forty two

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CAPÍTULO FINAL.
(ahora es verdad)

Zoe y yo estábamos en una cita.

No tengo idea cómo demonios eso pasó, simplemente me preguntó si la idea de la cita seguía en pie y yo fui bastante desesperado a la hora de responderle que sí y... estábamos oficialmente en una cita.

Quería que fuera algo especial, y ella muchas veces después de decidirse quedarse en Dortmund me dejó en claro que le gustaría recordar lo que había pasado entre nosotros, así que decidí hacer un tour por todos los lugares que fueran relevantes en nuestra historia.

–Vale... ¿qué hacemos en el bar de Gustav?– preguntó extrañada.

–Aquí nos conocimos– dije orgulloso–. Te veías hermosa esa noche, usabas un vestido rojo bastante ceñido, te veías incómoda. Emery me pidió que fuera a hacerte compañía porque quería ligarse a Gustav.

–Suena como Emery– expresó sonriendo.

–Creo que me enamoré de ti en ese instante, pero era muy estúpido para darme cuenta o siquiera demostrarlo– frunció el ceño obligándome a explicarlo–: Hablamos literalmente cinco minutos y te pregunté si querías ir a casa conmigo– jadeó.

–Ese no suena como tú.

–Me rechazaste de pleno– soltó una carcajada–. Incluso te lo dije en inglés porque pensaba que no entendías bien el alemán, pero me rechazaste de todas formas.

–Al parecer esa chica tenía dignidad– sonrió con melancolía–. Me gustaría volver a ser ella.

–Si bien esa fue la Zoe de la que me enamoré y a veces la extraño bastante, creo que deberías combinar las dos versiones. Antes te dejabas mandar y eras muy callada al respecto, ese es un aspecto que mejoró en ti. Aunque no me mal interpretes, para mí eres absolutamente perfecta– sonrió con las mejillas rojas.

–Gracias.

–Bien, vamos a la siguiente parada– la tomé por la cintura y la conduje hasta el auto–. Tengo que aclarar que la mayoría de nuestros momentos sucedieron en tu casa y en la mía, así que espera la historia completa en cuanto lleguemos allá.

–¿Y a dónde vamos entonces?

–La sala de eventos en la que conocí a tus padres– reí recordando la situación.

En cuanto llegamos la llevé de la mano hasta la entrada. La verdad había reservado el lugar para que cenáramos al mismo tiempo que le contaba lo que había ocurrido.

–¡Pizza!– chilló–. Y sin piña, así me gusta Reus.

–Ya te dije que sé que la odias– rodé los ojos riendo.

–Bien, empieza– dijo entusiasmada.

–Fue el día después de nuestro primer beso– sonreí recordándolo–. Se te quedó uno de los aretes de plata que te había regalado en mi casa, así que fuiste a buscarlo. Tenías una cena importante con tus padres y sus socios, pero no te habían dicho que había asistir con acompañante, así que me pediste que fuera y accedí. ¡Oh! Recuerdo que te pregunté si tu labial era de buena calidad solo porque quería besarte... ah, y después de hacerte el favor de acompañarte tuvimos una intensa sesión de besos hasta que se me fue la mano y me diste una cachetada.

–Dios– rió estrepitosamente–. ¡Eras un descarado!

–En el fondo lo sigo siendo, debo confesar que toda la noche he estado distraído por tu escote– lamí mis labios tratando de no bajar la vista, ella volvió a reír.

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora