40. No está reaccionando.

35 5 0
                                    

Emily cierra los ojos con fuerza mientras las imágenes golpean su mente. Le hace daño, no solo por el contenido fuerte que traen, sino que su cabeza hace presión al mismo tiempo de una manera inimaginable. No puede más pero no se detienen, sino que siguen avanzando en su cabeza, como si fuera un vídeo. Sigue mirando personas heridas: Louis, Niall, Vi, Robert, Harry, Anny. Los ve de una forma fatal, en el suelo, tirados de una manera que le da pena. ¿Es su culpa?

- ¡Basta! - grita golpeando el suelo con sus puños apretados, produciendo un estruendoso sonido, y, finalmente todo se pone negro. Ha logrado callar su mente por un segundo, pero ahora comienza lo peor: la culpa.

Creció en una familia religiosa: su madre era fiel practicante de la religión católica, y su padre, él haría todo lo que su madre haría para mantenerla contenta. Al final no pudo hacerlo, pero eso es otra historia. Su madre le enseñaba toda clase de cosas desde que había nacido: le leía algo de la biblia antes de ir a dormir, al despertar; y la hacía rezar antes de comer y antes de ir a la escuela. Era como una costumbre que tenían, era algo que hacían como familia y creyó que eso los mantendría unidos. Finalmente, su madre se fue y los rezos dejaron de hacerse tan seguidos, las lecturas fueron reemplazadas por otro tipo de cuentos y relatos. Todo fue perdiéndose poco a poco, así como los recuerdos que tenía de su madre. Sabe lo que se siente al ser abandonada, pero nunca hasta ese momento ha sentido la culpa de abandonar. Ahora está del otro lado, y no puede evitar preguntarse si su madre se había sentido así alguna vez: esa presión en el estómago, el cosquilleo en las manos, el dolor de cabeza y el aire comprimido en sus pulmones. Se siente enferma.

Abre la ventana y deja todo salir de su estómago, respirando profundo cada cierto tiempo para continuar escupiendo todo. Sus entrañas resbalan por la pared mientras sostiene el cabello sobre su frente. Cuando termina, seca las esquinas de sus labios con la manga de la blusa y cierra la ventana. Camina a la puerta con los músculos del abdomen comenzando a ejercer dolor. Jadeante, toma rumbo hacia la habitación de Elisa. Al llegar le habían asignado esa habitación para quedarse, había tomado una ducha y había cenado algo antes de que Niall hiciera contacto con ella. ¿No podía haberlo hecho de una manera menos... Severa? Ha hecho como debía haberlo hecho, es una pena que en ese momento no pudiera entenderlo. Era necesario para lo que va a hacer a continuación.

Abre la puerta de la habitación que le han dicho que era de Elisa y la busca con la mirada, la mujer yace de espaldas a la puerta sentada sobre una mecedora. Es muy tarde ya y la mujer está relajándose antes de dormir. Un poco de música clásica llenaba la habitación. Su madre se la ponía para dormir. La escucha un par de segundos mientras los recuerdos resurgen. La muchacha sacude la cabeza para volver a lo que había ido, camina hasta Elisa para actuar como su padre lo haría. Rodea la silla y la toma del cuello, apretando con tanta fuerza como puede.

El rostro de la mujer comienza a enrojecer, sus ojos a lagrimear y pataleaba sobre la silla, la muchacha no se mueve, sino que, al contrario, se queda paralizada.

- ¡¿Cómo pudiste?!- exclama y la mujer intenta defenderse. Atacar a Elisa ha sido muy fácil, demasiado. - ¡Ellas no eran parte del trato! -grita molesta y siente un toque eléctrico en su espalda tan fuerte que tiene que soltar a la mujer para buscar su fuente. Elisa está tras ella con las manos en el aire. Tiene una sonrisa triunfante y la mirada confiada ¿¡Qué mierda está sucediendo?! Se pregunta volteando a mirar a la mujer que estaba estrangulando. El cabello se vuelve negro y los ojos oscurecen. El cuerpo se encoge hasta verse como una muchacha de tan solo quince años, tiene una marca en el cuello y los ojos inyectados en sangre. ¿Otra cambiaformas?

- ¡Elisa! - exclama y se gira para verla de frente. - ¡Estoy harta! - grita tan fuerte que toda la energía del edificio se va.

Se queda allí unos segundos mirando a Elisa en la oscuridad. De pronto siente más electricidad en su espalda. Al voltear la muchacha quinceañera le dedica una sonrisa maliciosa, no solo cambia formas al igual que Elisa, tiene electricidad en sus manos también. Siente otro toque en el estómago. Elisa ríe a carcajadas. Luego otro en la espalda. La adolescente comienza a reír también. Luego siente otro y otro y luego otro, cae al suelo dolorida. Su corazón palpita demasiado rápido y su cuerpo comienza a ceder ante tanta electricidad. Estira su mano hacia Elisa e intenta absorber su energía, pero esta no llega. A continuación, con dolor, intenta congelarla, pero el hielo se ha detenido, como si no tuviera poderes en absoluto. Ya ni siquiera puede sentirlo dentro suyo. Sabe lo que está sucediendo: esa es su debilidad.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora