Capítulo 44: La ventaja de Tony.

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Para Avery la vida estaba llena de satisfacciones pequeñas y grandes. Su niñez consolidaba un sinfín de carencias y abusos que ella ahora agradecía. Esa triste época de su vida forjo su carácter, la hizo fuerte y le enseño a valorar esas satisfacciones. Y cuando Avery veía la oportunidad de un pequeño deleite no lo podía dejar pasar... si en la vida solo había dos opciones: ser víctima o victimario, ella, sin dudas, hallaba comodidad en la zona de poder. La fe hacia las personas se evaporo al mismo tiempo que su moral.

Siguió las instrucciones de Julián. El retrete asignado cumplió un versátil propósito dándole la ventaja que necesitaba. En un minuto se vistió con un traje digno de una agente federal. En dos minutos ubicó en un pequeño mapa el ducto de ventilación que utilizaría para salir exactamente donde no habría cámaras funcionando y emergería campante, caminaría un par de pasillos, luego enseñaría su identificación al guardia, éste verificaría en sistema y ella, por obra de Milka, aparecería irónicamente como una funcionaria asignada a un caso de tráfico de drogas y homicidio que simplemente cumplía una rutina de trabajo.

Todo o nada.

Allí estaba, una de las mantras de Tony reproduciéndose nuevamente en su cabeza. Era como si el propio Montana le estuviese susurrando lo que debía hacer. Claro, estando a la cabeza del crimen organizado era una posibilidad muy real que capturaran a alguno de ellos, por eso tenían un plan de contingencia.

Siguió las instrucciones de Julián, pero, en el proceso hizo una diminuta pausa, no era un secreto que el miedo era poder —curiosamente otra de las frases de Tony— y Avery por ser quien era disfrutaba de ciertas comodidades en prisión.

Anhelaba el sufrimiento de aquellos que la habían metido en prisión, extrañamente aun deseaba a Julián, el deseo resurgía casi en la misma escala que sus ganas de verlo agonizar de dolor. Tenía grandes planes para él, no sería rápida. Comenzaría causándole daño emocional, quería escucharlo gritar de impotencia y luego de dolor, cuando viera morir a las personas que le importaban. Luego empezaría la parte divertida. Iba a prolongar su deleite y esta vez, aunque odiaba la sangre, disfrutaría con él hasta que no quedara ni una sola gota en su cuerpo.

Tecleó aquel numero memorizado específicamente para este momento en el móvil de contrabando comprado con miedo.

En seguida, escuchó la voz de Tony.

**

El corazón de Julián latía con rapidez. Era el momento. Salió de la prisión y se encamino al auto donde lo esperaba su curioso e improvisado equipo. Liberar a Avery era una patada al hígado, la pequeña victoria que fue atraparla ahora se revertía, por los momentos Tony llevaba la ventaja.

—Listo... —soltó con seguridad sentándose en el asiento del piloto— Ahora dejaremos que Avery se reúna con Tony

—¿Es una jodida broma? —Jane sentada a su lado, dejo de ajustarse el chaleco antibalas.

—No.

—Esa mujer nuestra única ventaja.

—No lo es —Julián vio los rostros confusos, Zara y Noah por el retrovisor— Nuestra prioridad es encontrar a los niños. Y yo se precisamente dónde están.

—¿Que? —Zara saltó, incluso parecía sorprendida.

Julián tomó el ordenador portátil y lo coloco en tablero, la pantalla mostraba una especie de mapa de geográfico, con dos puntos latentes cercanos entre si preponderando.

La esperanza perforó cada célula de su cuerpo. Sonrió con amargura. Todo el sufrimiento, todas las pérdidas, todo el dolor, aprendió con sangre y lágrimas una clara lección. No estaba dispuesto a perder esta vez. No sin pelear.

—Avery no tiene un dispositivo de geolocalización, los niños si —afirmo— Todas esas camionetas que vimos a un par de cuadras de aquí, Tony tiene una gran cantidad de hombres rodeando la prisión, quiere rescatar a Avery y al mismo tiempo acabar con nosotros. Por eso le daremos lo que quiere, y mientras se distraen extrayendo el chip de su muñeca, iremos por los niños.

Jane y Zara tenían un par de motivos para odiarse, aun así, no pudieron evitar sentir exactamente lo mismo, en el mismo instante y por el mismo hombre: esperanza, admiración, amor.

Una inyección de adrenalina se precipitó en el peculiar equipo. No era lo mismo ir a la guerra sin conocer el campo de batalla, que conociéndolo y teniendo el efecto sorpresa a su favor.

—Hora de ir por los niños —encendió el auto.

—¿Soy el único al que le parece raro eso de ponerle chips de geolocalización a las personas? —musitó Noah mientras se alejaban de la prisión.

Ubicaron el lugar, una de las enormes casas de Tony en plena ciudad, se repartieron  radios para comunicarse y ajustaban la frecuencia mientras debatían el mejor modo de entrar.

—De acuerdo. Protocolo de rescate —dijo Jane— Julián y yo iremos a la cabeza. Noah, tu nos cubrirás, primero despejaremos el área. Ubicaras un lugar estratégico donde nos sirvas como francotirador. Eso facilitará nuestra salida, en caso de algún inconveniente o que pidan refuerzos. Y Zara... mantente en el auto a distancia, pero atenta por si necesitamos una salida rápida.

—Tu no me das órdenes.

—Una civil en la zona de peligro. Sólo serás una distracción.

—Esto se pone interesante... —Soltó Noah sin evitarlo.

Julián miró a Jane. Y por su mirada no era algo negociable. —Zara ira con nosotros.

—Piensa bien lo que haces, Julián. Nos pones en peligro a todos.

—Sé lo que hago. ¿Acaso no confías en mí?

— No quiero apoyarlo—intervino Noah— pero Si ya Tony contaba con un gran número de guardaespaldas, después de atrapar a Avery sospecho que sus medidas de seguridad se duplicaron. Dudo que este con los niños, probablemente esté esperando encontrarse con Avery ahora. Pero con Montana nunca se sabe, si está allí estará rodeado con algo similar al ejercito de Thanos. Además—palmeó la cabeza de Avery como si se tratase un cachorrito— deberíamos conservarla, te sorprendería lo que puede hacer.

Zara le dio un manotazo a Noah. —Callate, Noah. Voy a ir lo quieras o no. ¿Te queda claro, Jane?

Jane respondió con una mirada parecida a una promesa. Se limitó a ubicar unas bombas de humo y otras aturdidoras, las repartió mientras pensaba que por ahora debía concentrarse en lo importante. Luego tendría tiempo.

—Yo pagaría por ver una pelea entre ustedes dos —se burló Noah.

Pero ninguno reía. Era imposible hacerlo con tanto en juego. Porque cuando empezabas la guerra el precio de un mínimo error o distracción era la vida.

Julián tocó la mano de Jane presionándola por un segundo. La amaba. La amaba tanto que odiaba arriesgarla de este modo y aun así sabia que con ella a su lado aumentaban las posibilidades de ganar.  

Tragó el nudo en su garganta y rezó al cielo que todo saliera como planeaban. —Un minuto para llegar.

**

¡ESTO SE PUSO RUDO!

Juguemos a matar, casar, follar. 

Yo: me los follo a todos. Me caso con Noah. Mato a Nicolas Maduro. 

LAS AMO. LAS AMO. MORDISCOS.



Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora