twenty five

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Maratón: 3 / 3

No pude sacar la tonta sonrisa de mi cara en todo el camino a casa. Dios, me sentía como un niño de seis años que acababa de recibir lo que quería como regalo de navidad, aunque yo tenía veintisiete años y Zoe no era una x-box, pero demonios, estaba tan feliz que podría saltar en un pie en medio de la ciudad.

Jenell y Gustav estaban en casa cuando llegué, y al verme tan feliz se miraron entre sí desconcertados. Nadie estaba acostumbrado a que mi sonrisa fuera más grande que mi ego, supongo.

–¿Por qué tan feliz?– cuestionó Gustav.

–Un caballero no tiene memoria– alzaron las cejas.

–Bien, definitivamente tiene que ver con Zoe. Aunque no creo que hayan tenido tiempo suficiente para un rapidín, y desde que se fue te volviste una especie de Theon Greyjoy post tortura, así que... no lo sé, ¿qué te haría tan feliz?– Jenell frunció el ceño y Gustav encendió la televisión.

El canal de noticias tenía de titular «Marco Reus desmiente rumores sin necesidad de hablar», y había un video mío besando a Zoe. Agradecía a los dioses antiguos y a los nuevos por haber grabado eso, quería guardar el video y verlo todos los días de mi vida para recordarme de ese gran día.

–¡Ajá!– Gustav alzó su palma y lo miré extrañado.

–Pensé que no me querías cerca de ella.

–No te quería cerca de ella hace dos años, pero ahora confío plenamente en que vas en serio.

–Así es, está enamorado– rodé los ojos. De todos modos, estaba tan feliz que no me molesté en refutarle–. ¡Está más enamorado que tú!

–Vaya, eso es bastante– admitió Gustav riendo.

–Puaj, que asco, los dos felices con sus novias, ¿para cuándo tendré yo una novia?– suspiró dramáticamente.

–Cuando Marco admita que está enamorado, quizás– se burló mi supuesto amigo.

–No creo que dure tanto, ¿no le ves esa sonrisa de Jeff the Killer con la que anda?

–Saben que estoy aquí y escucho todo lo que dicen, ¿no?– me ignoraron y siguieron hablando.

Quedaba un poco más de una semana para navidad, así que al día siguiente fui a comprar los regalos que me faltaban. Ya tenía cinco regalos para mi sobrino, uno para mamá, otro para papá y uno para cada una de mis hermanas, pero me faltaban los de Jenell, Gustav, Auba, Mario, supongo que Zoe y el que me correspondía dentro del juego anual del «amigo invisible», o séase, Marc.

Recorrí las tiendas de la ciudad y les encontré regalos a todos: para Jenell una sudadera de Arya, su personaje favorito de Game of Thrones, además de una funda para móvil del mismo programa; para Gustav un libro de cocteles y un reloj Rolex; para Auba un televisor gigante, a sus hijos unos pequeños trajes de batman y a Alysha un collar; para Mario fui simple, tan solo le compré unos cinco videojuegos, que sabía que iba a apreciar; y para Marc, un par de libros y un dado antiestrés –el tipo necesitaba relajarse–.

A Zoe no sabía qué regalarle, sentía que todo lo había visto y no era lo suficientemente significativo y original, como ella se lo merecía. Terminé por comprarle casi toda la tienda: unos tenis de los new york knicks, unos aretes de plata, un collar de plata, tres cosas con temática de La Sociedad de los Poetas Muertos. Cuando estaba por irme, vi en una vitrina el vestido rojo más hermoso de todo el lugar. Supe en ese instante que tenía que comprárselo a Zoe, y lo hice.

Volví a casa y Mario me esperaba. Procuré esconderle los videojuegos, para no arruinar la sorpresa.

–Buenas tardes– sonrió de lado y esperó a que abriera la puerta–. ¿Dónde andabas?

–Comprando regalos de navidad, ¿a qué se debe tu visita?

–Nada, solo estaba viendo las noticias y me apareció una escena... no apta para menores– alzó y bajó las cejas rápidamente.

–Que exagerado, solo fue un beso– reímos y pasamos a la sala de estar.

–¿Y aún no te lo admites a ti mismo?– maldita sea, ya iba a empezar.

–No, no lo voy a hacer.

–Tarde o temprano lo harás, y quiero estar presente para cuando lo digas.

–No vas a estar presente porque no lo diré– gruñí.

Jugamos fifa por un rato y pedimos una pizza, incluso Mario se quedó a dormir para que al día siguiente fuésemos a entrenar. El 16 de Diciembre iba a ser el penúltimo juego antes del descanso de invierno, en Hoffenheim, por lo que viajaríamos en dos días. Necesitábamos esos puntos si mínimamente queríamos llegar a la Champions.

Camino al entrenamiento no había ningún periodista o fotógrafo, y, joder, se sintió como libertad después de veinte años en prisión. Mario también lo había notado, pero no hablamos sobre eso.

Al llegar y entrar al Signal vimos un círculo de gente murmurando alrededor de algo. Nos miramos con el ceño fruncido y fuimos por si podíamos ver de qué se trataba. Mario era más bajo que yo, así que no logró presenciar lo que yo sí. Eran Marc y Roman peleando.

–¿Qué mierda?– le pregunté a Auba, y él me miró con pena.

–Lamento decirte que eres el siguiente– vale, no entendía a qué se refería.

–¿Por qué se están peleando?

–Aparentemente, Bürki se acostó con la hermana de Marc, ¿cuál era su nombre?– dijo Erik a mi lado.

Presioné mis puños hasta que se hicieron blancos, todo eso inconscientemente. Sentí mi sangre subiendo a mi rostro y que me ponía rojo de la furia.

–Erik, ¿no viste las noticias?– le murmuró Schmelzer.

–¿Qué noticias?

–Marco y Zoe se besaron en el aeropuerto– aclaró Mario.

–Mierda... Marco, si aprecias tu vida, te sugiero que salgas de aquí antes de que Marc termine con Roman, porque para ti las cosas también se pondrán feas– dijo Erik.

No me podía importar menos si Marc me demolía la cara, en esos momentos tan solo quería unirme a él a golpear al maldito portero que había tocado a Zoe. Podía jurar que todos estaban viendo como el enojo empezaba a tomarse mi cuerpo por completo, tuve que contar hasta diez para no estallar.

Mientras pensaba en lo enojado que estaba, Marc le dio el último golpe a Roman, y cuando me percaté de que su pelea había terminado, Marc se encontraba a unos metros, mirándome fijamente.

Auba tenía razón, seguía yo.

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No me pregunten por qué pensé en la pelea de Oberyn y la Montaña mientras escribía lo último JAJA
Así concluye la maratón, el Jueves leerán lo que todos quieren... quizás 😂

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora