En más de diez años de carrera y un considerable número de casos resueltos Julián Glover iba sumando a su círculo social todo tipo de amistades, desde aquellos cuyo honor parecía intachable hasta aquellos que el título de humano les quedaba grande, no poseían humanidad, ni el más exhaustivo examen detectaría una pizca de bondad en sus cuerpos. Y esto no solo aplicaba para la escoria a la que él se encargaba de perseguir y presentar ante la justicia, se había topado con compañeros, jefes, amistades igual de repulsivas, que simplemente sabían aparentar y mantener firme la careta en su rostro.
Y él aprendía de cada nueva experiencia. No podía subestimar, juzgar, confiar con facilidad.
— ¿Por qué confías en él? —le preguntó Jane insegura.
Se refería a Milka. Julián lo observó concentrado en lo que mejor se le daba. Milka destacaba por sus habilidades en seguridad informática. Y por eso Julián se había topado con él hace un par de años, cuando los medios de comunicación lo tildaban como uno de los hacker más buscados y el gobierno lo quería por penetrar sistemas ultra protegidos y por robar secretos corporativos
Encontrar a Milka le resultó imposible, lo intentó por meses sin éxito. Era una especie de fantasma. Milka fue quien lo encontró a él y aunque al principio desconfiaba, basto con ver información que se suponía no existía y se dio cuenta de que básicamente querían a Milka por exponer un poco de la ropa sucia que los políticos lavaban en casa. Por tener acceso a algunos secretos de Estado que suponían la ruina de algunos peces grandes.
Y así era la vida... los justos eran perseguidos mientras los reales delincuentes se mostraban ante las cámaras.
Confiaba en Milka como lo hacía con muy pocas personas, personas que podía contar con los dedos de una sola mano. La lealtad provenía de diferentes motivos, y que Milka siguiera vivo gracias a él, conformaba una deuda que iba más allá de cualquier cosa.
—Porque me debe una. Una grande —respondió.
—No lo sé —dudo Jane— ¿Acaso sabe lo que hace? Si deja algún rastro estaremos jodidos. Para mi luce como un delincuente. Lo que hace es ilegal...
—Solo es ilegal si te atrapan... —se burló Milka acercándose a ellos. Por su rostro juvenil no debía tener más de 30 años— Y ya está hecho.
— ¿Qué? —Jane miro la central de computadoras que llenaba la habitación. Al menos diez pantallas encendidas con un sinfín de códigos que la mareaba con solo ver. La informática no era lo suyo.
—Infiltrarme en la red de la prisión federal —dijo como si simplemente hubiese abierto una nueva cuenta en Facebook— ya está en marcha. Diría que unos 30 minutos tendré acceso total. ¿Quieres saber cómo lo hice?
Milka no espero la respuesta de Jane.
—Lancé un ataque detectable. Ya saben que deseo infiltrarme en su red, están intentando detenerme y rastrearme. —Milka empezó a sonreír cuando vio la mueca naciente en el rostro de Jane— Solo para entretenerlos un rato mientras sigilosamente entro en sus redes sin que si quiera lo sospechen. Es como si tuviera una puta capa de invisibilidad y les pasara por el frente de sus putas caras sin que lo notaran. Distracción. Es divertido, ¿no?
—Supongo...
—Ya lo creo —Milka sonreía— Casi tan divertido como hackear a otro hacker.
—Si tú lo dices —musito Jane.
—Muy bien. Pon tu cronometro. En unos 40 minutos los dejaras ciegos —le indico Julián— Espera a la confirmación.
Milka asintió y se propuso a continuar en su trabajo.
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Mi Chica Ruda
RomanceJane Stevens "La marimacha Stevens" una chica ruda, es necesario serlo o no durarías ni un solo día en el FBI. Todos piensan que es lesbiana y a este punto... hasta ella misma lo duda. Ya olvidó cuando fue su última cita, ya olvidó como besar a un c...