Capítulo 2: Agente doble.

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Lentamente fue despertando de su desmayo, trató de abrir los ojos y automáticamente se le cerraron, hizo un esfuerzo hasta que consiguió parpadear varias veces. Estaba atontada. Diablos ¿Qué demonios había pasado?

—Jefe. Ya despertó la putita —percibió que alguien decía a unos pasos de distancia.

Los recuerdos antes de caer en la inconsciencia llegaron. El plan no había resultado como esperaba, algo había fallado, ya los esperaban. Alguien había metido la pata y hasta el fondo. ¿Dónde estaba su compañero? Aturdida, Jane se esforzó por abrir los ojos y levantar la cabeza, seguía atada. Sus brazos estaban amarrados por encima de su cabeza con un fuerte nudo que la suspendía e impedía que sus pies tocaran el suelo, pero curiosamente ya no sentía dolor en los brazos, estaba totalmente entumecida.

El lugar estaba oscuro, sólo una bombilla al otro lado de la habitación proporcionaba luz, pero era suficiente para detallar el lugar. Jane aún mareada, miró a la derecha y allí estaba sentado, el idiota que la había golpeado, tenía una sonrisa macabra en los labios, esa sonrisa la había visto muchas veces, se hacía con el propósito de intimidar, pero no la asustaba. Ya estaba curtida en lo que a miradas de intimidación se refería.

—Despertó la fea durmiente —el hombre se levantó de la silla, acercándose lentamente hasta donde estaba Jane.

Ella recordó como se había desmayado, le habían puesto formol en la cara, pero no con un pañuelo húmedo con la sustancia, como suelen hacer cuando desean imposibilitar a una víctima. La habían atado y al ver cómo con un fuerte cabezazo noqueó al tipo que trató de acercársele hasta partirle la nariz, le jalaron el cabello tan fuerte que posiblemente quedaría calva y luego le vaciaron una botellita de formol en la cara y nariz haciendo que incluso se lo tragara. Luego no supo más.

—¿Qué le hiciste a Rick? —preguntó Jane sin reconocer su propia voz, la garganta le escocía. Tragó amargo. Repitió el procedimiento varias veces hasta que el sabor acerbo en su boca perdió intensidad.

Tony Montana era el criminal al que estaba buscando, al que le habían hecho una emboscada. O eso se había planeado. Se suponía que ella debía estar en la comisaria con Rick, llevando a Tony esposado como un jodido trofeo. Alguien la había cagado.

—¿Que le hiciste a Rick? ¿Dónde está Tony? —indagó esta vez con voz un poco más firme. La respuesta llego, de un hombre que salía de la oscuridad y se acercaba mirándola fijamente. Tony.

—¿Preguntabas por mi? Janine Stevens —respondió dando unos pasos en su dirección.

¿Cómo sabe ese infeliz mi jodido nombre?

— Sí, te he investigado. Quise devolverte el favor —respondió la pregunta muda de Jane.

Tony podía ser un hombre apuesto, si no fuese el diablo en persona. Con menos de 40 años era el principal narcotraficante de cocaína en Nueva Orleans. Quizás con su físico podía engañar a otras mujeres pero a Jane no, y no sólo porque era parte de lo que más odiaba, un criminal, sino porque hacía mucho tiempo pensaba que era inmune a los encantos de los hombres.

—¿Crees que no vendrán por mí? Iras a prisión. ¡Yo misma te meteré en ella! —gritó furiosa.

¿Vendrían por ella? ciertamente lo dudaba. ¿Por qué no le aviso a nadie de la emboscada que tenía planeada para hoy? Ah, cierto. "es confidencial amigo" le había dicho a Noah. En la comisaria, sólo había comentado que haría investigación. Y el principal motivo: quería llegar con Tony esposado, se había dejado convencer por Rick de no pedir refuerzos y así llegar a la delegación policial como unos jodidos héroes. Bravo Jane.

—Trae al otro —pidió Tony con su gruesa voz al asqueroso secuaz con sangre seca en la nariz rota. Por lo menos un recuerdo le dejaría.

—Nadie vendrá por ti... Tantos meses detrás de mis huesos y ¿Así decides venir a atraparme? ¿Sin refuerzos? ¿Tan estúpido me crees? Esperaba algo más de una agente del FBI... novata, pero agente al fin y al cabo.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora