eleven

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Advertencia: no relacionado con stranger things

–¿La besaste?– la mandíbula de Auba estaba por los suelos, asentí–. ¿Y no te rechazó?

–Bueno, la tercera vez se me fue la mano y me dio una bofetada, pero el resto de las veces me siguió el beso– me encogí de hombros.

–¿Intentaste agarrarle algo? Hermano, pensé que habías madurado.

–Oh, si hubieras visto ese vestido– mordí mi labio, luego fruncí el ceño–. No. No tienes permitido pensar lo mismo que pensé yo.

–No estaba planeándolo Romeo, calma– soltó una carcajada.

Habían pasado dos días desde la cena en aquel carísimo restaurant. Zoe estaba enfadada conmigo, como era de esperarse, pero hacía un rato la había invitado a ver películas en la noche y había accedido, así que supongo que se le pasó el enojo.

Ayer Alemania había salido campeona del mundo ante Argentina. Ni siquiera me molesté en ver el partido, solo supe que llegó al alargue y Mario metió el gol. A veces extrañaba a Mario, pero lo que me había dicho me hirió demasiado y no pensaba en llamarlo. Sí, yo era una persona demasiado orgullosa la mayoría del tiempo, y sí, esto me traía muchos problemas, ¡pero Götze se había pasado de la raya! Hasta alguien tan cretino como yo lo sé.

–¿Aún no has llamado a Mario?– preguntó en voz baja Auba. Aquí vamos otra vez.

–No.

–Marco, es tu mejor ami...

–Lo era, hasta que fue un idiota– me crucé de brazos, él suspiró.

–Todos nos equivocamos.

–¡No me importa! ¿Qué clase de amigo le dice a otro que es su culpa lesionarse y perderse el mundial? Yo nunca le hubiera dicho algo así– murmuré.

–Lo sé, pero estaba borracho, y herido.

–No trates de excusarlo, ¿acaso porque soy un idiota no tengo sentimientos? Bueno, pues los tengo, y él los hirió.

–Ayer sacó tu camiseta para celebrar la copa, no cualquiera haría eso.

Suspiré y me levanté del sofá. No quería hablar más del tema. Mario Götze si quería mi perdón iba a tener que venir a disculparse a mi cara, no por llamada telefónica o por un amigo en común.

Auba se fue sin despedirse, porque sabía que estaba enojado y lo mejor era no tentar la suerte. Chequeé las llamadas perdidas de mis amigos en mi móvil antiguo. Cuando Mario comenzó a invadirme con mensajes de texto y llamadas perdidas tuve que cambiar de móvil, y muy pocos sabían mi nuevo número.

En la noche llegó Zoe. Me saludó con un beso en la mejilla. Me provocaba mucha ternura que aún no entrara en completa confianza conmigo, quizás el resto de las chicas ya me hubieran lanzado sobre el sofá, pero mi Zoe seguía saludándome como si fuera mi amiga.

–¿Qué película vamos a ver hoy?– pregunté con curiosidad.

–Partiremos hoy contigo, siempre soy yo la primera– rió levemente y asentí.

Tenía una historia curiosa con «El silencio de los inocentes». La primera vez que la vi tenía aproximadamente diez años y me tuvo petrificado por horas, así que básicamente la odié por completo. Le di una segunda oportunidad cuando cumplí dieciocho, y fui capaz de apreciarla realmente en esa ocasión. Desde entonces me encantaba, y ayer cuando me puse a pensar en qué película mostrarle a Zoe, se me ocurrió esa. Llevaba mostrándole solo comedias irreverentes, y quizás necesitaba algo con más contenido.

–¿El silencio de los inocentes?– amplió los ojos.

–Nunca he podido verla, me da miedo.

–No da miedo– rodé los ojos.

Después de casi dos horas y veinte minutos, alcé las cejas en su dirección para preguntarle implícitamente si le había gustado.

–Vale, pensaba que daba más miedo que eso, ¡pero me ha encantado! Hannibal Lecter da muchísimo miedo.

–Sí, hizo un muy buen papel Anthony Hopkins– me miró sorprendida–. Oye, no porque no sea una wikipedia como tú significa que no conozco a algunos actores.

–Vaya, he de decir que estoy bastante impresionada– sonrió.

–Bien, tu turno, ¿qué película ahora?

–La de mi tatuaje en la espalda– agarró el mando de la televisión y empezó a buscar por netflix.

No sé qué me pasó, pero se veía tan linda observando la televisión que no pude controlarlo y me acerqué a besar su cuello. Ella saltó en su lugar y me apartó incómoda.

–N-No hagas eso– estaba roja como un tomate.

–¿Por qué no?

–Me haces cosquillas.

No lo volví a intentar, y lo extraño era que no estaba enojado o algo así por su rechazo. ¿Acaso me estaba acostumbrando a que me rechazara? Eso no era bueno.

Vimos una película francesa llamada Amélie. Era algo así como una comedia romántica bastante alternativa, pero sorpresivamente me gustó. Cuando terminó la observé atenta para que me mostrara su tatuaje.

–Bien, no tenía planeado enseñarte este tatuaje, pero si lo hago tienes que prometer que tendrás las manos quietas– me señaló acusadora con su dedo. Fruncí el ceño, ¿dónde demonios estaba este tatuaje? ¿No era en la espalda?

–Por supuesto– alcé las manos en señal de inocencia. Mordió su labio avergonzada y se levantó.

Se puso dándome la espalda. Esperaba que se levantara un poco la camiseta, pero no, ella decidió que sería mejor quitársela. ¿Cómo demonios se quitó la camiseta conociéndome? ¿Es que acaso cree que tengo autocontrol? Bien, solo tenía que ignorar lo que estaba dentro de mis pantalones, no era tan difícil.

Movió su largo cabello hacia un lado y mostró en la zona de los omóplatos una frase escrita en letra cursiva. «Les temps sont durs pour les rêveurs».

–Siendo honesto, no presté atención a las clases de francés– dije con voz ronca. No podía quitarse la camiseta y esperar a que mi voz no saliera ronca.

–Dice: «Los tiempos son difíciles para los soñadores». Es una frase muy cierta.

–Ajá– estaba demasiado ocupado recorriendo su espalda con la mirada. Si no podía tocar, al menos podía permitirme mirar, ¿no?

–Debería volver a ponerme la camiseta– aún dándome la espalda trató de agarrar su camiseta, pero la alejé.

Sin usar realmente mi cabeza de arriba, me acerqué hasta quedar casi pegado a ella. Escuchaba su nerviosa respiración, lo que me motivó a seguir un poco más. Besé su hombro lentamente para no abrumarla, y cuando esperaba que me golpeara o rechazara, ladeó su cabeza para darme más espacio. Casi grité de la emoción cuando escuché un gemido. ¡Oh por Dios, estaba besando el cuello y hombro de Zoe! Después de esta noche podría morir feliz.

Seis palabras: la mejor noche de mi existencia.

MUAJAJAJAAJ

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora