun, cuando ya he presagiado la reacción de mi padre.  Yo sonreí ante su rostro descompuesto sabiendo que este ya estaba derrotado.  Su ira se incrementó coloreando su cara de un rojo tan intenso como la lava de un volcán a punto de estallar. En cambio yo decidí mantener una actitud relajada, pues aunque Rodolfo es un contrincante peligroso, ahora mismo no tenía ninguna posibilidad ante mí; y disfrutaré haciéndoselo notar.

— ¿Por qué no bajas esa espada?—sugerí en voz susurrante, intentando disfrutar de este momento de triunfo.

— ¿Ahora me temes? —cuestionó prácticamente gritando, mientras parecía creer que me había intimidado.

— Para nada, sólo te advierto que ganarás la cólera de nuestro padre, debido a tu incontrolable arrebato de furia—señalé de forma calmada y en un tono que sólo él escucharía.

— El Rey agradecerá que elimine a una alimaña como tú, entérate que nunca fuiste de su agrado e incluso se avergüenza de que hallas nacido —vociferó ante todos.

—De acuerdo, después no digas que no te advertí... —Le susurré al oído con un movimiento que él no fue capaz de predecir pues con el reloj del fundador en mi poder, detener el tiempo se me está haciendo cada vez más fácil. Fue gracioso ver su cara de incredulidad al notar que me había movido sin que él lo notara. 

— ¡Rodolfo! Baja esa espada ahora mismo—Bramó el Rey, pareciendo estar a punto de estallar; sus venas sobresalían de su sien como si estuvieran esculpidas a relieve. Lo que había dicho mi hermano era cierto, yo mismo lo reconozco, pero esto no es algo que Rey deba reconocer; y mucho menos cuando se habla de esa manera de un portador del don de las visiones.  

—Padre…—murmuró como si ahora se diera cuenta del peso de sus palabras.

—No me llames padre, Ya he tolerado suficiente de ti por hoy.  Retírate, no quiero ver tu rostro frente a mí de nuevo, y procura llevar con usted a su madre, hoy no me apetece tener a ninguno de los dos cerca.

Las palabras del Rey son como ley para el que las escucha, nadie se atrevería a contradecirlas una vez que salen por su boca; hacerlo conllevaría la muerte y eso todos lo saben bien.  Nunca antes había visto la expresión de odio intenso que tenía en este momento mi padre.  El causante de tal ira, lamentablemente, sólo podía esperar lo peor. Lo que había salvado a Rodolfo de un seguro destierro o la misma muerte, era  la presencia de los delegados de los reinos hermanos; algo que yo supe aprovechar para poder exponer mi visión.

Rodolfo totalmente derrotado tomó a su madre y acató la orden de nuestro padre con premura.  La sonrisa de mi madre era amplia, parecía estar disfrutando la humillación de la Primera Reina. Yo por otro lado, no podía decir que estaba feliz. Este triunfo no es algo que me alegra para nada, siendo sincero, me entristece tener que llegar a estos extremos para  que se me tome en cuenta.

—Mis queridos delegados, —El Rey volvió a hablar tan pronto la Primera Reina y su hijo se perdieron de su vista—disculpen el pequeño disturbio provocado por mi hijo.  Entenderán que es aún muy joven  y su carácter continúa en formación. Volviendo a lo que nos congregó aquí; estoy muy complacido por los resultados de este duelo amistoso entre el príncipe de Quezzar y mi hijo. Ha quedado demostrado que contamos con el poder de Edahim, algo que sin duda me regocija. Imagino, que todos al igual que yo, están ansiosos por conocer la visión que mi heredero revelará —Mi padre con un ligero gesto de su mano me pidió que me acercara a él—.Ven hijo, dinos que es lo que el futuro nos depara.

Los Zetlyc: Primavera MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora