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Día 244

Querido amigo.

Hoy el pasado ha regresado a mi, golpeándome de lleno. A veces, las sensaciones que permanecen dormidas son tan difíciles de evitar.

Iba caminando distraídamente por la calle, cuando le vi. Una parte de mí que, pensé, había dejado atrás. ¿Por qué ahora? ¿Por qué me molesta así, cuando creí haberlo superado?

Una vez, te hablé de un compañero de trabajo, a quien me le confesé. Al poco tiempo comenzó a traer a su novia ¿Recuerdas?

Para serte sincero, no formaba parte de mis intenciones hablarte de él, más que el escueto párrafo que le dediqué. Pensé que al no nombrarlo, se quedaría allí, perdido entre los recuerdos y no se atrevería a regresar. ¡Ah! Esa cosa a la que llamamos destino, ese ente invisible al que me empeño en negar, se debe estar burlando de mí.
Lo necesito, hablar de esto, pero debo decírtelo y quizás, solo de esa forma, me permita olvidar.
La historia me hastía un poco es por eso, que te pido disculpas si la resumo en demasía.

Nos llevábamos bien. Él era inteligente, gracioso, amable, poco agraciado (Ese detalle es importante) ante mis ojos. Le tomé gran estima, lo consideraba mi amigo, probablemente, porque él era demasiado inteligente en ese momento. Vinieron a mí rumores de que él sentía atracción por mi persona; me sentí halagado no voy a negarlo, pero no por el hecho de que él me considerase apuesto, sino, porque yo admiraba su intelecto y una parte de mí creyó que, quizás, él también estaba experimentando lo mismo. Tonto, tonto, mil veces tonto.

Cuando me invitó a cenar con él, lo dijo en un tono que me hizo imposible rechazarlo. En ese momento pensé, que, quizás, se sentía inhibido por su apariencia física y no me atreví a herirlo.

No sé cómo ocurrió, amigo, no creo haber estado enamorado de él, pero considero que es lo más cerca que he estado de ese sentimiento y eso hiere mi orgullo.

Él escribía y yo consideraba cada poema que hacía, precioso. ¿Qué mejor forma de llegar a alguien, que se creía artista en esos momentos, que esa?

Pasaron unos meses, en la que nuestra relación siguió de esa forma, románticos tonteos y un sexo desagradable (el más desagradable que he tenido y no lo digo porque le guarde rencor). Él no tenía ningún tipo de tacto y yo era primerizo en la materia. Solo lo hacía porque sentía profundo cariño hacia él. Hasta que su hermano llegó a trabajar con nosotros. El muchacho mostró interés en mí y se lo mencioné buscando alguna reacción en él, un gesto infantil de mi parte que fue respondido con la más cruel indiferencia. Por eso cedí ante los coqueteos de su hermano.

Era más que obvio que hablarían entre ellos, era obvio que él acabaría lo que teníamos repentinamente. Me pasé mucho tiempo arrepintiéndome de lo que había hecho, pensando en que lo había herido. La peor parte, era que su hermano me trataba de una manera horrible, siempre creí que ese muchacho se había enamorado de mí, pero las palabras hirientes que me dijo la última vez que nos vimos, no se le dicen a una persona que uno ama. De igual forma, me eché la culpa, toda la culpa y dolía, pero también me lo merecía. Fui un tonto, un completo tonto.

Quise arreglarlo. Terminé la relación con su hermano y le dije lo que sentía. Jamás olvidaré su rostro, querido amigo, su expresión está grabada en mi mente y la sensación de aborrecimiento que tuve hacia mí mismo por haberme confesado, renace en este momento, en el que te escribo. Una sonrisa cruel coronaba sus facciones y una mirada de superioridad extrema se posó sobre mí, haciéndome sentir indefenso. Su voz era soberbia pura, empañando cada una de sus palabras, que buscaban sonar inteligentes, más que amables. Deseaba destrozarme con ellas, lo sé. Marcar un límite que diferenciara, con creces, su increíble intelecto y mi estupidez. Me sentí traicionado por mí mismo, por mi imaginación que se esforzó en inventar amor donde no lo había; y aun se empeñaba en hacerlo, aún hundía lo poco que me quedaba de lucidez. Le sonreí, fingí creer esa gentileza ficticia y traté de mantener con él una relación amena. Allí, es cuando aparece su novia y en ese momento lo supe, que siempre estuvo con ella, sin embargo, no creí que la quisiera. Él no podía quererla, él me quería a mí.

Cuando me fui del sitio en donde trabajaba, pasé mucho tiempo pensando en que mis acciones habían sido las que arruinaron la bonita relación que podría haber nacido entre nosotros. Muchas veces lo vi a él como un muchacho bueno, que solo tenía buenas intenciones y me hallé a mí mismo llorando en varias ocasiones por ello, por haber perdido esa oportunidad de ser feliz. Mi rencor hizo que lo culpara a él después de un tiempo, sin embargo, la lógica me recordó que las relaciones son de a dos y que yo también lo arruiné. Sin embargo, habiéndolo visto junto a ella, tomados de la mano como una pareja encantadora y feliz, me hizo aceptar el hecho de que él se comportó mal conmigo.  Me mintió, lo manipuló todo para hacerme creer que me amaba; con sus cartitas de amor ambiguas (Que nunca me nombraban, pero relataban aspectos de la intimidad compartida) dejadas a mano, para que yo ¡Estúpido, mil veces, estúpido! Las encontrara.

Él se empeñó en hacerme sufrir, querido amigo, sin razones, sin motivos aparentes más que el placer de saberse capaz de infringirme dolor. Y lo peor de todo, es que permití que lo lograse. Sin embargo, no debes preocuparte, amigo... Hoy recuerdo eso, con más tristeza que rencor.

"Querido amigo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora