Capítulo 50: Incompleta.

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Jane abrió los ojos y sintió una pesada e imaginaria bota aplastar su pecho. Julián ocupo su primer pensamiento y una ola de miedo la ahogó cuando lo busco con la mirada.

Su cuerpo adolorido protestó por el movimiento, apenas estaba recuperándose, pero ese no era el problema. El corazón lo tenía lleno de tiritas.

Nervios. Incertidumbre. Miedo. Dolor. Estrés. Ingratas sensaciones la consumían formando parte de su ser. Miro a su alrededor. Los niños estaban bien, dormían en sus respectivas camillas. Su hermana tecleaba en el móvil reclinada sobre el sofá negro del rincón. Noah estaba a su derecha, dormido en una silla y apoyando la cabeza en la cama que ella ocupaba, el cabello rubio le rozaba el brazo que no tenía enyesado.

No veía a Julián. Un pensamiento, una súplica se repetía constantemente en su cabeza.

<No. Dios. Por favor, Julián no.>

—Julián... —conjuró débilmente su nombre, deseando que apareciera por arte de magia.

Nada. Él no estaba allí y sin embargo algo en su interior no le permitía rendirse. La esperanza estaba allí, luchando para que no se derrumbase. 

Necesitaba respuestas y las necesitaba ya.

— Noah...—se aclaró la garganta— Noah, despierta.

Noah se incorporó lentamente y le dio una mirada desolada. Dakota también la escuchó y se acercó. Ambos la miraron del mismo modo afligido. La bota resurgió implacable y terminó de aplastarla. Entonces Jane lo supo.

—Lo siento tanto, Jane —musitó Noah tomándole la mano.

—Lo lamento, hermana. —Dakota la abrazó—. Eres fuerte. La persona más fuerte que conozco.

Un vacío infinito se instaló en su pecho. Julián. Su Julián. El corazón le latió agónico. No. No era posible. Ellos se habían entregado en cuerpo y alma con absoluta devoción, él le había enseñado lo que realmente importaba en la vida: el amor, la valentía, la lealtad. Ahora que no estaba ella siempre sería una mujer incompleta. Nunca volvería a ver sus bonitos ojos, no iba a escuchar su seductora voz, sus brazos no la rodearían, sus besos no la reconfortarían, no le volvería a hacer el amor.

Lo había perdido y nunca se atrevió a decirle lo mucho que lo amaba.

Jane se encontraba allí escuchando palabras de aliento, pero su mente y su corazón ya no la acompañaban. Estaba vacía, como una cascara frágil y sin contenido.

No podía asimilarlo.

—Quiero verlo —murmuró impasible mirando a Noah—. ¡Tengo que verlo! ¡Necesito verlo, Noah!

Dakota tomó distancia. Había aprendido que Jane era una granada que estallaba con facilidad hiriendo tanto a culpables como inocentes. Le temía a la inevitable detonación.

— Cálmate, Jane. Los niños están aquí...—le recordó Noah.

—Me encargare de despedir a Julián y Zara como se debe. No te preocupes por eso—le aseguró Dakota.

Noah le tocó la barbilla con un dedo haciendo que lo mirase.

—Ahora hay algo más importante que debemos hacer. Hay que salir de aquí, Jane. Debes irte lejos a un lugar en el que estés segura con los niños y puedas recuperarte.

Jane le apartó la vista. ¿Recuperarse? ¿Cómo iba a recuperarse de aquello? El corazón lo tenía en estado crítico. Y los niños... Dios. No solo habían perdido a sus padres biológicos. También a Julian y a Zara. ¿Cómo les daría tal noticia? ¿Que iba a hacer?

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora