Capítulo 19: La Madriguera

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— ¿Quién eres y qué buscas?—Cuestionó el hombre que acababa de entrar a la cabaña, en un tono amenazador.  

—Uustedes me traajeron, soy su prisionera…—indiqué sorprendida y asustada, puesto que ese hombre desprendía de su cuerpo una energía escalofriante.

Ese hombre estaba causando que mi piel se erizase. El aire a su alrededor se sentía cargado de electricidad, incluso me daba la sensación de que él estaba succionando toda la energía acumulada en mí. Esto me hacía más débil. Intenté serenarme un poco ante su presencia, ellos dijeron que soy su mercancía, de seguro no me hará nada por ahora.  Espero que sea así…

—Los más seguro es una Descendiente… pero pensaba que yo era el único del Clan Ischys con vida…—murmuró para él—. ¿De dónde vienes? —Me cuestionó.

“¡De qué rayos habla! ¿Qué se supone que responda?”

—Soy una huérfana del Hogar Trevas, me perdí en el bosque y…

—¿¡Acaso quieres engañarme!? Sé que llevas sangre zetlyc y has desarrollado una habilidad. ¡Dime quién eres!—reclamó levantando la voz en un tono severo.

—Le juro que no sé de qué habla, soy sólo una huérfana—Me defendí nerviosa, lo había hecho enojar y no entiendo el porqué.  

Una energía asfixiante me comenzó a comprimir el cuerpo; no me cabía duda que él era el que la provocaba. Sentí que el hombre se me acercaba furioso, y con su proximidad, más fuerte era esa presión que él provocaba sobre mí.  Clavó con rabia los dedos de su mano en mi hombro y me volteó en la silla para ponerme frente a él.  Cerré mis ojos esperando que me golpeara como lo hacía Agatha.  Sin embargo, al pasar unos segundos sin que ocurriera nada, dejé escapar un suspiro de alivio.

“Estuvo cerca…”

—Podrías abrir los ojos—Me ordenó el hombre con voz seca.

— ¿No me vas a golpear?

—No golpeo niñas.

—Está seguro…

— ¡Podría abrir los ojos de una buena vez!—gritó pareciendo exasperado por mi negación a abrir los ojos.  

Decidí obedecer,  aunque estaba aterrada me armé de valor para enfrentarlo.  Un hombre capaz de emanar de su cuerpo una energía como esa, no podía ser humano. Entonces lo recordé, él era el que cabalgaba con el jefe.  Ahora entiendo porque Mono le obedeció sin replicar, él es alguien que da miedo. Entiendo porque no pude enfocar su silueta antes, en ese momento le reste importancia,  pero ahora todo me hace sentido.  

Lo miré sorprendida.  Esperaba ver a un gigante con cara escalofriante, pero nada más lejos de la realidad. ¿Cómo lo digo…? ¡Es un hombre guapo! No tengo muchas personas con quién compararlo pero sin miedo a equivocarme, tiene una belleza que haría suspirar a cualquier mujer.  Sus ojos son de un negro tan profundo que me sentí perdida en ellos.  Su rostro es armonioso.  Su cabello es de castaño oscuro y cae algo rizado sobre su cara.  Tiene una barba insipiente que le da una apariencia ruda.  No podría decir que es joven pero tampoco que es viejo; pues aunque de sólo verlo luce que está entrando ahora a sus treinta años,  tiene un aire de madures en sus gestos, que me hace pensar, que tiene mucho más.

Si yo estaba sorprendida con su aspecto él se veía atónito.  Comenzó a negar con la cabeza una y otra vez, incluso parecía contrariado. No entendía que había hecho para que él cambiara su actitud de esa manera.  Entonces me percaté que la perla en mi bolsillo estaba vibrando frenéticamente.  “¿Él está provocando que mi perla se agite…?”

— ¿Qué pasa? —pregunté al observar que me miraba como si no pudiera creer lo que veía.  

—Un Regium… ¿la…la Reina? —el hombre se arrodilló frente a mi con el semblante tan blanco como la crema de cereal que nos servían las cuidadoras en el Hogar.

Los Zetlyc: Primavera MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora