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SE LO DEDICO A KimmichGirl QUE AHORA ME DEBE CAP DE MI FAN

Zoe no respondió, así que no me quedó de otra que ir a su piso a sorprenderla. En el camino compré una pizza gigante y una gaseosa de dos litros, esperaba que con esto fuera capaz de perdonarme por haberla plantado.

Cuando me abrió la puerta se me fue el aliento. Estaba vistiendo una camiseta de hombre de los New York Knicks hasta un poco sobre las rodillas. Luego de la impresión inicial fruncí el ceño, ¿por qué mierda tenía puesta la camiseta de un hombre?

–¿Marco? Pensé que no vendrías– su voz era somnolienta, mas no avergonzada, así que descarté la idea de que el dueño de la camiseta se encontrara dentro.

–Sí, lo siento... ¿Es demasiado tarde?

–Considerando que dormí dos horas, debería tener energía suficiente para aguantar una película o dos– sonrió levemente–. Pasa. Supongo que Emery se quedará en casa de Gustav.

–Yo también lo supongo– y espero.

Me adentré en su sala de estar. Estaba ordenada meticulosamente. Tenía la leve impresión de que Zoe padecía de trastorno obsesivo-compulsivo. Aún si estaba durmiendo, no tenía ningún cabello fuera de lugar, y ni hablar de su piso, estaba perfectamente limpio y ordenado.

–¿Trajiste una pizza? ¿De qué es?

–Pepperoni.

–Que bien. Odio la pizza con piña– arrugó su nariz de la forma más tierna que he visto en mi vida–. ¿Por qué no prendes la tv y pones netflix mientras voy por platos y vasos?– asentí y fue a la cocina.

Frente a un cómodo sofá había una televisión de aproximadamente 50 pulgadas. Me imaginé a mí mismo jugando fifa en aquella maravilla, así que mañana mismo iría a comprarme una igual.

Luego de encender la televisión y abrir netflix como me indicó, caminé por la sala de estar, viendo las fotos colgadas de la pared. Casi todas eran fotos antiguas, tanto de Zoe como de Emery. Mi favorita era una en donde una pequeña Zoe de aproximadamente seis años miraba fijamente a la cámara sonriendo. ¿Era posible ser así de tierna por toda la vida? Porque ella lo era.

Me golpeé mentalmente, porque se supone que no debes pensar que las mujeres son tiernas cuando quieres tener sexo con ellas, pero no podía evitarlo.

–¿Viendo mis fotos?– se acercó a mí divertida–. En esa tenía siete, era mi cumpleaños. Estaba tan feliz porque me regalaron mi primer kit médico.

–¿Siempre supiste que querías dedicarte al área de la salud?– asintió.

–El plan inicial fue ser veterinaria, luego quise ser neurocirujana, pero de alguna forma terminé en kinesiología. El punto era sanar a la gente, aunque nunca pensé que terminaría trabajando con idiotas como tú– ese último comentario me hizo reír.

–Yo nunca pensé que terminaría siendo más amigo de los kinesiólogos que de mis propios compañeros, pero son cosas que pasan– me encogí de hombros y me lanzó una mirada de lástima–. Fue el destino que nos encontráramos, ¿no?

–Se podría decir que sí– sonrió melancólica al volver a observar la foto, luego dirigió su mirada a la de al lado–. ¡Oh! Estas somos Emery y yo cuando teníamos ocho. Creo que ese fue el día en que nos conocimos. Éramos adorables.

Casi le digo que lo seguía siendo, pero a las chicas no les gusta que les digan adorables, ¿no?

Seguí recorriendo con la mirada la pared, hasta llegar a un cuadro de Zoe junto a dos adultos.

–¿Esos son tus padres?– no pude evitar fruncir el ceño al ver a los señores. La mujer parecía ser asiática y el hombre era rubio, no se parecían en nada a ella.

–Si te lo preguntas, soy adoptada, es bastante obvio. Mi abuela materna es de Corea del Norte, mamá nació en Estados Unidos. Papá es caucásico. Me dijeron que nací en España, pero no se sabe a ciencia cierta.

Zoe era una caja de sorpresas. Cada vez que creía aprender algo nuevo sobre ella me sorprendía con otro dato.

–Se ven como buenos padres– sonrió.

–Lo son. Los amo mucho. Siempre me hicieron sentir igual que mis hermanos, quienes eran sus hijos biológicos.

–Eso es genial.

–¿Y cómo es tu familia?

–Son lo mejor– ahora yo sonreí–. Mamá es alemana, pero fue criada en Rusia. Papá es inglés, pero fue criado aquí. Tengo dos hermanas mayores, así que siempre fui su muñeco.

–¡Me gustaría ver una foto tuya de pequeño! Supongo que eras mucho menos desagradable que ahora.

–Oh, eso es fácil.

Hablamos un rato más sobre nuestras familias e infancias, hasta que decidimos ver las películas.

–¡No puede ser que no hayas visto la sociedad de los poetas muertos! ¿Estás loco?– chilló–. Tenemos que verla, ahora.

–¡Pero ya la viste! No es justo.

–Entonces también podemos ver una que solo tú hayas visto, ¡pero no te vas de aquí sin haber apreciado a Robin Williams en su máxima expresión!

–Vale, vale– alcé mis manos en señal de rendimiento.

La película resultó gustarme bastante, pero lo que más disfruté fue ver a Zoe mirándola. Se veía tan absorta y afectada por lo que ocurría, aún si ya la había visto muchas veces, realmente era una apasionada por el filme.

–Bien, tu turno– me dijo cuando terminaron los créditos finales.

–¿Has visto el lobo de Wall Street?

–Me han dicho que es muy inapropiada, y ese no es mi tipo de película, pero un trato es un trato.

Ambos reímos a carcajadas con Leonardo DiCaprio. En un momento de la película confesó que tenía un enamoramiento con él desde Titanic, lo que solo ayudó a que riéramos más.

–Me alegro de que hayas venido, odio estar sola– habló cuando terminamos de reír.

–También me alegro de haber venido. ¿Otro trozo de pizza?

–Eso ni se pregunta, Reus– extendió su plato y le coloqué otra rebanada.

Hace mucho tiempo que no me divertía tanto, ¿quién diría que ver películas con una chica sin intentar ni una sola vez de manosearla sería tan divertido? Obviamente yo no.

Mis párpados cada vez pesaban más, hasta que no pude evitar dormirme. Lo último que sentí fue una manta cubrirme y una mano removiendo mi cabello de la frente.

no hay mucho pasando en este episodio, pero es necesario que formen lazos y se conozca un poco más del trasfondo de Zoe
espero que les haya gustado, nos leemos luego

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora