Capítulo 13: La marimacha Stevens.

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―¿Qué? ―Noah no podía creer lo que escuchaba. Dejar de ser amigos...  Jane tenía que estar bromeando. Él nunca lo permitiría. Adoptó un semblante seco. Con eso no se jugaba. Luego, con su profunda voz, incidió en negación.― No. No puedes hablar en serio.

―¿Tengo cara de estar jugando? Dios…  ¡Madura de una maldita vez!

La severa voz de Jane no traveseaba. Estaba conmocionada. Aturdida. El primer encuentro atípico con Noah se había dado en circunstancias que se salían de sus manos. Podía escudarse con el popper, droga que le había inducido el maldito  de Tony en su organismo, tenía cómo justificar lo sucedido. Pero ahora Noah la había besado... Y ella no respondió de manera indiferente. ¡Malditas fueran sus descontroladas hormonas!

Noah dio un paso en su dirección. ―Jane, hablemos...

La súplica quedó en el aire, ella entró a su habitación dando un fuerte portazo hasta el punto de  revisar si la manija de la puerta no había quedado en sus manos.  Resopló cansada y se lanzó en la cama, lo único que le apetecía era dormir, descansar,  recuperarse  de tan patético día. El broche para su día de mierda lo acababa de recibir. ¡Y vaya broche!

Por otra parte, Noah, desde el otro lado de la puerta trataba de ser razonable. Jane estaba exagerando. ¡Solo había sido un beso! Bueno… un extraordinario beso. Sonrió un poco para sí mismo, sonrisa que estaba seguro si Jane veía borraría con un potente gancho.

La sonrisa seguía plasmada en su rostro; quería celebrar y eso hizo, dio varios ganchos al aire, y tuvo que tragarse un grito gutural de triunfo. Ella podía enojarse lo que quisiera, pero él había confirmado lo que sospechaba… no le era indiferente. Ni un poco. A menos que comerse siendo amigos fuese algo normal, y para ninguno de los dos lo era. Jane porque no hacia eso incluso con los que no eran sus amigos, simplemente no lo hacía. Con nadie. Y él porque bueno... no tenía amigas. Los polvos fáciles y ocasionales que tenían un par de meses ausentes eran otra cosa, mera diversión y de una sola vez.

Decidió insistir. Tocó la puerta dos veces, pidiéndole que lo dejara pasar, pidiéndole solucionar las cosas, pidiendo disculpas incluso. Jane y su jodido carácter. ¿Por qué tenía que complicarse? Siguió dando suaves golpes esperando cualquier respuesta, pero parecía que ella no iba a ceder. La curiosidad lo mataba  ¿Qué estaría pensando?

Tenía una mezcla de sensaciones en su cuerpo. La mejilla le palpitaba con el golpe que le habían propinado y sorprendentemente aun estaba excitado con lo sucedido, dolor y placer pulsaban en su cuerpo. Era irónico. El moretón que estaba seguro aparecería con el tamaño exacto de Rusia  había valido la pena… ahora corroboraba que Jane era mucho más apasionada de lo que pensaba. Y lo que tenia de apasionada no era nada en comparación a su testarudez.

 ―Jane. Tenemos que hablar ―instó.

Dio por terminado su monologo cuando escuchó que Jane cerraba con pestillo la puerta. Maldita sea. Estaba furiosa y era terca como una mula, pero arreglarían las cosas. Así eran los amigos ¿no? peleaban y se volvían a juntar... Esperaba que ese concepto aún se aplicara para ellos.

**

En la mente de Jane.

El extraño sueño que estaba teniendo se desvaneció cuando mi poco común sentido arácnido me indicaba que Noah estaba en mi habitación, acababa de entrar y ahora caminaba con lentitud hacia la orilla de mi cama ¿Cómo demonios había entrado? ¡Recordaba haber cerrado con llave! ¿O no? quizás me estaba volviendo de loca. Y esta vez era en serio. ¿Efectos secundarios de tal genial poder?

Noah parecía un jodido puma con lo sigiloso que estaba siendo y sabía lo que planeaba hacer, saltarme encima, hacer el maldito ritual de siempre ―que teníamos días sin hacer―, como si nada hubiese pasado y además exigirme que comprase la cena. ¿Acaso tenia memoria de corto plazo? ¿Eso quería hacer? ¿Olvidarlo?

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora