Capítulo 29: Cediendo.

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   Jane había olvidado como parpadear.

—Estas... desnudo. —Al menos recordaba cómo hablar.

—Hola, pantera —saludó Noah con naturalidad.

—Estas desnudo.

— Me acabo de duchar y me he acostado así —le explicó mirando su propia desnudez—. Ven acá.

Jane quería matarlo por haberse metido en su cama. Quería matarlo porque estaba completamente desnudo. Quería matarlo porque le estaba ordenando con esa sugestiva voz que se acercara. Y no sabía que le ocurría pero una parte de ella —una pequeña— no estaba segura de no querer acercarse.

—Noah... ¿Qué demonios haces?

— ¿No es obvio? Acércate, ven. No muerdo. Soy más de lamer.

Aunque quisiera moverse no podía. Estaba petrificada y muy nerviosa. Trató de no fijar su vista en la entrepierna de Noah pero la curiosidad la superaba y sus ojos inexorablemente se incrustaron allí.

Dios Bendito.

Noah era la perfección masculina en tamaño XXL.

—No me moveré. —Susurro—. Vete, Noah. Es mi cama.

Noah se levantó y empezó a acercarse muy lentamente. Ella no era cobarde, nunca lo había sido por eso Noah pareció burlarse cuando la vio dar un paso hacia atrás con pánico al ver como se aproximaba con sus ojos cargados de lujuria. Noah exudaba seguridad y poderío con cada paso que daba. Parecía un león acorralando a su presa, sentía que en cualquier momento iba a saltar y devorarla.

—Déjame tocarte —pidió con la voz repleta de deseo.

Oh, no.

—Ni... Ni se te ocurra... Yo... —carraspeo tratando de recuperar la firmeza de su voz—. No quiero lastimarte. Pero si no me dejas opción lo hare...

Noah se detuvo sopesando la amenaza y de mala gana asintió.

—De acuerdo. Por ahora no te tocare.

Jane parpadeo. — ¿Cómo que por ahora?

—Si, por ahora. Porque sé que me quieres y deseas como yo a ti. Solo estas confundida, eres demasiado orgullosa como para admitir que te asusta arriesgarte, te aterra dejarte llevar. Algunas veces, para conseguir algo increíble debes aventurarte. Debes dar ese paso...

Noah dio otro literal paso en su dirección. Era increíble lo excitado que estaba. Prueba de ello era lo empalmado y grueso que lucía su enorme erección que ahora la estaba apuntando, señalándola como su próximo objetivo.

—Que... ¿Qué haces? ¡Estas arruinándolo todo! ¡No voy a seguirte la corriente solo porque te encantan los malditos jueguitos!

— ¿A mí? — preguntó divertido—. Es a este al que le encantan los jueguitos —contestó señalando su pene.

Maldito sea su descaro. Jane de nuevo miro su entrepierna. Trago saliva y sus ojos volvieron a abrirse de par en par.

—Tú —lo señalo—. Estás loco. No hay un "por ahora", ¿comprendes? Entre nosotros dos hay un explícito nunca. Ese nunca es como un maldito letrero gigante de McDonald que no pasa desapercibido. ¿Quieres que lo nuestro se acabe? ¡Felicidades lo estas logrando! Y baja eso ya.

— ¿Cómo?

—Bájala ya. No estoy de humor. Así que por favor... ¡Por los clavos de Cristo! Baja esa cosa... —repitió.

Noah sonrío. Jane tembló.

—Entonces no me apuntes tú a mí. Baja tu dedo —dijo riendo.

Jane dejo de señalarlo. —No es gracioso. Hablo en serio... Mi paciencia pende de un hilo. ¡Que bajes eso y dejes de señalarme!

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora