thirty nine

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Octubre 2017.

La bebé me miraba con sus grandes y tiernos ojos mientras yo intentaba hacer caras graciosas, pero creo que le gustaba más mi cabello que mis expresiones faciales. Era curiosa por naturaleza.

Lara Müller –y no por Thomas Müller– era exactamente igual a su progenitor. Tenía exactamente los mismos ojos, nariz y cabello, y solo por eso fui capaz de olvidar un poco mi odio hacia su padre. Roman fue y seguía siendo un idiota, pero al menos hizo algo bien al dejar embarazada a Zo de la niña más hermosa que existía.

Adoraba a la pequeña, durante meses fue la única persona que no me miraba con lástima y por eso mismo yo sentía que le debía el favor de protegerla. Bajo mi guardia Bürki no se acercaría, jamás.

–Oye Lara, mi cabello es into... no importa, puedes tocarlo si quieres– rió mientras tiraba de mi pelo. Era mala.

–¡Se ven adorables! Tengo que sacarles una foto– escuché a Zo decir, pero no me podía voltear por el agarre de Lara en mi cabello. ¡Diablos, era fuerte! Cuando su madre llegó con la cámara nos sacó una foto–. ¡Lara, sonríele a tu padrino!

–¿Padrino?– alcé una ceja y Zo asintió.

–Pues sí, mis fuentes confiables y yo hemos decidido otorgarte el cargo.

–¿No se supone que deberían haberme preguntado?

–No, sabía que dirías que sí– solté una risa y Lara se rió también.

–Soy el padrino, Lara– imité el acento de la reconocida película y la niña rió todavía más.

Creo que la risas de los niños eran de las cosas más inocentes que existían. Ellos no estaban conscientes de que cuando crecieran tendrían tantos problemas y de la injusticia del mundo. Era triste que nadie pudiera recordar sus primeros años, los más felices.

–¿Cómo estamos para la fiesta de mañana? ¿Eh?– le pregunté a Lara mientras ella intentaba soltarse de mi agarre para poder caminar. Aún no podía hacerlo sola, era muy pequeña, pero tomada de las dos manos recorría toda la casa. Desde que había logrado eso odiaba estar en los brazos de todo el mundo, aunque a mí me soportaba un poco más.

–Los bebés no hablan estúpido– Jenell se sentó a mi lado y rodé los ojos.

–Por decir cosas como esas soy su tío favorito– le saqué la lengua.

–¡Ni siquiera eres su tío! Yo soy su tía– extendió los brazos–. ¡Lara, ven con tu tía!

–Tío Marco– balbuceó y ambos abrimos los ojos como platos.

–¡Zoe!– gritó Jenell a su hermana.

–¿Qué pasó?– llegó apresurada.

–¡La ingrata de tu hija dijo sus primeras palabras!

–¡¿En serio?! Pero si apenas tiene nueve meses– sonrió y fue hasta su hija–. ¿Qué fue lo que dijo? Lara, dilo de nuevo– incitó a su hija.

–No quiero escucharlo de nuevo– dramatizó Jenell.

–Tío Marco– repitió entre risas.

–¡Lara!– la alcé en el aire y besé su mejilla–. Eres mi sobrina favorita.

–Le diré a Nico– amenazó mi mejor amiga.

–Dije sobrina, con una a. Nico es mi sobrino favorito– rodé los ojos.

–Como sea, Helene está por llegar. Nos vemos idiotas– besó a Lara y se fue.

Jenell y Helene volvieron a estar juntas aproximadamente para mi cumpleaños. Nunca me imaginé que Jenell sería el tipo de chica que tendría una relación tan empalagosa, pero bueno, el amor nos cambiaba por completo, y si bien en muchos casos era algo malo, tanto para Jenell como para mí había sido algo bueno.

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora