Capítulo 31: Juntos.

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Jane negó con la cabeza y lo empujo encolerizada. Él respondía con una sonrisa burlona y triunfadora que no llegaba a sus ojos. ¿Creía que eso la detendría? Era muy capaz de correr desnuda hasta su auto si era necesario.

No le importaba quien la viera. Nunca había sido exhibicionista pero con tal de no darle el gusto, lo haría. Además era veloz. Podría intentarlo.

— ¿Crees que no me atrevo a salir desnuda? ¡Me rompiste la ropa y ni siquiera era mía!

Ambos estaban desnudos, rojos de la ira. En vez de lucir como dos amantes. Parecía que iba a matarse mutuamente. Sus pechos subían y bajaban agitados, sin apartar sus retadoras, desafiantes y conectadas miradas.

— ¡No quiero que te vayas, Jane!

Detuvo la mano de Jane en el aire, cuando buscaba un segundo bofetón. Eso le dolía mucho más que el puñetazo que había recibido en la mandíbula esta mañana.

Jane resopló. — Jodete, Julian!—lo miro a la cara, valiente.

Jane tiró de su mano con fuerza liberándose. Miro al suelo, las prendas estaban reducidas a simples tiras. ¿Cómo cojones iba a salir de allí?

Bufó rabiosa. — ¡No eres más que un cabron! Noah tenía razón.

—No me hables de él. ¡No me gusta! —insistió con la mandíbula prieta y endurecida.

— ¿Te dan celos? Vete a llorar al rincón y déjame en paz. No te soporto. No te aguanto. No quiero verte. —mintió.

Lo empujó con fuerzas.

— ¡Eres un idiota!

—Sí, soy un idiota. Y tú me haces enloquecer.

Ahí hacia muchísimo calor.

Él ardía.

Ella quemaba.

—Por lo menos lo admites—gruñó encarándolo—.

Como un resorte cogió impulso y la arrecosto contra el mesón. Jane gimió por la sorpresa.

Julian pegó la nariz a su mejilla e inhaló profundamente. —Me estas enloqueciendo. Me sacas de mis casillas. ¿Te encanta verme así, no?

—Y... ¿qué vas a hacer? ¿Lastimarme? —sonsacó temblando aunque sabía que Julian no le haría daño. Él no se atrevería a herirla físicamente. Su cara cuando creyó que la habían herido lo decía todo, reflejaba genuina preocupación y cierto dolor que solo podían significar que realmente le importaba. —Sé que no lo harás...

— ¿Que? No... Jane. Jamás lo haría—respondió con una sonrisa lobuna y depredadora—. Voy a hacerte el amor hasta que pierdas el sentido.

Julian, alto, grande, enorme, de un tamaño casi imperial estaba delante de ella diciendo cosas pecaminosas y perversas. Deseando que se entregara por completo y ella quería hacerlo. Lo deseaba más que respirar. Él tenía toda la razón.

Lo miró, quedándose sin aliento.

—Pues hazlo. Soy toda tuya.

Las papilas de Julian se dilataron. Cogió suavemente la cara de Jane con las manos. Ella miró su rostro, sus facciones angulosas, llenas de tensión y al borde la locura. Lo deseaba, lo deseaba tanto que dolía, quería que la besara.

Julian deslizó las manos desde su cara, por su cuello, sus hombros finos, su espalda elegantemente arqueada, hasta llegar a las caderas. La atrajo para que sintiera la palpitación de su erección, el deseo que rugía por ser liberado.

Jane abrió los ojos y la boca con sorpresa y, antes de que pudiera decir nada, él bajó sus labios con seguridad y los posó sobre los de ella.

Lo que pasó a continuación era digno de un estudio. Jane, al principio, aturdida, dejó que dirigiera el beso. Era la primera vez que se besaban en la boca. Y Julian, de un modo indolente, rayando en lo salvaje, estaba poseyendo su boca.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora