Capitulo 24: Un ser místico.

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A Julian le faltaba el aire. Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no ser un bruto y hacer lo que quería, metérsela completa. Hasta el fondo. Clavarse profundamente entre esos húmedos y cremosos labios.

―Maldita sea, Jane –Su polla se había sacudido al verla así de mojada, rosada y depilada.― Haces que sea jodidamente difícil respirar.

Una punzada de pena lo recorrió al ver la cicatriz de cigarrillo que Tony le había dejado. Maldito bastardo. Empujo lejos esos pensamientos.

Acto seguido paso sus dedos con firmeza por la raja de su sexo. Una. Dos. Tres veces. Lo hizo un par de veces más hasta que vio como Jane temblaba sin control.

―Joder –musito cuando la penetró con su dedo medio de golpe. Lo metió hasta los nudillos. Se quedó muy quieto mientras movía el dedo de un lado a otro por sus paredes tratando de extenderla.― Estas muy apretada. Apenas puedo entrar.

La miro a los ojos, perplejo. Sabía que Jane no era virgen solo porque no se topó con ese obstáculo llamado himen, pero estaba tan apretada como una. Lo estaba volviendo loco.

―Oh, Dios mío –Jadeo Jane arqueándose y aferrándose a las sabanas mientras una fina capa de sudor empezaba a perlar su cuerpo. Mordía sus labios para evitar gemir o peor aún gritar, pero julian había empezado un ritmo frenético con sus dedos.

Él no quería pensar como seria follarla. Si apretaba su dedo tan deliciosamente. De seguro lo ordeñaba en cuanto se le metiera, gruño un poco, ahora esa parte de su anatomía le latía casi dolorosamente. Si no arreglaba pronto su situación iba a tener un severo caso de bolas moradas.

¿En qué cojones se había metido? Él necesitaba un orgasmo también. Y Jane le daría uno. Se la iba a follar, y estaba ansioso por meterse entre esas preciosas piernas. Solo tenía que hacerla venir varias veces y ella se lo permitiría y hasta se lo pediría. No había manera que lo rechazara.

―Yo me encargare de ti –susurro.

Jane jadeaba y se retorcía, temblaba sin control pero no se entregaba por completo. Parecía no querer darle la victoria. Pobre. Ella no podía controlar eso.―Déjate llevar.

Julian metió un segundo dedo y ella pensó que iba a morir. Ahora el introducía su dedo medio e índice, mientras que con el pulgar acariciaba su clítoris y con la otra mano amasaba sus pechos y su abdomen plano.

El tipo parecía conocer todas sus zonas erógenas. Y ella no quería. No. No podía venirse. No lo haría. Trato de pensar en otras cosas. Que difícil era. Otro gemido se le escapo.

Pensó en gatitos, como los odiaba. Pensó en bebes, vomitaban y defecaban por todos lados. Futbol, su equipo favorito perdiendo... Ellos estaban... perdían...

―Ay, no... Julian... No, no, no...

Una ola de placer la atravesó.

¡No!

Estaba a punto de correrse.

Iba a perder, a ser humillada.

―Te ves malditamente caliente, tratando de no venirte.

Santo infierno.

¿Julian no podía cerrar su maldita boca?

Bastante malo era lo que le estaba haciendo. No tenían ni diez minutos y él con sus mágicas manos estaba a punto de hacerla venir. No. No le daría el gusto. Trato de pensar en otra cosa pero los círculos estratégicos que hacia Julian en ese botón tan delicado y sus grandes dedos que cada vez resbalaban con mayor facilidad en su interior lo eran todo. Eran su mundo.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora