Capítulo 30: Lo improbable.

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Julian no bromeaba.

- ¿No dices nada? -Preguntó divertido por haberla dejado momentáneamente sin palabras-. Pensé que tenías una soez respuesta para todo.

Su mano aún seguía en contacto con el chaleco. Quería arrancárselo para tenerla desnuda y a su merced, debajo suyo y suplicando. La coleta de Jane se había aflojado y varios mechones de cabello castaño le caían a los lados de su rostro. Miro su boca. Quería probarla y ya no estaba dispuesto a esperar más.

Jesús. Que desesperación sintió cuando creyó que la habían herido. El dolor y angustia que lo atravesaron era familiares, era como recibir la visita de un antiguo y no deseado amigo. Esta vez lo sintió con una potencia que lo devastó y ahora solo quería sacarse todo lo que tenía por dentro.

-Creo debemos pasar por mi departamento un par de horas. Ya Zara y los gemelos se fueron. -continuó Julian -. Además tengo un asunto que dejarte claro.

-Eso lo veremos -lo reto Jane.

Cristo. Como le gustaba su testaruda compañera.

- ¿Me golpearías si te beso ahora? Con este alboroto no creo que alguien se fije en nosotros y ya que lo improbable se está haciendo posible y estuvimos a punto de morir allá adentro... Me parece buena idea.

Ya había amanecido y se encontraban en el estacionamiento a cierta distancia del real alboroto, donde había ambulancias, patrullas, el equipo de bomberos y hasta reporteros. Pero ellos parecían estar solos, a miles de kilómetros de allí, en una burbuja que los contenía, ocultándolos del bullicio.

Jane al verlo así de cerca, tan hermoso y masculino no pudo más que exhalar entrecortadamente y humedecerse los labios.

-Creo que te golpeare si no me besas.

Julian sonrió y las piernas de Jane flaquearon. La sonrisa se desdibujo de su rostro cuando fue empujado con fuerza hasta casi caer.

- ¡No la toques! -Era Noah y estaba encolerizado.

- ¡Noah! -gritó Jane sorprendida-. ¿Qué demonios te ocurre?

Noah la miro. Tenía la camisa desgarrada el cabello alborotado la cara machada con tierra y hollín.

- ¿Te encuentras bien? -pregunto tomando su rostro. Cuando vio el maltratado chaleco antibalas palideció-. ¿Qué ocurrió? ¿Te hirieron?

- ¡Quítale las manos de encima! -Julian le regreso el fuerte envite y consiguió que se apartara de Jane.

Los hombres se miraron con odio plantándose cara a cara. Midiendo sus fuerzas. Eran casi de la misma estatura, tan altos que cualquier hombre en comparación luciría como un niño. Y tan guapos que parecían haber caído del mismísimo cielo. Sus ojos se tornaban glaciales y a ambos se le veían palpitar el musculo de la mandíbula.

-Jane es mi mujer -aseguro Noah dejándolos pasmados-. La tocare cada vez que quiera.

-Cuidado con lo que dices Noah, no soy una de tus posesiones -impuso Jane atónita.

Julian sintió como si una daga le atravesará el esternón. Quería matar a Noah y hacer que se tragara sus palabras. Recalcarle que Jane no era suya. Eso nunca. Sobre su cadáver.

- ¡Y una mierda que es tuya! Lárgate, Noah, antes de que te mate a golpes -lo amenazo con rabia.

Jane los observo expectante. Parecía que iban a matarse si ella no hacía algo. Noah era protector y posesivo y Julian era posesivo y amenazador en todos los sentidos, además de mandón.

- ¡Ya basta! Dejen de decir tonterías. Noah, estoy bien. Tienes que irte. Ya hay suficiente drama aquí como para que ustedes hagan un tonto numerito -sentencio en tono afilado.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora