Empezar con un saludo sería aburrido, sabéis quienes sois, sabéis lo que habéis hecho, lo que no sabéis es como os lo agradezco.
Empecé amando a alguien que ni siquiera conocí como un amor. Pero si, has de saber que te amé y que de ti me lleve las mejores partes, mi mejor infancia, el mejor recuerdo. Por ti aprendí a apreciar las rosas, a cuidar del más débil, a ser feliz simplemente con una taza de café. Y de la noche a la mañana, hubo un día en el que no estabas.
Contigo fui feliz.
Continué enganchada a la manera de actuar de alguien cuyo corazón, a día de hoy, jamás pertenecerá a nadie, y hoy me pregunto si acaso hay algo dentro de él. Sí. Tú sabes quién eres. A veces pienso que no vale la pena nombrarte, y aún estoy escribiendo mientras intento pensar en ti, debes saber que te borraron de mi, que lo hicieron de tal manera que no puedo odiarte y no recuerdo cómo fue amarte, simplemente sé que te amé.
De ti no queda rastro.
Se coló en mi vida un tercero mientras mi alma sufría por el segundo. Tú quisiste reparar mi alma, decías ser el caballero que un día me salvaría, decías que las princesas existían y que yo era la tuya. Decías. Decías. Decías. Solo te dedicabas a decir. Debes saber que jamás te repudié, pero los únicos recuerdos que conservo de ti son una despedida y tu indiferencia.
Tú has quedado en la nada.
Por último, hubo, hay y habrá, alguien que curó mi alma, alguien que se ha instalado en mí e insiste en aguantar batallas. Mi tormenta. Mi huracán. Tú reparaste todo de mi ser, mi alma, mi cuerpo, mi corazón. Tú me pusiste en marcha, tú has hecho que me mantenga en pie. Todo recoveco de mi piensa que debiste ser el primero, ser el dios de mi infancia, mi primer amor reconocido, mi inventor de cuentos de hadas, pero no me quejo, alguien sabio me dijo una vez que todos los errores conducen al camino correcto y ese camino siempre has sido tú.
Tú eres mi futuro.