Capítulo 37: Inesperado.

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Jane Stevens era una mujer testaruda.

Se suponía que después de la tormenta venia la calma. Pasar semejante momento con Julian para después ver la clase de mensajes-nudes que compartía con Zara era la tormenta, no, el huracán que llegaba justo después de la calma. No antes.

Se sentía estúpida. Decepcionada. Y muy dolida.

Maldito Julian Glover. Quería darle una golpiza.

Resoplo mientras avanzaba a paso firme y nuevamente silenció la llamada entrante en su celular. No quería hablarle. Ella le había entregado su cuerpo y lo que se sentía como parte de su alma y ¿él que había hecho? Jugar. 

Pero estaba muy equivocado si creía que le seguiría el tonto juego. Ya iba a enterarse quién demonios era Jane Stevens. Eso era seguro. Iba a darle donde más le dolía.

Y no. No hablaba de genitales.

Su ira fue remplazada con miedo cuando entro a la habitación del hospital. Allí estaba su mama y su hermana junto con otros familiares rodeando el lugar en el que debía estar su padre. Sintió la bilis a la altura de la garganta.

No. Dios mío... no lo permitas.

Pero su familia, observándola, se hizo a un lado para que ella pudiera ver. Un adormilado pero consciente Jack la observaba desde la camilla. Su padre había despertado contra todo pronóstico.

Su héroe estaba de regreso.

Verlo así era... increíble. Ignoro la punzada de dolor. ¿Ya lo sabría? ¿Le habrían dicho? Que este mundo no era igual a como él lo recordaba. Ahora era triste y vacío. Nina les haría faltaría por el resto de sus vidas. Y ella solo quería llorar, abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien. Que se encargaría. No iba a defraudarlo. Esto era su culpa y ella tenía que enmendar el asunto. No sabía cómo, pero lo haría.

—Cariño, ven... —Le pidió Ellie quien no soltaba la mano de Jack— Despertó hace rato. Trate de llamarte pero no atendías.

Jack hizo un esfuerzo por hablar.

—Sshh, cielo... tranquilo —lo calmo su esposa— Esta bien. No pasa nada. Conserva tus fuerzas.

Su celular entabló una ruidosa melodía. ¿Julian no se cansaba? Lo saco de su bolsillo y de nuevo silenció la llamada.

Se acercó hasta Jack y le dio un beso. Quería hablarle, pero había muchos espectadores para su gusto. Y Jack, aunque no podía dialogar le expresaba innumerables cosas con la mirada. Palabras mudas que le daban fuerza. Porque así era Jack: fuerte. Y la había criado para que fuese igual, para no dejarse intimidar por nadie, para comprender que nada le era imposible. Que su fuerza y valentía no tenían limitaciones.

— ¿Qué... que dicen los doctores? —le pregunto Jane a su madre.

—Están sorprendidos —comentó con orgullo— Hay que darle tiempo. Pero estará bien. Lo sabes.

De nuevo su celular reclamo su atención.

—Debo atender. Ya regreso —abrazo a Jack lo más cuidadosamente que pudo y atendió justo antes de salir porque debía acabar con esto de una vez.

— ¿Qué quieres, Julian?

— ¿Por qué demonios no atiendes mis llamadas? —exigió al otro lado de la línea.

Jane no le respondió. El FBI había facilitado un par de agentes para la protección de Jack. Uno de ellos ya estaba muerto, la sangre apenas se empezaba a esparcir por las baldosas blancas del pasillo llenando el ambiente de un peculiar olor a hierro. Sangre salpico en la cara de Jane cuando la bala atravesó la cabeza del segundo agente.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora