Dos.

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Sus dedos se movían rápido, acomodando invitación por invitación hasta que terminó con la última de estas que mantenía en letras doradas que Lyra había escogido, el apellido "Montreal", perteneciente al cartel del tío Theo.

Sería una de las casas que visitarían y ahí estaría Amelia, con ese chillante olor a enamorada, propagándose al rededor de Faris mientras este era de cierto modo inocente para entender las insinuaciones de ambas familias.

Tonto.

Alzó la mirada sin dejar de mirar hacia el frente, oliéndolo, oyendo la puerta abrirse.

- Perdón!, perdón!, perdón!- Faris entró al piloto del auto, juntando ambas manos mientras cerrada sus ojitos azules. Una sonrisa surco sus labios color sandía y volteó a verle emocionado.- Pensé que seguías dormido.

- Para nada. Solo preferí dejarte con nuestro padres para que seas tú quien recibiera los regaños de las metida de pata que causaste en su ausencia.- Le miró desinteresado, pero esos azules como los océanos a profundidad le hacían sonrojarse leve y voltear. Maldiciendo por no poder sostenerle la mirada.

- Eh!... Eres malo Shiloh...- Rezongó el rizado. El rubio le miró de reojo viéndolo aún así sonreírle mientras encendía el auto.- A que te emociona esto, Huh?, un día entero repartiendo invitaciones. Tú y yo solitos.- Acercándose peligrosamente hasta sentir la respiración en su mejilla.

- Faris.- Regañó. Le hizo alejarse enseguida y frunció los labios.

Precioso omega, pasó por su cabeza.

No evitó volver a sonreír encantado. Shiloh era todo lo que él quería.

Le tomó darse cuenta en su primer celo, apenas tenían catorce.

Shiloh había despertado el suyo al mismo tiempo y sus padres los separaron cuidándolos en todo el proceso.

Recuerda que su pecho rugía el nombre de su hermano sin pronunciarlo.

Recuerda el olor dulzón de vainilla bailando en sus fosas nasales, burlándose de su aparente distancia, arañando las puertas.

Recuerda haber sentido un punzón en su pecho ante la descabellada idea que se le asomó a la cabeza.

Como era posible desear a tu propio hermano!?...

Le tomó las siguientes quince horas descifrarlo.

Y sabía que estaba mal, pero cuando el celo de ambos acabó, y bajaron a la cena de esa noche, con las miradas gachas, por que sabía que Shiloh se la pasó llamando a su alfa durante todo su celo, hizo falta solo un contacto entre una casualidad que consistía en ambos querer agarrar el salero.

Un sonrojo demasiado rosado en sus mejillas y sus ojos grisáceos volteándose enseguida.

Sus azules se abrieron como platos, y su alfa se vio desesperado.

Mucho, muy desesperado.

Quería que lo viera.

Solo a él.

Solo a él, carajo!

Qué egoísta.

Quería que le mirara solo a él.

Quería que fuera suyo.

Y con los años, después de esas miradas cómplices y rozadores de dedos y luego de manos al caminar por los pasillos, una tarde, después de una cita a la que su hermano mayor había asistido con otro alfa a petición de su padre, pues este era hijo de un buen amigo lejano, su precioso rubio parecía disgustado.

Le siguió hasta la biblioteca donde solía esconderse, pues Shiloh solía ser muy calmado, y sobre todo aislado.

Lo acorraló entre los estantes y en su mirada seguía el miedo, pero un brillo inevitable paso por ellos, uno que le decía, además de esa respiración acompasada que ambos tuvieron en aquel momento, que se sentía a gusto con él.

Protegido.

Recuerda haberle preguntado lo que le ocurría, y en balbuceos y sus hermosos labios temblando, Shiloh le contó acerca de cómo aquel alfa quiso besarle a la fuerza.

Él conocía perfectamente a su hermano mayor. Sabía que jamás había intercambiado contacto con nadie, y por lo tanto, aquel beso debía ser el primero.

Shiloh con miedo, y un Faris encolerizado, abrazándole, dándole seguridad, diciéndole que todo estaría bien, por que estaba a su lado. Por qué jamás dejaría de estarlo.

Se encargó de eliminar toda esencia del alfa en cuestión e incluso se frotó por un momento al rubio quien empezaba a jadear pidiéndole que parase.

Estaba desesperado, por que le estaba gustando, y eso era malo, por qué se había empeñado en ignorar el grito de su omega quien le decía que ese alfa, su hermano menor, era su alfa.

Una tontería.

Si... Eso debía ser.

Le empujó con fuerza siendo sostenido de ambas manos, con esa mirada azulada que profundizaba en su ser, con esa demandante aura. Un rugido gutural.

Gritaba "Mío" sin realmente hacerlo.

Y después, solo fue necesario tomar sus mejillas atrayéndolo a él, y besarlo.

Besarlo con pasión.

Besarlo haciéndolo suyo con ello.

Sellando algo que hasta la fecha no había terminado de ser, pero que tampoco tenía nombre.

Besando sus labios, enroscándose a ellos, con sus lenguas delineándose.

Sus almas aceptándose una parte de la otra.

Solo tenían diecisiete años.


Entonces desde ese día, buscaban cada rincón posible donde ningún curioso pudiera fijar los ojos; Shiloh siempre tan renuente a él; Faris siempre un paso adelante.

Él omega siempre terminaba cayendo a sus pies, aunque sinceramente, fue el alfa quien ya estaba más que hundido en los suyos.

En tu mirada. {Shiaris} {Failoh} {Faloh} {Sharis}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora