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Día 15

Querido amigo

¿Puedo llamarte así? Asumiré que sí.

Nunca nadie me ha amado (Por favor, omitamos el amor sin tintes románticos) y puedo decir que me he acostumbrado. Sin embargo, algunas veces, al ver a las parejas felices, no puedo evitar preguntarme cuales son las cualidades de las que carezco. ¿Qué hay en mí que produce tal aversión al amor?

En los momentos en que mi alma ha sido débil, lo admito, he llorado y me he cuestionado el tipo de persona horrible que, quizás, soy. Supongo, que se debe a que cada vez que conozco a alguien que llame mi atención, me comporto como un rematado imbécil que no es capaz de controlar su lengua para sostener las estupideces que dice. Tampoco cuento con el poder de detener los nefastos accionares de mi cuerpo, dejándome a mi mismo en ridículo. Sin embargo, las veces que he despertado el interés en personas que no me provocan lo mismo, solo ha sido de índole sexual. Supongo, que debería sentirme halagado en algún punto... pero solo puedo experimentar un deje de amargura y desilusión. ¿Soy, acaso, poco interesante?... opino que se trata de eso. Por momentos, me he hallado hastiado de mí mismo. ¿Sienten los demás, tantos deseos por escapar de su cuerpo y personalidad como yo?

Cabe aclarar, querido amigo, que como ya sabes, tengo miedo de iniciar una relación. Sin embargo, me angustia el hecho de que quienes no le temen al amor, nunca hayan querido nada conmigo. ¿Atraigo ese tipo de cosas? ¿Qué es lo que hago mal?

Ya estoy viejo, querido amigo... tan viejo...

Día 20

Querido amigo.

Hoy las grietas en las paredes de mi casa, se hicieron un poco más grandes, creo que hay un caño de agua perdiendo. Si tan solo contase con el dinero suficiente, haría que arreglaran todo esto. Dicen que el deterioro de la casa, no es más que una simple muestra del deterioro del alma de sus habitantes. Muchas veces, creo que realmente es así.

Quizás, en la época en la que estés, ya no se sorprendan tanto de que un hombre no sepa arreglar su casa, pero en la mía aún es así y eso me hace sentir estúpido. Ni siquiera sé cambiar una lámpara sin tener que desconectar toda la energía eléctrica, puesto que le tengo terror. Si mi padre estuviese vivo y en su mejor estado, estas cosas no sucederían. Él era un hombre habilidoso y yo lo admiraba, mucho más allá de que como persona dejaba que desear. A veces, me pregunto porque no me enseñó a ser un poco más a su manera y llega a mi memoria, el recuerdo de lo que mi madre me había confesado una vez. Ella sostenía que papá no quería que yo tuviese su carácter, que no deseaba que me pareciera a él, porque sufriría mucho. Ahora, en estos momentos, pienso que sus anhelos no se han cumplido y que para empeorar la situación, no soy más que un hombre odioso y bueno para nada.

Mi autoestima es un asco, como te habrás dado cuenta. Mi familia ha colaborado en que así sea y mi padre, en sus últimos momentos de vida, me ha recordado la decepción que signifiqué para él. No es que podía decirme mucho, no es que pudiese hacer mucho (incluso en invierno tenía que taparlo, porque su enfermedad lo había vuelto por completo dependiente ¡A él, que nunca necesitó a nadie!) Simplemente, sentía su mirada posarse sobre las paredes deterioradas de nuestra casa, o fijarse en las gotas que caían por las grietas del techo de manera angustiante, para luego volverse hacia mí con un deje de desilusión.

Ahora, que el invierno otra vez acecha, me siento terrible conmigo mismo, por suerte, ya no hay nadie más que mi propia consciencia para hacerme sentir culpable.

"Querido amigo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora