thirteen

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¿Se han mirado en el espejo y sentido que son unos completos idiotas? Bueno, yo lidiaba con eso cada día de mi vida, porque vaya que estaba consciente de que era un idiota, un grandísimo idiota, el peor de todos, pero no hacía nada al respecto. Debí haberme dado cuenta antes, mucho antes.

Ya habían pasado dos semanas desde que Zoe y yo tuvimos sexo por primera vez, y parecía haberme agarrado confianza, porque se repitió muchas veces, y ya para la tercera ocasión estaba completamente seguro de que me había obsesionado con su cuerpo y con ella en general.

Mantuvimos nuestra tradición de ver películas y acurrucarnos juntos, pero me estaba asustando, porque yo nunca quería acurrucarme con las chicas, por lo general iba directo al grano y no me importaba en lo absoluto si ellas querían hacer algo fuera de la cama. Entonces, ¿por qué era tan diferente con Zoe?

Mario desistió de llamar, lo cual agradecía, honestamente dudaba si pudiera volver a amistarme con él, estaba demasiado herido. Zoe no volvió a mencionarlo en nuestras noches de películas.

Tarde o temprano le iba a contar a Auba que había conseguido mi propósito con Zoe, y fue más temprano que tarde. Pensé que reaccionaría mejor, pero parecía incluso un poco decepcionado.

Era día Viernes y estábamos terminando de ver una película cuando decidió cortar el silencio.

–Las películas me están aburriendo un poco, ¿y si salimos?– sonrió.

–¿Salir?– se encogió de hombros.

–Como una cita, no lo sé.

–Lo siento, no salgo en citas– volteé mi vista nuevamente a la pantalla.

–Oh, no lo sabía, lo siento.

A partir de ese momento las cosas empezaron a irse en declive. Me di cuenta de que Zoe quería algo que yo no podía ofrecerle: salir en citas, cogernos de la mano en público, actuar como una pareja. Pensaba que estábamos en mutuo acuerdo por una relación casual, pero obviamente ella estaba mucho más interesada en mí que yo en ella. Mi respuesta defensiva por inercia fue comportarme como un estúpido nuevamente.

Los problemas no tardaron en aparecer, prontamente lo que me encantaba de Zoe no me llamaba tanto la atención, y no me satisfacía del todo tenerle a mi lado. Teníamos diferentes expectativas, casi irreconciliables, ¿qué pasaría cuando ella se diera cuenta tanto como yo?

Empecé a crear pretextos para no tener que verla, un día iba a salir con Auba y otro mi familia me visitaría, y no creo que se haya comprado mis excusas baratas, lo podía notar por su tono de desilusión, pero me daba igual. Poco a poco retrocedí los mínimos pasos que di para ser mejor persona y volví a ser el idiota de siempre.

No tardé en llevar otras chicas a mi casa, mientras Zoe no se enterara no le dolería, ¿qué más daba? Ella tenía la libertad de hacer lo que quería de todos modos.

Marco Reus estaba de vuelta en su máxima expresión.

La primera semana de Agosto entré a mi casa acompañado de una morena exuberante, pero ambos dejamos de reír cuando encontramos a Auba sentado en el sofá de brazos cruzados con expresión furiosa.

–¿Auba? ¿Qué haces aquí?– murmuré.

–Afuera– fue lo único que dijo antes de salir. Sabía que se refería a que hablaríamos afuera.

–Quédate aquí– guiñé un ojo y ella rió tontamente.

Salí hacia el patio trasero y esperé a que Auba dijera lo que sea que tuviera que decir.

–¿Para qué tanto misterio?– reí burlón.

–Tienes que parar esto Reus– ordenó.

–¿Reus? ¿Qué te pasa? Nunca me llamas así– fruncí el ceño.

–Me pasa que estás siendo un idiota, ¿no puedes valorar lo que tienes?– suspiró exasperado–. Mira a Gustav, mataría por tener una vida como la tuya. Tienes dotes futbolísticos, eres famoso, querido, cuando vas por la ciudad todos te elogian, y tienes una chica que estaría dispuesta a hacerlo todo por ti. ¿Acaso no lo ves? Estás volviendo a ser como el hijo de puta que eras antes de Zoe. Traes una chica diferente cada día y la ignoras como quieres, ¿no te da vergüenza?

–¿Por qué debería darme vergüenza? Ella y yo no somos nada.

–¡Entonces deberías dejárselo claro, maldita sea, porque la lastimas! Fue a mi casa preguntando por ti, y no sabes lo decepcionada que se vio cuando le dije que no sabía de ti desde hacía tiempo, porque para ella supuestamente tú y yo habíamos salido casi todos los días.

–Perdona que haya ido a molestarte– rodé los ojos.

Inesperadamente alzó su puño y lo dirigió fuertemente a mi mandíbula.

–¡Demonios! ¿Qué fue eso?

–No sabes valorar lo que tienes. Tarde o temprano la vas a perder y te darás cuenta de todos los errores que has cometido en tu condenada existencia. Me das asco– genial, ahora uno de mis únicos verdaderos amigos estaba furioso conmigo.

¿Por qué defendía a Zoe? ¿Acaso le gustaba? Se supone que es mi amigo, no el de ella. Lo que sea, no necesito a Auba, y tampoco necesito a Zoe.

–¿Qué? ¿Acaso ahora te gusta que la defiendes?– solté con veneno en la voz sin siquiera darme cuenta. Me miró decepcionado, otra puñetera vez.

–Me equivoqué, no estás volviendo a ser como antes, es peor. ¿En qué momento te transformaste en este ser asqueroso?

–Estás exagerando las cosas.

Esa visita no sirvió de nada, seguí mi rutina diaria y semanal, y cada vez recibía menos llamadas de Zoe, de hecho mi buzón de voz estaba casi vacío sin las llamadas de Mario, Auba o la estadounidense.

Debería haberme sentido arrepentido en ese instante, porque me estaba quedando solo sin siquiera darme cuenta, pero yo era un idiota irreversible y testarudo, y no podía permitir que me cambiaran de parecer. Poco sabía que las cosas iban a llegar demasiado lejos y yo iba a ser culpable de tan atroz incidente. Dios, si lo hubiera sabido hubiera cuestionado mis decisiones más tempranamente.

La noche en que ocurrió todo rocié perfume en mi cuello como todas las noches, me miré en el espejo como todas las noches y salí como todas las noches, pero no se sentía como todas las noches, presentía que algo iba a pasar y de todas formas lo ignoré. Esa noche lo cambió todo.


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se viene lo peor chicas
van a odiar a marco como si no hubiera un mañana

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora