47. Las grietas.

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Niall mira el mapa a medida que el coche en el que van sube y baja continuamente debido a las variaciones del terreno, algo que resulta extremadamente tenso, miedoso e incluso peligroso. De hecho, por poco se golpean la cabeza cuando pasaron sobre una grieta mucho más profunda de lo que pensaban, y mucho más húmeda de lo que él había calculado, debido a todos aquellos antiguos experimentos realizados sobre arcilla y mármol para comprobar el estado del lugar. Y eso por no hablar de lo mucho que sufrieron las ruedas, porque quizá en menos de cinco minutos tendrá que parar el coche, a ser posible en un llano, para cambiarlas totalmente, y así evitar riesgos, una tarea no muy difícil para alguien que sabe casi de todo.

Al principio, pensó que el terreno no sería tan variable como lo es, porque hacía algunos años, pocos en realidad, había sido un terreno cuya principal característica era su propia llanura, cosa que ahora sería casi imposible de creer. Cuando su trabajo consistía en examinar ese mundo, ese llano era un lugar perfecto para pasar la tarde escribiendo y estudiando en el ordenador, con tranquilidad, calma y serenidad. Y, aunque, antaño, ese lugar sobresalía por su naturaleza, tan fértil como diversa, ahora lo único que parece es un lugar vacío, solitario, abandonado, muerto. Ni siquiera le dan ganas de seguir mirando el camino, ni siquiera le dan ganas de bajar del coche, o intentar buscar a un conejo con la mirada. El polvo, la tierra y los escasos bichos, se han apoderado del terreno, de tal forma que el terreno resulta letal para el mantenimiento del coche.

¿Quién podría haberle dicho que las cosas podrían cambiar tan de pronto? ¿Quién podría haberle dicho que las cosas cambiarían de esa forma tan radical? Sí, se imaginó que habría dificultades, pero jamás pudo ver venir que el mundo al que él pertenece ahora podría atraparlo y llevarle con él presas a su hermana, a su novia, y a su amiga, porque así es como él se siente cuando ve que, las chicas, lo único que quieren hacer, que de verdad quieren hacer, es volver a casa, volver a su mundo, a su hogar. Como él.

Cuando el libro le habló de los pros y de los contras que supondría volver a su mundo, decidió que su prioridad debía ser la seguridad de los demás, y el no poner en riesgos innecesarios a las personas que realmente quería, o que creía querer. Se equivocó con la mayoría de personas, se equivocó cuando les demostró cariño, porque se dio rápidamente cuenta de sus verdaderas intenciones, algo que le dolió en lo más profundo de su pequeño y frágil corazón. Ese amor fue el que le llevó a tomar, entre otras muchas decisiones, las peores.
Bárbara, la chica que en un principio le resultó amable, divertida, y, algo retraída, resultó ser la más víbora entre todas. Esa misma chica sabía varios idiomas, tenía amigos casi por todo y de todo el mundo, con los que hablaba muy a menudo. Sacaba buenas notas, aunque no tan buenas como Anny, cosa que le hacía ser todavía mucho más horrible de lo que de por sí era. Cuando decidió que le podría dar una oportunidad a la chica, pensó en lo positivo de ella, aunque ya por entonces era casi inexistente. Se fijó en sus amistades, en lo importante que era su familia, en el gran afecto que le tenían la mayoría de profesores, alumnos e incluso niños que conocía.

Además, la chica tenía un físico impresionante. Es cierto que la mayoría de chicos se comportaban fatal solamente pensando en ella, o pensando en cosas relacionadas con ella. Porque, sinceramente, esa chica tenía un cuerpo impresionante. Aunque tiempo después descubrió que, entre sus gastos usuales, se encontraban un sinnúmero de operaciones en su cuerpo, con el fin de hacerlo mucho más delgado, mucho más curvo, y, sobre todo, que pareciera que todo era natural. Incluso se operaba las ojeras para que nadie pensara que era una chica de esas que dormían tarde por estudiar, o de esas que se preocupan por cualquier cosa, mínima, y que se volvería arrugada antes, incluso, de tiempo. Niall incluso llegó a pensar que la chica se operaba incluso las manos, porque las tenía tan delgadas y tan fibrosas que no eran normales. Luego, su frente parecía una sábana perfectamente tendida, sin tan siquiera arrugas causadas por reír o por llorar. Era como si estuviera con una verdadera muñeca.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora