Capítulo 48: Infierno

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Son dos capítulos que he subido hoy. Asegúrate de haber leído el anterior. ¡Mordiscos!

—Me encanta cuando te pones a la defensiva —Le dijo Julián a Jane acariciando su desnuda espalda con suavidad

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—Me encanta cuando te pones a la defensiva —Le dijo Julián a Jane acariciando su desnuda espalda con suavidad.

Habían hecho el amor y ahora ella estaba recriminándole que era un manipulador sexual. Mientras la penetraba le preguntó si también iba a obedecerle fuera de la cama y ella lógicamente dijo que si: que era suya, que estaba a su merced, que haría todo lo que él quisiese. Claro, cualquier cosa que Julián le pidiera en esos momentos, ella diría que sí sin pensarlo.

—Lo digo en serio. —Jane pretendió sonar severa pero la verdad era que estaba encantada con él. Cada vez se enamoraba más. Cada vez que hacían el amor era mejor que la anterior.

—No te obligué a decir eso, mi vida —Julián le dio un mordisco y un lametón en la cadera—, Lo dijiste porque querías. Porque así lo sentías.

Jane pensó que no era justo. El pensamiento se evaporo cuando la lengua de Julián empezó el recorrido por su espina dorsal.

Él quedó a mitad de camino cuando escucho que tocaban la puerta. Se cubrió con una toalla y a vio a una despeinada Zara en su puerta.

—¿A dónde vas? —le pregunto Jane viendo que Julián se vestía.

—Ya regreso. Le daré este maletín a Zara y veré que tal están los niños. —explico poniéndose una camiseta gris de manga corta y un pantalón negro— Dijo que Noah ira por comida ¿Tú que quieres comer?

Jane bostezo. Primero necesitaba descansar.

—Ya Noah sabe lo que me gusta —cuando vio la cara de póker de Julián se rio— Ay, no me mires así. Hace minutos te dije que era tuya en cada sentido posible, gruñón.

—Es cierto —Julián se suavizo al recordarlo, sonrió, le dio un ligero beso en los labios y salió de la habitación— Ya regreso.

—Es cierto —Julián se suavizo al recordarlo, sonrió, le dio un ligero beso en los labios y salió de la habitación— Ya regreso

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Jane estaba asustada, sumergida en uno de esos sueños vividos que erizaban la piel y aceleraban el corazón. Una niebla espesa cubría sus pasos y por más que corría y trababa de huir, era lo único que veía.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora