37. El ladrón cae más rápido por mentiroso

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Emily estira la palma de la mano sin mirar el teléfono, y espera a escuchar la melodía que indica que está encendido. El sonido se le hace usual, como si estuviera acostumbrada a escucharlo de vez en cuando, y es que así es. Inmediatamente, cuando cierra la mano, el teléfono comienza el proceso de apagado, produciendo una melodía diferente a la de encendido. La muchacha sonríe mientras apunta con la palma de su mano la bombilla de luz, que se encuentra sobre su cabeza, consiguiendo que esta se encienda iluminando la habitación por completo, desde un extremo hasta el otro, con una luz más fuerte de la que una bombilla normalmente tiene. Su poder le gusta, y mucho en realidad. Puede dar energía, y quitarla, si le apetece, si quiere, cuando y donde sea que se encuentre.


Ha estado practicando por su cuenta, perfeccionando y haciendo de su poder algo a lo que asegurarse en caso de necesitarlo. De esa forma, el manejo que tiene del mismo es cada vez mejor, como si practicándolo de la forma en que lo ha estado practicando pudiera hacer mejoras que de otra forma no podría.


No sabe muy bien por qué, pero no quiere que nadie tenga conocimiento acerca de su poder, como si fuera un secreto que solamente le pertenece a ella. Y así es, hasta que se encuentre en la necesidad de utilizarlo.

Siente que, aunque haya practicado más el poder del hielo, el progreso con este último poder es mucho mayor. Ciertamente, entrenar a solas le ha hecho darse cuenta de que, cuando está con Harry entrenando, el progreso es menor debido a que continuamente se distrae con la amplia sonrisa del chico, y, ¿qué decir de sus brillantes ojos y sus ganas de saber cada vez más acerca de ella? Si bien es cierto, al chico le divierte hacerle preguntas, que ella considera tontas, como si fuera a contarle de una forma fácil cosas sobre su vida, como que su padre quería que ella siguiera leyes, pero a ella le llamó atención la literatura y así la escogió; o que estudió francés al cumplir los doce. Pero está segura de que no lo hará. Al menos, no de esa forma.


Escucha algunas voces en el jardín, y se levanta. Ha estado todo el día mirando al techo, tomando valor para enfrentar a las personas que debía traicionar. Si tan solo no se sintiera tan bien con Harry podría descubrir su debilidad y terminar con todo de una vez por todas. Le faltan pocas debilidades por saber, de hecho. El problema es que teme ver dentro de Harry, y mucho más preguntarle. Lo cierto es que, mientras más se acerca, más quiere de él. Y sabe que llegará un momento en que no querrá alejarse, esa razón, pese a todo, será su perdición y lo sabe muy bien. El entrenamiento, piensa, debe haber comenzado y ella, desde luego, no está allí presente.


En cuanto enciende el teléfono, recibe un mensaje del mismo remitente desconocido que la acosa. Sabe que debe responder, sabe que no puede ni podría limitarse a ignorarlo como si nada pasara. Ha hecho un trato, y algo que ha aprendido, desde hace mucho tiempo, de su padre, es que debe cumplir los tratos, acuerdos y promesas que haga, como si fueran una prioridad que atender. Después de todo, es este trato último el que es capaz de llevarla de vuelta a casa con sus amigas y familia.

Oprime "leer", y el mensaje se despliega, frente a sus ojos, dentro de la pantalla. Parece un rollo de pergamino, abriéndose como una persiana de esas antiguas que con tirar de un cordón caen totalmente al suelo.

"Es tarde, necesitamos una ubicación"

La muchacha suspira y responde, con las manos temblorosas. Ya les ha dado suficiente tiempo, y solo ha conseguido que Anny tuviera novio y Jenn ropa linda, aunque nada de su estilo. Sabe que debe terminar con ello, como también sabe que debe hacerlo ya. Han estado tanto tiempo lejos de casa, que siente que las chicas, incluida ella, están olvidando que no pertenecían a ese mundo, que tienen que volver en algún momento al lugar al que pertenecen.


Esconde el teléfono debajo del colchón, tan duro como grande, de su habitación. Es un buen lugar, por lo que parece, ya que nadie lo ha encontrado, y ella es capaz de sacarlo cuando lo necesita sin tener que preocuparse por mucho. Apaga la bombilla de la misma forma en que la encendió hace un rato, y corre hacia el extenso jardín. Tiene que practicar, tiene que hacerlo si no quiere levantar sospechas. Suficiente es que llegue tarde como para encima faltar.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora