4. Páginas abiertas.

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Un rugido en la barriga de Emi le dice que no es el momento de ver que hay en ese libro, la curiosidad le invade, pero el hambre le está matando. Ahora mismo solo quiere terminar con los libros e irse a comer

—Deja eso Anny, terminemos de recoger y vayamos a comer por dios.

Emi intenta quitarle el libro a Anny, pero la más joven de las chicas no se lo está poniendo fácil. Jenn las mira, aunque no las ve, sigue parada. Las dos chicas forcejean unos segundos hasta que finalmente Emily se queda con el libro y Anny empieza a quejarse

Jenn reacciona al instante. Pero lo que le hace reaccionar no son las quejas de Anny por leer el libro. Es la hoja que acaba de caer del libro al suelo mientras sus amigas forcejeaban. Aprovecha el hecho de que están distraídas para cogerla y salir rápido de la habitación.

Tardan unos segundos en darse cuenta de que Jenn ya no está. Se miran extrañadas un momento, no entienden muy bien porque su amiga se ha ido sin más. Pero al segundo Anny vuelve a centrarse en el libro que está en manos de su amiga. Lo único que quiere es volver a tener entre sus brazos el extraño, pero bonito libro. Aunque no puede quitarse de la cabeza la espantada de Jenn.

Emily actuó normal, como cualquiera lo hubiera hecho al ir haciendo mudanzas. Pero Jenn no, y eso es lo que más le llamó la atención. Su amiga, Jenn, no era la que hacía el papel la sentimental en el grupo, ése era su papel.

Recuerda todo lo que Jenn ha pasado, y el humor con el que se lo ha ido tomando. Ni siquiera le importaron muchas de las cosas por las que la propia Anny, ósea ella misma, se habría echado a llorar al instante. No. Jenn es la que hace bromas todo el tiempo, por mínimas que fueran y con su humor tan especial, que a veces suena más a sarcasmo que otra cosa.

Por eso le parece tan extraño que se haya ido, así, como si le hubieran hecho algo. Anny deja de pensar en el tema cuando ve que Emi deja sobre una silla. Aparte de todos los demás.

Cuando por fin lo vuelve a tener entre sus manos, algo le llama la atención. Y no solamente es la forma en que está escrito, no. El libro pesa.

Pesa como cuando cogió en sus brazos a su pequeño sobrino, Luka. La primera vez le costó un poco, porque no había cogido a un niño tan chiquitín en mucho tiempo. Luego se fue acostumbrando, día a día, mes a mes. El libro se parece a ese tiempo. Si se esfuerza un poco, siente cómo parece que se le desliza por uno de los extremos. Otra vez le lleva a aquel año.

Está hecho quizás de un material resistente, o tal vez sus páginas lleven cosas pegadas. Lo abre un poco, y se fija en la tinta de las hojas. No es que sea normal, es más, parece que el libro hubiese sido escrito hace unos minutos, porque su tinta está como recién sacada de una pluma. Lo cual es raro, porque si hubiera sido escrita hace poco, solamente al cerrar las páginas se hubieran traspapelado algunas de sus palabras.

─ ¿Qué haces? ─La mira Emi de pronto, sobresaltándola─. Pensé que seguías recogiendo todo en las cajas. Pero veo que me equivoqué.

Ella solamente le señala el libro a medida que se tiende en el suelo y lo mira deteniéndose en cada detalle que posee. Se fija en el relieve del forro del libro. Nunca había visto algo parecido, es como si fuera una portada artesanal, pero bien hecha, bien acabada.

Aún recuerda cuando su padre, hace tan sólo unos meses, la llevó a una de las librerías más grandes del mundo. De vacaciones, le aseguró. Dejándola elegir solo un libro, consiguió que la chica se comiera la cabeza buscando cuál sería el apropiado para ella.

Los había de muchas formas, colores e incluso tamaños. Incluso había una escalera que parecía tocar el cielo, solamente para poder alcanzar los libros que se encontraban en el último estante.

Acabó eligiendo cinco, y todos de diferentes tipos. Su padre accedió solamente porque estaba cansado de ver a su hija de libro en libro, de hoja en hoja, durante cuatro horas. Normal era, pues, que se quisiera ir de ahí cuanto antes.

—Hay algo que me interesa más. —Sonríe mirándola.

Emily niega con la cabeza. Parece cansada, o tal vez solamente esté agotada tras guardar cosas en cajas. Pero sobretodo no está enfadada, sino Anny lo habría notado, o, al menos, eso es lo que piensa.

Emi ha rellenado unas tres cajas sola, sin ayuda de nadie. Parece increíble la prisa que se ha dado, porque ahora la estantería parece vacía. Ni siquiera están los libros que estaban en la zona más alta.

Jenn, que es la que se muda, se ha ido a quién sabe dónde, aunque también le resta importancia. Y Anny... Bueno, ella no para de leer el libro.

—Claro —Suspira Emily al fin—. Déjenme el trabajo solamente para mí. Me encanta estar sola.

—Claro. —Responde Anny ignorando su último comentario.

Solamente se centra en el libro. Abre las páginas, por la mitad. Lo ojea un poco por encima, hasta que llega a la primera hoja. No hay nada escrito. En ella, ve cómo uno dibujo llena la página, apenas se ve el fondo blanco. Si se fija, casi parece estar dentro de ese lugar. Parece tan real.

—Mira Emily, ¡esto es alucinante! —Exclama la chica, alzando el libro sobre su cabeza, abierto.

La otra chica se limita a asentir, sin mirarla. Si no quiere morir de inanición tiene que darse prisa en guardar los libros que faltan. Y con más razón ahora que se ha quedado sola, con una única misión. Debe acabar de guardarlo todo. Por Jenn. Porque Emily, en el fondo, sabe que la actitud de la chica, no es la de siempre.

—Genial, no me hagas caso. —Deja el libro en el suelo de nuevo—. Pero, ¿sabes? No sé por qué me parece que al ser tan detallado... Lo que en realidad el autor hizo fue describir algún paisaje real en pintura para...

—No te estoy haciendo caso, Evans. —Suspira Emily—. ¿No ves que tengo que acabarlo todo yo sola? ¿No te das cuenta de que no me estás ayudando estando ahí sentada como si la vida solamente consistiera en eso?

Anny sonríe mientras deja el libro apoyado contra la mesilla que está al lado de una ventana. Se acerca a Emi, y, comienza, con ella, a guardarlo todo en una caja. Esta vez, va a poner los intereses, si es que se le pueden llamar así, de Emily, antes que los suyos.

Por fin han terminado con los libros cuando Jenn vuelve a entrar a la habitación. Esta callada. Diferente. La chica mala de las tres parece que ha estado llorando, aunque quizá eso nunca lo reconozca.

— ¿Dónde te habías metido? —Pregunta Emi cuando la ve entrar.

—Estaba... en la cocina, bebiendo agua. —Ni siquiera las mira, solo se mira los zapatos.

—¿Tanto tardas en beber agua?

—Si.

Es un si algo seco. Quizás demasiado. No es lo que pretendía, pero no quiere que le sigan preguntando. Ha levantado la cabeza y por fin las mira. Anny se sorprende al verla con los ojos un poco rojos y mira a Emi que esta igual de sorprendida que ella, en tres años no la habían visto con los ojos de haber estado llorando. Jenn nunca llora.

— ¿Estas bien? —Es Anny quien pregunta ahora.

—Perfectamente. —Su tono es frío, pero de nuevo no es lo que pretendía. Suspira—. Veo que habéis terminado. —Anny asiente—. Bien, gracias. Vamos que os invito a comer donde queráis.

La actitud de Jenn vuelve a ser más o menos la de siempre cuando les dice de ir a comer. Ambas asienten y salen de la habitación discutiendo sobre a qué sitio ir. Jenn va a seguirlas cuando lo ve ahí en el suelo. El libro de su hermano. Duda un segundo. No sabe qué hacer, pero la carta... coge el libro algo asustada y lo abre por la primera página. Entonces lo ve. El dibujo que vio Anny. Sonríe al reconocer el lugar. Su lugar. El lago maldito y la cueva mágica, así lo llamaba Caleb cuando eran pequeños. Siempre iban ahí a jugar, nunca había nadie y es que probablemente nadie más lo conocía. Oye como Anny la llama desde el piso de abajo. Cierra el libro rápidamente. Se lo guarda en el bolso junto a la carta que cogió antes y sale de su habitación con un solo pensamiento en la cabeza. Su hermano esta loco.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora