A veces, lo único que quieres es que te detengan a tiempo. A tiempo de hacer una llamada, de escribir ese mensaje que no haría bien a nadie, de salir corriendo hacia quien no merece que corras. A tiempo de un "te echo de menos" que no serviría de nada. A veces, lo único que te calma es un abrazo tan largo que te prometa que todo estará bien.