En tu mirada. {Shiaris} {Failoh} {Faloh} {Sharis}

Veintiséis.

Los brazos del alfa le envolvían con sutileza mientras trataba de hacerlo sentir protegido. En casa...

Shiloh se revolvía soltando risitas nerviosas, colorado de la vergüenza ante su desnudes.

Habían hecho el amor de una manera tan hermosa y perfecta.  Faris le había tomado como total delicadeza, sutileza de temer romperlo y siendo cuidadoso con cada movimiento.

De solo pensar en sus gemidos, a pesar de que trato al máximo de reprimirlos, se ponía aún más rojo que un tomate de tan solo imaginar que sus padres pudieron oírlo.

- Te ves preciosos cuando te sonrojas...- Le susurró el alfa. Shiloh sonrió llevando una de sus manos a su nuca y acariciando con sus dedos su rostro.

- Tu eres precioso todo el tiempo.- Murmuró con la voz algo ronca.

Sus piernas estaban enroscadas y hacían fricción entre caricias empezando a despertar ambos fuegos en sus interiores de nuevo. Una extraña sensación de calor que solo podían experimentar con el otro.

El rizado tuvo que posar sus manos en las caderas del rubio, apretándolas con posesividad y atrayéndolo a él, mordiendo su labio para hacer que abriera la boca en un jadeo, besándolo apasionado después.

No tardó mucho en colocarse encima suyo y pronto, ya estaban frotándose entre sí con las bocas entre abiertas y los gemidos alaridos.

El timbre sonó un par de veces haciendo a Niall gritar de la frustración.

- ¡Dije que ya voy!- Gritó algo molesto.

Corrió enseguida bajándole a la llama de la sopa de verduras que estaba haciendo pues Ian estaba resfriado.

Aparentemente el día anterior había estado fuera toda la tarde y gran parte de la noche. Le había dicho que llevara alguna chaqueta o saco por qué seguro habría fresco, pero aún así se había resfriado.

Suspiró abriendo la puerta, con sus azules sorprendidos al ver a Bear Payne parado frente a esta.

Portaba un gorrito de lana y una bufanda enrollada al cuello, dejando ver solo su pequeña nariz de color rojo. Se notaba enseguida el esfuerzo que hacía para no temblar del frío.

- Hola tío Niall, ¿Puedo pasar?- El rubio quedó atónito por un momento, abriéndose paso y asintiendo.

- Claro, claro. Adelante cariño. Te me vas a resfriar también.- Bear soltó una risita nerviosa esperando a que Niall cerrara la puerta, viéndole extrañado.

- La verdad es que, vengo a ver a Ian... Sé que está enfermo y no quería preocuparme pero pues quería ver cómo estaba por mi cuenta.- Niall casi abre la boca sorprendido sin saber qué decir. Juntó  ambas manos y asintió.

- Claro. Qué tal si subes y le preguntas tú mismo. A mí solo me ignora. Y de paso le llevas una sopa que le estoy preparando.- Añade en una sonrisa. A Bear se le iluminan los ojos y asiente enseguida siguiendo al rubio quién sirve la sopa en una taza y la coloca en una tabla.- Aquí tienes.- El pelinegro la tomó con sumo cuidado y asintió saliendo de la cocina.

Subió las escaleras y recordó que no sabía cuál era la habitación del rubio, así que se dejó llevar por su instinto hasta que la encontró.

Esta estaba oscura en su totalidad con apenas un destello de luz colándose.

Bear colocó la sopa en una mesa de noche y observó a Ian dormir.

Este estaba acurrucado abrazando una almohada mientras estaba con un paño en la frente.

Sonrió enternecido riendo bajo, mientras se sentaba a su lado y con una mano temblorosa, llevaba esta a acariciar al alfa.

Ian se removió más no se despertó por completo. Bear se mordió el labio recordando la cita de la noche anterior.

Se sentía culpable ya que él no había llevado abrigo y hacia una noche fresca. Ian fue amable en cubrirle, razón por la que ahora está enfermo.

- Gracias.- Susurró sonrojado. Su sonrisa se ensanchaba enrome mientras reía bajito.

Entonces un parpadeo le hizo tensarse. Y de pronto, los azules de Ian aparecieron ante él.

Eran preciosos y no podía dejar de apreciarlos.

Se veía tan indefenso y enserio no podía parar su movimiento.

Seguía acercándose mientras acariciaba el rostro del mayor hasta quedar a escasos milímetros.

Ian solo pensó en que aquellos mieles estaban apoderándose de lo poco que aún quedaba de su cordura hasta que lo tuvo completamente frente suyo y no pudo resistirse a cerrar los ojos creyendo que era un sueño, avanzando lo poco que aún les separaba para así capturar sus labios suaves y lisos, apretándolo a los suyos para así sentirle.