entre los hermanos | supernatural¹

[003]

—¿Por qué estás aquí?

La voz de Sam era tranquila, no era una persona muy ruidosa. Rara vez necesitaba serlo, su imponente altura bastaba para llevarse todas las miradas. Un contraste casi misterioso a su tono tranquilo y ojos suaves.

Fuera de todo lo que estaba viviendo parecía un tipo alegre. Era fácil hacerlo sonreír y era rápido para hacer alguna broma cuando su guardia estaba baja. Pero su sonrisa nunca duró más de un segundo y su guardia casi siempre estaba levantada.

Para Anna, él no estaba solo, a veces tenía la ayuda de su perro guardián. Y con "perro guardián" se refería a Dean. Él era celoso, ella se dio cuenta desde el primer momento que lo conoció.

También se dio cuenta de que Dean era del tipo de hombres que estaba acostumbrado a conseguir todo con un simple movimiento de cejas. Sin embargo debajo de todo ese caparazón, había una persona comprensible. Anna dejó de lado sus pensamientos para concentrarse nuevamente en la pregunta de Sam.

—Ya te dije.

La única respuesta que recibió a cambio fueron esas miradas de cachorro que Sam daba. Se dio cuenta que esas miradas de perro perdido tenía un gran efecto en casi todos. Tenía que salir de la habitación o terminaría contándole toda su vida, terminaría pareciendo débil y ella no podía darse ese lujo.

La vida le había enseñado algunas cosas, como por ejemplo a ser fuerte. No contarle su historia a cualquiera. Cuando eres mujer y te pasan cosas significantes, como que tu padre quiera abusar de ti o que golpeaba a tu madre, la gente se compadece.

Te miran con lastima. Anna lo sabía bien. 

Las primeras veces que contó su historia lo primero que escuchaba a cambio era una disculpa. Dean lo había hecho. Después venia la parte donde no querían tocarla por miedo a vaya saber qué.

Y Anna podía vivir con las distintas miradas que la sociedad le da a las mujeres, ¿pero que la miraran con lastima? Eso era lo peor.

La única persona que no la trató como si estuviera enferma fue Bobby. 

Él le enseñó todo lo que sabía. Él no sentía lastima por ella. Cuando le dijo que se quería dedicar a eso, él fue el único que la recibió con los brazos abiertos, aconsejándola cuando lo pedía y sermoneándola cuando no.

Y Anna tenía miedo de cambiar antes los ojos de Sam. Ella sabía que cuando hablara todo cambiaría.

—Dijiste que no podías contarme —exigió.

Ella rió. Era más rencoroso de lo que había pensado. —Cuando llegue el momento te contare Sam. Créeme.

—Pero...

—Winchester.

Ambos se giraron para observar a la empleada de la clínica que había abierto la puerta.

—Las luces se apagan. Todos a sus habitaciones.

Anna le sonrió a la mujer y se levanto dispuesta a irse. —Buenas noches Jirafa. Descansa un poco.

****

Se despertó un poco desorientada, le tomo algunos segundos para darse cuenta de donde estaba. Cuando escucho el sonido de las ruedas oxidadas de una camilla contra el piso de cerámica, se levantó de la cama no sin antes tomar el arma que guardaba en la mesa de noche.

Se agachó debajo de la ventana cuadrada de la puerta justo cuando Sam pasaba en camilla por el pasillo. Salió sigilosamente del cuarto para seguir al enfermero que lo llevaba, justo cuando doblaba por la esquina.