38. Traición.

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Niall desliza el dedo hacia abajo mientras lee cada uno de los mensajes que contiene el pequeño aparato, uno a uno, por orden. Superficialmente, lo único que puede verse de él son las pestañas, indicando que su atención está sola y exclusivamente al aparato. Su expresión seria lo hace parecer mucho más interesante de lo que, de hecho, es. No para de apretar la mandíbula mientras pasa los ojos de una forma rápida, analizando cada uno de los mensajes, como si quisiera memorizar cada una de las palabras, comas y puntos que contienen cada una de ellas. Cuando acaba de leerlo todo, mira al resto de los componentes del grupo al que hace años pertenece, y del que, por suerte o por desgracia, debe hacerse cargo. ¿Cuándo asumió él la responsabilidad de cuidar del grupo? ¿Por qué razón lo hizo?

Se fija en cada uno del grupo, en cada reacción de las personas a las que, actualmente, considera familia. Ahí, frente a él, están Vi, Louis, Harry y Robert, de su gran grupo y su apoyo. Su hermana sencillamente no hace nada, limitándose solamente a esperar algún tipo de reacción por su parte. Luego están las nuevas, pero no parecen hacer nada diferente. En realidad, no tienen reacción alguna, no dicen ni actúan de ninguna forma. ¿Cómo deberían actuar? ¿Es que acaso deberían actuar de alguna forma? ¿Qué es lo que él está esperando de ellos, de todos ellos?

Solamente una chica le llama la atención, aunque en realidad, no puede evitar sentirse algo culpable. Anny, la chica pequeña del grupo, la que cuando llegó tenía el pelo casi tan rubio como el de Emily, pero que ahora, quizá por la situación, lo tiene de un color oscuro, apagado, como si no tuviera ganas de preocuparse por ella misma. Sus ojos, apagados también, muestran un color rojizo claramente causado por las lágrimas, la ansiedad, y el hecho de que su vida haya dado un giro tan dramático, demasiado para ella. Sus ojos están hinchados, quizá por el hecho de que no puede creerse nada de lo que está pasando, o porque las lágrimas ya se le han acumulado en el surco de los ojos para no caer. Le recuerda a él, cuando llegó. Sí, ella, quizá, es la que tiene una reacción más parecida a la que él tuvo nada más aparecer por ahí. Entonces, ¿por qué actúa así con ella?

Emily mira sus manos nerviosas, mientras cubre su rostro con su cabello largo, de color rubio. Lo extraño del caso, es que mientras a la pequeña del grupo se le nota de una manera exterior y física lo que le ocurre, las otras dos chicas no lo exteriorizan tanto, quizá porque la pequeña sea la dramática del grupo. Emily, que desde que llegó le había parecido la madre del grupo, por así decirlo, no hace más que esconderse en ella misma, taparse del resto del mundo.

Todos los que están allí solamente pueden fijarse en la situación, solamente pueden estar centrados en lo que está ocurriendo en este mismo minuto, como si fuera un hecho histórico e irrepetible. Nadie puede creerlo, nadie puede decir nada porque, de verdad, no hay nada que decir. Emily ha dado su ubicación, durante todo el tiempo. Emily ha dado toda la información que podría haber dado, incluso más. No solamente ha hablado de Alexander, de dónde están, ni de lo que hacen. No, por desgracia, la chica no se ha conformado con eso, sino que ha estado dando más información de la que, aparentemente, necesitaban. No hace falta que piense en el nombre del remitente, porque solamente hay una persona en el mundo, al menos, en ese, que quiere hacerles daño cueste lo que cueste: Elisa. ¿Cómo fue capaz de hacer tratos con la que quiere matarlos? ¿Cómo pudo hacerlo?

- ¡Necesitamos a los guerreros en la casa!

El que interrumpe la situación, la incómoda situación, es un simple muchacho. Quizá tiene unos dieciséis años, o quizá menos, pero es muy joven, y ni siquiera hay signo aparente del crecimiento de la barba, eso o que se rasura muy bien. Su voz, tan nerviosa como aguda, da más pruebas de que el chico no tiene una edad madura como para poder ser uno de los trabajadores de Alexander, quizá solamente fuera uno de sus protegidos, o tal vez fuera como ellos y estuviera ahí por ayuda de Alexander. De todas formas, lo que le llama la atención es la forma en que se expresa, con una urgencia y un gran nivel de agitación, lo que le recuerda a Anny, otra vez. Se da prisa, y parece tan dramático que llega a causar algo de gracia, como una ardilla gritando. 

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora