Un sudor frío perlaba la frente de Jane. El grito que había quedado atorado en su garganta le robaba el aire, su corazón latía furiosamente en su pecho y allí estaba de nuevo, ese dolor en el pecho que la hacía estremecer. No creía en los presagios ni en los malos presentimientos, pero ese nudo fuertemente atado que era su estómago le causaba escalofríos.
Vio a Julián durmiendo plácidamente a su lado. Se levantó sigilosamente de su cama e hizo lo único que la tranquilaba en estos días, fue a la habitación de los niños y los vio profundamente dormidos. Liam tenía un hilo de baba saliendo de su boca manchando la almohada, Nora literalmente dormía con la cabeza suspendida fuera de la cama. Cada vez que la pequeña se dormía, Jane le ponía almohadas en las orillas para que no se cayera, pero ella se movía tanto que siempre conseguía terminar al borde de la cama o en el suelo.
Cuidadosamente la acomodo, mientras la observaba. Amaba a sus hijos porque sí, eran sus hijos. El lazo que tenía con ellos iba más allá de lo genético, razón tenía aquel refrán "padre no es el que engendra, es el que cría, apoya, el que está presente". El titulo real de padre o madre, se ganaba a pulso y con amor.
Terminó de arroparlos y busco el teléfono satelital que mantenía escondido, incluso de Julián. Se lo iba a decir, claro. Era el único secreto que mantenía, se amaban con tanta devoción que ella se sentía fatal al ocultarle algo.
Encendió el aparato y espero que estuviese listo para llamar al responsable de sus recurrentes pesadillas.
Noah.
Dos años habían transcurrido desde que ambos se rompieron el corazón y se hirieron de la peor manera hasta el punto de odiarse.
Después de la enorme mentira Noah rogó por hablarle, por explicarle las motivaciones que lo impulsaron, pero Jane estaba demasiado dolida. Necesitaba distancia y tiempo.
Decían que el tiempo lo curaba todo y no era cierto, lo que curaba era la decisión de no sufrir más. Jane había dejado atrás todo el dolor que le causó Montana pero Noah no. Él tuvo la oportunidad y el dinero para empezar una nueva vida en el lugar que quisiera y no lo hizo.
Habían pasado dos meses desde que recibió alarmantes noticias, el mismo tiempo que llevaba con sus espantosas pesadillas en las que veía a Noah morir una y otra vez de diferentes formas y siempre, siempre, en su último aliento Noah repetía su nombre. La llamaba como si ella fuese la único que existiera en su vida y la única capaz de salvarlo.
La última vez que se vieron ella le había dicho monstruo y al parecer, él había terminado convirtiéndose en uno.
Noah había sido expulsado de la agencia federal y estaba siendo investigado por múltiples delitos lo suficientemente graves como pasar diez vidas en prisión.
Al parecer ya no tenía el mismo sentido de justicia, se había dedicado a cazar a todo aquel que tuviese una relación con Tony Montana, a cualquier que estuviera implicado en el contrabando de drogas y la trata de personas.
La vida de quien fue su mejor amigo iba a en picada y ella no podía quedarse de manos cruzadas, tenía que intervenir sin importar lo que había pasado entre ambos.
Marcó el número que Milka le había dado. Ella estaba al otro lado del mundo mientras que Noah se había quedado en Nueva Orleans. Finalmente le atendieron, pero la línea estaba muda, nadie habló.
—¿Noah? —se atrevió a decir.
Silencio. Luego, escucho una leve respiración.
—¿Noah, eres tú?
Sabía que era él, aunque no lo escuchaba.
—Vamos, Noah. Tienes que hablarme.
Segundos pasaron mientras los nervios de Jane iban en aumento.
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Mi Chica Ruda
RomanceJane Stevens "La marimacha Stevens" una chica ruda, es necesario serlo o no durarías ni un solo día en el FBI. Todos piensan que es lesbiana y a este punto... hasta ella misma lo duda. Ya olvidó cuando fue su última cita, ya olvidó como besar a un c...