Capitulo 22: el fin de un día terrible.

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JANE

Los tres observamos el cuerpo inanimado de la chica. Era joven. Por su tersa piel y juvenil rostro, deduzco que tenía poco más de veinte años. Sus ahora opacos ojos están abiertos, mirando a la nada. Esta desnuda. La sangre aún luce fresca, cubriendo sus pechos y esparciéndose por su estómago, empapando sus manos y sus muñecas que están unidas con unos grilletes negros emplumados y descansan en su vientre.

Cuando Julian detalla las manos de la chica, sube su mirada hacia a mi e instantáneamente la retorna.

Esas esposas son iguales a las que me envió Tony.

Sigo detallándola.

Tiene una herida profunda, el golpe mortal, está allí, justo encima de su corazón, además de presentar marcas de dientes y manos desde su cuello hasta las caderas.

Es lo característico de Tony. Es su distintivo.

No es la primera vez que veo un cadáver. Ni la décima o vigésima. Ya he perdido la cuenta. Forma parte de mi vida. He recogido más de quince cadáveres similares a este, solo en acciones de Tony.

Esta ocasión se siente un poco diferente. Se siente propio. Tony la dejo aquí para mí. Le colocó esas esposas por mí. Tengo el atrevimiento de tocar los parpados de la chica para cerrarlos. Y le hago la misma promesa silenciosa que he hecho muchas veces.

Te haré justicia, lo juro.

Cierro la cremallera de la bolsa mientras Julian dice que dará un vistazo adentro y que se encargara de todo.

Estoy dispuesta a seguirlo pero Noah me detiene.

― ¿Estas bien? ―Duda. Con sus ojos verdes fijos en mí.

Asiento. No puedo negar que tengo esperanzas de que Rick este vivo. Quizás Tony solo lo lastimo. No soy una persona particularmente optimista. Los venezolanos esperando a que Maduro renuncie, son más optimistas que yo. Pero hablamos de Rick aquí. Y la esperanza me hace preguntarle.

― ¿Crees que Rick este vivo?

Conozco a Noah. Él siempre me dirá la verdad por más dolorosa que sea.

―No, Jane. Posiblemente Montana te lo envié en pedacitos en una caja.

Mala idea. Esperanza se lanzó por la ventana.

Me gusta que sea honesto pero algunas veces exagera. Pensar en Rick en una maldita caja me descoloca.

―Jane. Sabes que tengo la razón. ―insiste― Además... Este asunto se está tornando personal.

― ¿De qué hablas? ―pregunto con disgusto. Estoy agotada. Adolorida. Por supuesto, Tony destruyo el móvil de Rick y ahora no hay manera de rastrearlo.

―Piénsalo. No sé muy bien que te dijo Tony la primera vez q lo viste. Pero sé que te toco, te quemo, casi te mata. Luego te envía una caja más que personal a tu maldito lugar de trabajo... Entonces te llama a tu móvil para torturarte con lo de Rick y te hace venir hasta acá. Casualmente la chica muerta tiene unas esposas emplumadas como las que te envió. Aquí hay algo que no cuadra. Algo huele mal.

Percibo su punto. Como lo veo tengo dos opciones. Darle la razón y considerar su punto de vista. O simplemente desestimar su idea e ignorarlo. La segunda opción me resulta atrayente.

―Es normal que quiera matarme. Cualquier maldito delincuente quiere matarme. Especialmente si sabe que estoy tras él. Y si algo huele mal aquí eres tú... Apestas.

Mi insulta logra divertirlo. Logra su propósito de distraerlo momentáneamente.

―Tienes razón, me apesta especialmente la boca. ¿Quieres probar? ―propone, poniendo su mejor cara de seductor combinada con su mejor cara de cachorrito arrollado.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora