Mientras Julian Glover entraba al nuevo apartamento que le habían asignado, Jane se paseaba por sus pensamientos. No pudo convencerla de acompañarlo. Y estaba frustrado.
Le gustaba su compañía. Le encantaba tenerla cerca. Y... La extrañaba también.
No recordaba la última vez que extrañó a alguien de ese modo. Eso solo le pasaba con sus sobrinos. Jane se estaba metiendo bajo su piel, incrustándose en sus sentidos, y de algún modo, aunque pensó era imposible, abriéndose espacio en su roto corazón.
Y no estaba seguro si eso era bueno o malo, tampoco tenía la certeza de como terminaría aquello. Pero ya no podía alejarse. Le había prometido cuidarla, apoyarla, estar allí para ella. Eso haría. Eso quería hacer.
Empezó a ordenar un poco el desastre de su sala. Las cajas estaban tiradas por doquier, de seguro si Jane lo veía organizando se burlaría.
Oye, relájate obsesivo compulsivo.
Eso le diría. Casi podía escucharla.
Un par de minutos después dejo de lado aquello para ducharse, y mientras el agua tibia caía en cascadas por su piel pensó que precisamente en la ducha, era el único lugar de su antiguo apartamento donde no le había hecho el amor.
La cara de Jane mientras la hacía suya, sus gemidos, la manera en cómo se arqueaba, temblaba y retorcía, como lo aceptaba... Joder, ya estaba empalmado con solo recordarlo. Cerro la llave de agua caliente. Mucha agua fría. Eso necesitaba, calmarse.
Veía difícil la tarea de comportarse estando solas con Jane. La deseaba. A niveles anormales.
Luego, cuando se dispuso a pedir comida, Jane apareció en sus pensamientos. Y aunque debía comer y descansar al menos un par de horas, se lo ocurrió algo mejor.
Rebusco entre las cajas hasta conseguir que ponerse, unos pantalones oscuros, una camiseta gris y una chaqueta de cuero negra, zapatos. Salió, compro un par de pizzas, unas cuantas hamburguesas y se dirigió al hospital.
Jane le abrió la puerta.
-Julian... -ella parecía sorprendida y feliz de verlo- Dijiste que ibas a descansar. ¿Qué haces aquí?
-Yo... Les traje comida.
La sonrisa de Jane debilito un poco sus rodillas, ella negaba con la cabeza y sonreía haciéndose a un lado para dejarlo entrar a la habitación. Allí estaban Ellie y Dakota, a ambos de lados de un inconsciente Jack, tomando sus manos.
No era fácil. Julian lo había vivido en carne propia. Estuvo en el mismo lugar que ellas, esperando esperanzado cada día por el despertar de su madre, durante casi dos meses, ella no regreso a él.
Esperaba, deseaba, suplicaba que Jack no corriera con la misma suerte. Cada vez que se acordaba de la tristeza de Jane lanzaba plegarias silenciosas; Dios, que no sufra más. Que Jack despierte. Por favor, que despierte.
Perder a sus padres había sido un golpe tremendo, y aunque no era un chiquillo cuando ocurrió, se sintió perdido, dolido, solo, como un pequeño niño huérfano. No quería que Jane pasara por lo mismo.
Ellie y Dakota se asombraron al verlo. Lo saludaron cálidamente y, para su sorpresa cada una le dio un caluroso abrazo junto con palabras de agradecimiento que consiguieron intimidarlo un poco.
-Nunca podre agradecerte lo suficiente, Julian -le decía Ellie- ¿Sabes qué? Cuando Jack despierte y estemos en casa. Te preparare todos y cada uno de los platillos que quieras, te lo prometo. Jane dice que te encanta.
Si, señora. Pero más me encanta su hija. A esa si me la desayuno, almuerzo, meriendo un par de veces y también me la ceno.
Carraspeó. Sus jodidos pensamientos eran incontrolables.
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Mi Chica Ruda
RomanceJane Stevens "La marimacha Stevens" una chica ruda, es necesario serlo o no durarías ni un solo día en el FBI. Todos piensan que es lesbiana y a este punto... hasta ella misma lo duda. Ya olvidó cuando fue su última cita, ya olvidó como besar a un c...