Capítulo 38: Impulsos.

6.4K 429 101
                                    

La camisa blanca de Noah había quedado empapada y ahora Zara junto con cada mujer a la redonda observaba la transparencia que había causado, de hecho, así era que Noah debía llevar la ropa todo el tiempo: mojada. 

La vista era fantástica. Llevarla de otro modo era pecado.

—Mi noche se puso buena. Bien hecho, chica del piano. —musitó una mujer observándolo. Rubio, mojado, cabreado y sexy. Se acercó a él— Un consejo: quítate la camisa. Podrías resfriarte.

Zara no lo podía creer. Resoplo.

— ¿Disculpa? Esto es entre él y yo. ¡Apártate!

Mierda. Que sensible estaba. Las jarras de cerveza pasaban cuenta y desinhibían su sentido común, al parecer.

La mujer de cabello negro sonrió y la ignoro. Esperando que el hombre apuesto le hiciera caso.

—Acabas de cruzar la línea —susurro Noah mirando cabreado a Zara— Esto te saldrá caro.

Zara trago grueso. Su voz no traveseaba. Bueno, quizás exagero al bañarlo de cerveza, pero no se podía ir por el mundo así... dando esa clase de besos solo porque sí. No señor. Eso no era justo.

—Tú...tú cruzaste la línea al besarme —respondió ella.

—Conmigo no tendrías líneas que cruzar —aseguro la pelinegra causando que Noah la mirara.

—Debe ser una broma... —murmuro Zara observándolos. Que descaro. Su sangre estaba subiendo se temperatura a la velocidad de la luz. Además, temía la reacción de Noah.

— ¿Estas segura? —le pregunto Noah en cambio a la mujer, en tono sugerente.

Ella no titubeo en su respuesta.

—Tan segura como que estas más bueno sin camisa que con ella.

—De acuerdo... —contesto Noah con la mirada clavada en Zara. Empezó a desabotonar su empapada camisa. Por suerte, tenía algo de ropa en su camioneta. Miro a la mujer. — Salgamos de aquí.

Le dio la espalda a ambas y se encamino a la salida del bar.

Zara sintió algo pesado comprimir su corazón. Noah no podía hacer eso.

¿Se iba a ir con ella?

—Lo siento —le dijo la pelinegra en tono burlón a antes de ir por Noah— podrás cantar muy lindo pero... eres una niña a su lado.

Sintió las palabras como una bofetada, y observo la sonrisa petulante de la mujer antes de dar media vuelta y dejarla allí, pasmada.

Se iba con Noah.

Noah iba a besarla del modo prohibido en que la había besado a ella.

Noah iba a enseñarle. A hacerla gozar con el instrumento que hace dos horas le había mostrado a ella. Porque no tenía dudas, algo tan perfecto y grandioso tenía la capacidad de convertir a la mujer más frígida en multiorgasmica.

Noah iba a dejarla tirada en el bar como si nada.

En un impulso y con la sangre en estado de ebullición salió disparada del bar, incluso salió antes que la pelinegra tropezándole con total intención, ya afuera vio a Noah abriendo la puerta trasera de su camioneta. El empujón que le dio y por la sorpresa hizo que se golpeara contra puerta. Noah se giró y lo miro de frente, ya no tenía camisa, piel dorada y musculosa expuesta invadió su vista y cuando levanto su mirada pudo ver un atisbo de sonrisa en la cara de Noah.

¡Qué hijo de puta tan grande! ¡Se burlaba de ella!

Rabiosa, le estampo una sonora cachetada, con suficiente fuerza para voltearle la cara. Jesús. La mano le ardía. No iba a disculparse, se lo merecía. Noah la miro fijamente y empezó a... reír.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora