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Día 96

Querido amigo

Hoy he visto el atardecer. Debo decirte, amigo, que me pareció hermoso, sin embargo, no sentí nada al respecto más que eso. No me emocioné, no sentí a mi corazón iluminarse por las obras de la naturaleza ni nada por el estilo.

A veces, hago esas cosas, detenerme a sentir el viento o caminar descalzo en el pasto, solo para que no llegue el día en el que diga que no he disfrutado de las cosas sencillas de la vida, pero para serte sincero, no siento nada especial.

¿Comprendes, amigo, por qué dejé mi carrera como artista antes de que esta, siquiera empezara?

Un poeta, en mi lugar, habría escrito miles de obras alabando los colores anaranjados con los cuales el sol parece desgarrar el cielo. Un pintor, habría imaginado algo bonito, como por ejemplo la despedida de dos amantes que no volverán a verse... la esperanza en los ojos de ella soñando con un reencuentro. Un fotógrafo, quizás, hubiese pensado en la iluminación, en que filtros utilizaría para que su escena tuviese un efecto parecido. (Por supuesto, tendría planeada dicha escena, que seguro sería épica como la del pintor) un músico hubiese escrito una bella melodía... y pondremos aquí un etcétera, porque has entendido a estas alturas mi punto.

Y yo, parado frente a él, observándolo... No siento nada. Carezco de la sensibilidad necesaria ¿Comprendes?

Lo intenté, amigo, intenté ver las cosas que ellos ven. Me senté muchas veces a observar el atardecer, a mirar las estrellas. Me coloqué muchas veces en el lugar donde soplaba el viento. Hice todo lo posible, pero nunca me llegó esa inspiración. Y en lugar de resignarme, escribí poemas sin sentido, utilizando palabras bonitas que no entendía, tratando de unir dos imágenes que poco tenían que ver... tratando de llegar al alma de las personas.

¿Cómo llega al alma de la gente un hombre vacío... un hombre desesperado como yo?

Por eso me rendí, porque a pesar de amar el arte, no tenía lo necesario. No era como los demás artistas.

¿Sabes? Muchas veces me pregunto si al leer este diario te aburres de mí. Pienso, en que, quizás, te cansas de la pobreza de mi léxico, de la simplicidad de mis palabras. Lo siento, amigo. Lamento no ser poético, lamento que mi relato no esté endulzado por una bonita prosa que pueda dejarte satisfecho. Siempre he sido un tanto tosco, siempre he sido demasiado directo... Nunca entendí del todo las sutilezas que hay en las metáforas.

Solo soy un hombre simple, que no comprende del todo la grandeza del mundo que se presenta frente a sus ojos.

Día 98

Querido amigo.

Hoy tuve que pedir dinero prestado. Sé que me consideraras irresponsable al no haber ahorrado como para mantenerme aunque sea un mes, sin embargo, quizás, deba recordarte que en donde yo trabajaba no respetaban mis derechos, entre ellos, el previo aviso por despido.

Te diré la verdad, cuando tuve los billetes en mis manos, sentí gran tristeza. Siempre he sido un hombre independiente, a veces, me cuesta pedir ayuda a los demás. Por eso, el verme tan necesitado de esta forma, me es doloroso. Apuesto a que mi padre se reiría de mí. Él hubiese encontrado otra manera de conseguir sustento.

Últimamente pienso mucho en él, a pesar de que creí que lo tenía superado. A veces, incluso, le lloro y me siento culpable por extrañarlo. Me parece, que eso es algo que no debería sucederme. Si mi madre estuviese aquí, viviendo conmigo, estoy seguro de que trataría de consolarme, sin importar que nunca me gustaron ese tipo de gestos. Las palabras que se dicen, los abrazos dados, se me hacen vacíos, producto de la lastima. No soy un hombre al que le guste inspirar eso. Recuerdo una vez en la que alguien me dijo que no había que sentir lástima por nadie, porque eso significaba que uno creía que esa persona no podía superar sus problemas.

Cuando no estoy depresivo, suelo creer que puedo seguir adelante y cuando me siento de esa manera, suelo no contarlo. Sigo teniendo aversión a la lastima y no son de mi agrado las personas que siempre desean recibirla. El problema, es que tampoco sé dar consuelo cuando alguien realmente lo necesita.

A veces, suelo ser poco compasivo, a veces, la mayoría de veces, soy como mi padre. Eso es algo que me generaba dolor. Sin embargo, ahora que él no está, me pone un poco contento que algunos de mis gestos me permitan recordarle. Después de todo, creo que las personas no son buenas ni malas por completo.

Día 100

Querido amigo.

Cuando empecé a escribir este diario, pensé que era una estupidez. ¿Quién diría que llegaría al día 100?

Debo admitir que al escribirte, hallé una especie de consuelo. Eres mi confidente, aquel al que puedo contarle todo sin que me juzgue. Te estoy muy agradecido, amigo, por estar ahí, por continuar leyendo... por seguir a mi lado, a través del tiempo y la distancia.

En estos días, he estado un poco preocupado por lo que está sucediéndome. Tengo miedo, querido amigo, de estar perdiendo el interés en las personas.

Antes, mis amigos más allegados, me ofrecían una especie de distracción. Disfrutaba de su compañía. Sin embargo, en estos momentos, no siento nada. Llego a aburrirme con ellos, deseando estar solo. He notado que rio sin ganas, que escucho sin interés, que no tengo nada para decirles.

No quiero que esto siga ocurriendo, querido amigo. No quiero alejarme de ellos. Pero la tristeza que me invade es tan grande, que está acabando con el poco sentido que había en mi vida; con las pocas cosas que lograban distraerme un poco.

Ellos son muy buenas personas, amigo. Me han ofrecido su mano cuando muchos otros me dieron la espalda. No quiero perderlos, tengo miedo de alejarlos... me angustia la idea de continuar encerrándome en mi mismo hasta el punto en que me quede completamente solo.

"Querido amigo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora